HISTORIA DE LOS HUSOS EN EUROPA

Un siglo de tiempo cambiante

Los cambios de hora se empezaron a plantear a principios del siglo XX, pero han sido las guerras, la política y la economía lo que ha ido moldeando el devenir de los relojes

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zentauroepp14449050 guerra civil180831164026 / SANTOS YUBERO

Carlos Márquez Daniel

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El horario; esa manía de ordenar la vida, de fijar rutinas, de marcar pautas. Pero también un jarabe contra el caos, el desorden y la anarquía. Y cómo no, una herramienta de control social. Cada uno pasa como puede o como quiere las 24 horas del día, pero lo que no cambia es la dictadura del reloj, esas caprichosas manecillas que nadie ha logrado detener. Pero sí avanzar o retrasar. España, por ejemplo, es campeona en esto de alterar los tiempos, por cosas de la guerra, por amistades peligrosas, para ahorrar energía, para que la tarde sea menos noche. Y todo, aunque parezca que viene de toda la vida, viene sucediendo desde hace poco más de 100 años, a pesar de que Benjamin Franklin, a finales del siglo XVIII, intentó en vano abrir una reflexión al respecto tras comprobar que París ahorraba en velas al levantarse más temprano.

Dice el mito que el compadreo entre Franco y Hitler llevó a la España franquista a hacer suyo el horario nazi, esto es, a avanzar una hora el reloj (GMT+1). Es cierto, pero a medias, ya que el régimen, para ser exactos, copió la modificación horaria que había dictado el gobierno francés el 25 de febrero de 1940 para ponerse en sintonía con Berlín. La orden ministerial de Madrid se firmó solo dos semanas después, y apelaba a la "conveniencia de que el horario nacional marche de acuerdo con los otros países europeos". Poco después harían lo propio el Reino Unido y Portugal, entre otros estados. Finalizada la segunda guerra mundial, los británicos volvieron a su hora anterior; Madrid y París, se quedaron con la hora germánica. Y así hasta hoy.

Nuestro meridiano

Hasta el siglo XX fue el sol y no la diplomacia quien marcó el horario en nuestro país. Aquello, sin embargo, generaba desajustes entre provincias -no tenían la misma hora-, aunque el meridiano de Madrid (tres grados y 41 minutos al oeste) marcaba la hora oficial en España. Fue así hasta que en 1901 se adaptó en todo el territorio el horario del Meridiano de Greenwinch. Unos años después, en 1918, se añadió el cambio de hora para los meses de verano, después de que lo hicieran antes los británicos. Quiere la historia que un antepasado de Chris Martin, cantante de Coldplay, fuera el responsable ideológico de la cosa. Se llamaba William Willet, y en 1907 publicó un tratado sobre las ventajas de adelantar 80 minutos los relojes en verano y tener así tardes más largas, con más horas de luz, lo cual supondría un ahorro de 2,5 millones de libras en gastos de iluminación.

Durante la Guerra Civil española también el tiempo sufrió su caos particular. El bando republicano decidió en abril de 1938 añadir una hora más al reloj durante el verano (era la primera vez que se hacía en España). De este modo, y hasta que las armas callaron, en la península hubo dos horas, distintas y oficiales. Franco optó por el horario franco-alemán, y aquí paz y después gloria.

Maldito petróleo

La hora de verano dejó de aplicarse entre 1950 y 1973, hasta que la crisis del petróleo llevó al gobierno a reinstaurarla por la vía urgente en 1974. Muchos otros países hicieron lo propio (Francia en 1976 y Portugal al año siguiente). Fue en julio de 1980 cuando la Comunidad Económica Europea, de la que España aún no formaba parte, publicó la primera directiva comunitaria que ponía orden en los cambios horarios. Al parecer, el libre albedrío aumentaba el coste de los transportes y de las telecomunicaciones. Aquel proceso, sin embargo, se prolongó hasta 1996, cuando todos los estados miembros fijaron el fin del horario veraniego el último domingo de octubre. Hasta el 2001, de hecho, se redactaron ocho reglamentos europeos.

Canarias ha seguido la estela de la resta del Estado, pero no siempre ha ido 60 minutos por detrás. El real decreto de principios de siglo no tuvo en cuenta la peculiaridad de las islas, un descuido que se subsanó en 1922. También Galicia es singular. El hecho de estar emparentados temporalmente con Alemania genera en esta región una situación extraordinaria, ya que en verano, en algunos municipios, la diferencia entre el mediodía solar verdadero y las 12 horas oficiales alcanza los 160 minutos. Solo al oeste de China existe semejante desfase. España es diferente, pero tampoco tanto.