INICIO DE UN POLÉMICO VIAJE

El Papa admite falta de rapidez y firmeza ante la pederastia

BEGOÑA ARCE / Glasgow / Enviada especial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Benedicto XVI denunció ayer en Escocia los peligros de «la secularización radical» de la sociedad británica, el mismo día en que admitió que la Iglesia católica no ha actuado con la suficiente celeridad para prevenir el abuso de menores por parte del clero. Durante la primera jornada de su histórica visita a suelo anglicano, el Papa colocó el papel de la religión en el centro de la sociedad y de su discurso. La misma religión que en el Reino Unido, a su juicio, se encuentra asediada por las fuerzas laicas y el ateísmo de la era moderna.

En el primer acto de su visita, durante la audiencia ofrecida por la reina Isabel II en el palacio de Holy-rood, a las afueras de Edimburgo, el Pontífice evocó el peligro del «ateísmo extremo» de estos tiempos y pareció compararlo con la tiranía del nazismo durante la segunda guerra mundial. Una sociedad como la británica, advirtió, «moderna y multicultural», está amenazada por un laicismo «que no solo no respeta, sino que ni siquiera ya tolera los valores tradicionales».

IRLANDA DEL NORTE Isabel II, más diplomática, agradeció a la Santa Sede su papel para mejorar la situación del conflicto en Irlanda del Norte. También expresó su deseo de profundizar en el «diálogo, respeto y reconciliación», entre las dos iglesias. A la recepción acudieron 400 personalidades de la vida británica, incluidos miembros de todos los credos. En nombre del Gobierno asistió el liberal Nick Clegg, un ateo declarado, ante la ausencia obligada del primer ministro conservador, David Cameron, que asistió al entierro de su padre. Más tarde en Bruselas, Cameron dio «la más cálida y cordial bienvenida al Papa».

El discurso del Pontífice ante Isabel II, en la que es la primera visita de Estado a tierra anglicana del primado de la Iglesia católica desde que Enrique VIII se separara de Roma en el siglo XVI, fue calificado de agresivo y altamente político. Sus palabras volvieron a suscitar críticas de quienes consideran que el Pontífice nunca debía haber recibido los honores de un estadista.

Horas antes de su llegada, en el avión de Alitalia que le trasladó desde Roma, Benedicto XVI hizo un explícito reconocimiento de la responsabilidad de la Iglesia católica, como institución, en los miles de casos de abusos sexuales y de otro tipo cometidos durante décadas por el clero en todo el mundo. Ni los obispos ni el Vaticano, afirmó, han reaccionado como debían a la hora de atajar el problema. «Tengo que decir que siento una gran tristeza. Tristeza también porque la autoridad de la Iglesia no ha sido lo suficientemente vigilante, ni suficientemente veloz, ni decidida a la hora de tomar las medidas necesarias», afirmó Joseph Ratzinger.

ENFERMOS El Papa, sin embargo, volvió a referirse a los clérigos agresores como seres enfermos a los que hay que curar y no como delincuentes a los que solo caber poner en manos de la policía y la justicia. «Yo aún espero que mi agresor pague por lo que hizo», comentaba la americana Theresa Alberch, violada a los 8 años, que ayer protestaba en Edimburgo contra el Papa.

Pero ni los manifestantes, que preparan su principal marcha de protesta para mañana en Londres, ni los fieles formaron ayer grandes aglomeraciones en las calles de la capital escocesa. Junto a las vallas del recorrido que el Papa realizó por el centro de la ciudad en el nuevo papamóvil, había, según algunos cálculos extraoficiales 100.000 personas, muchas de ellas niños de las escuelas católicas de la autonomía. Por la tarde, unos 70.000 fieles escucharon la misa al aire libre oficiada por el Papa en Bellahouston Park, en Glasgow, el mismo recinto en el que en 1982 Juan Pablo II reunió a 250.000 creyentes. Los 30 euros que costaba la entrada algo tuvieron que ver en el hecho de que casi un tercio de los tíquets se quedaran sin venderse. La larga espera, debido a los minuciosos controles de seguridad, estuvo amenizada por varios artistas populares, incluida Susan Boyle, que cantó un par de canciones.

En la homilía, bajo un sol luminoso y vientos inclementes, Benedicto XVI retomó la batalla de la defensa de la religión, «especialmente importante en estos tiempos cuando la dictadura del relativismo amenaza con oscurecer la inmutable verdad sobre la naturaleza del hombre». La religión, añadió, «es la garantía de la auténtica libertad y respeto». La muchedumbre escuchó sus palabras con respeto, pero en ningún momento se produjeron las muestras de júbilo y exaltación que provocaba su antecesor. El Papa, que viaja acompañado por un séquito de 30 miembros del Vaticano, tomó a última hora un avión con destino a Londres, donde pasó la noche y hoy protagonizará la segunda jornada de su polémica visita.