Gente corriente

Pepeta Fajula: "'Este huevo será cena para cuatro', me dijo un pobre"

Aprendió a leer ella sola, con un libro y una libreta, junto a las vacas que cuidó de los 8 a los 25 años, hasta que se casó.

«'Este huevo será cena para cuatro', me dijo un pobre»_MEDIA_1

«'Este huevo será cena para cuatro', me dijo un pobre»_MEDIA_1

CARME ESCALES

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vidabona, la parroquia donde está la finca de la que fueron masoveros los padres de Pepeta Fajula (El Boix de Vidabona, 1922), guarda, en la admirable memoria de esta ripollesa a punto de celebrar su 93 cumpleaños, un cuarto de su vida. Heidi, La casa de la pradera o cualquier película del Oeste tienen algo de lo que ella vivió entre praderas y vacas. Fue la pequeña de ocho hermanos, dos de los cuales murieron de niños. El resto quedaron huérfanos de madre, que falleció a los 35 años. «Pero nuestro padre eso nos lo respetó, no nos puso ninguna madrastra», dice.

-¿Quién cuidaba a quién en aquella casa?

-Solo nos cuidábamos de trabajar. Nacimos tres chicas y cinco chicos, pero dos murieron de pequeños. Luis, un hermano 13 años mayor que yo, cuidaba de las ovejas; el resto y mi padre trabajábamos las tierras, donde teníamos maíz, patatas y huerta. Yo, con 8 años, ya me ocupaba de las vacas.

-¿Lo compaginaba con la escuela?

-Yo no he ido nunca a la escuela. En casa, solo uno de mis hermanos sabía algo de letras, porque durante un tiempo, de noche, iba a conferencia [clases particulares en casa de alguien instruido]. En una casa de la colonia de Cal Gat, mi hermano aprendió las reglas matemáticas y las beceroles [cartilla de las letras], y me enseñó las iniciales.

-¿Qué hizo con ellas?

-Él me enseñó que la pe y la a, juntas, eran pa. Y con eso, la libreta donde me lo escribió, y un libro, subía a la montaña, cada día, detrás del ganado, ocho vacas que debía vigilar, y fui deduciendo otras combinaciones: be con a, pe con o... Hasta los 25 años, que guardé a las vacas... Al final ya sabía leer.

-¿Cómo vivían en El Boix de Vidabona?

-Uy... Aquello era un desierto de mundo. El Boix era una casa con mucho terreno. Estábamos a dos horas a pie de Ripoll, lejos de todo. Jugábamos con animales que nos hacíamos con ramas de árbol.

-¿Cómo vivieron la guerra en la masía?

-Un día mi hermana volvió asustada de Ripoll. Venía, a pie, de comprar provisiones y dijo que estaban matando a gente a todo trapo. A partir de ese día, nuestros hombres fueron desfilando. Era julio de 1936. Uno de mis hermanos fue a Teruel. Se hacía escribir las cartas, que un día dejaron de llegar. Dijeron que murió en el hospital.

-¿No saquearon El Boix los soldados?

-Escondimos el ganado en el bosque, y lo salvamos. Civiles y maquis nos tenían entre la espada y la pared. Unos y otros pasaban a pedirnos alimentos. En una casa de payés siempre había algo. Pobres también venían. Recuerdo a uno al que le dimos un último huevo que habían puesto nuestras gallinas y me dijo: «Gracias, con este huevo cenaremos cuatro». Fue muy duro. Quien no lo ha vivido, no lo sabe. Hoy una guerra no duraría tanto, en 24 horas se acabaría.

-¿Cambió mucho su vida al casarse?

-Bueno, al menos la casa a la que fui tenía comuna [retrete sin desagüe]. Por la dureza vivida en el campo, no quería casarme con un payés de los que me pretendían. Y en un baile en una masía, con música de violín, conocí a un minero de Ogassa. Durante seis años nos vimos una vez al mes, y si hacía mal tiempo, menos. Caminábamos dos horas cada uno para encontrarnos a medio camino. Teníamos tantas ganas de vernos... No cambiaría mi  juventud por la de los jóvenes de ahora, enganchados al móvil. Tuvimos tres hijos. Cuando era tarde y él no había llegado aún, tenía miedo. La mina no era mejor que la vida de payés.

-¿Cree haber tenido una vida bona?

-En esta vida he reído mucho y he llorado mucho. Entre miseria tuve mis ilusiones. Hoy comemos bien, no pasamos frío... Había entrado tantas noches en la cama rechinando los dientes de frío... A veces la nieve se colaba hasta la cama. Y ahora ya tengo el grado que me faltaba: soy bisabuela.