Orgullo LGTBI 2018

"El cambio de sexo llevó a mi familia a un punto de sinceridad que desconocía"

Lina Fabiana Mulero (a la derecha), de 46 años, con su mujer, Ali Latchinian, de 45.

Lina Fabiana Mulero (a la derecha), de 46 años, con su mujer, Ali Latchinian, de 45. / periodico

Beatriz Pérez

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Lina Fabiana Mulero (Montevideo, 1971) nunca se sintió un hombre, pese a que este es el género que le asignaron al nacer. Se casó, como hombre, en 1991 con Ali Latchinian (Montevideo, 1970), y en el 2001 nació su hijo. Pero algo no iba bien dentro de Lina, que se sentía una mujer. Y, además, lesbiana. "Si me gustaran los chicos, hubiera sido más fácil", confiesa. Durante décadas, ocultó su sentir interior. "Mi expresión de género era muy masculina para disimular". Pero llegó un momento en que no pudo más. "Este proceso hace mucho daño. Estaba depresiva. Mi vida no tenía ningún sentido". En el 2013 se lo dijo a Ali. "Para ella fue muy difícil de asimilarlo, porque ella es una mujer heterosexual".

Estuvieron un año separadas y, poco después de que Lina comenzase la hormonación, volvieron. "Para mí fue un choque porque venía de una educación súperpatriarcal -reconoce Ali-. Pero no lo viví como un problema, sino como algo desconocido. Tuve que repensar mi sexualidad y salir yo también del armario". El tránsito de Lina ha hecho "transitar" también a toda la familia y, además, la ha llevado a un "punto de sinceridad" que desconocía, en palabras de Ali. "No es un tema que haya que aceptar o tolerar, sino que hay que acompañar al ser querido. Las parejas no somos tuteladoras de nadie", añade Ali.

"Para Ali fue muy difícil asumir mi tránsito porque ella es una mujer heterosexual"

Lina Fabiana Mulero

También el hijo de ambas, Thiago, que entonces tenía 13, entendió bien el tránsito de Lina. "Aunque de puertas para adentro –matiza la madre-. Porque en la calle, ante sus amigos, él no me visibilizaba. Este es el otro tránsito paralelo". Pero poco a poco el niño sí lo aceptó bien y, con él, el entorno de la familia. "Somos muy queridas", dice Lina, que actualmente es miembro de la plataforma Transforma la Salut, que lucha por un nuevo modelo sanitario que apueste por la despatologización de las personas 'trans'. A día de hoy, Lina se plantea una operación de reasignación genital pero solo a largo plazo. La echan para atrás las largas listas de espera (dos años aproximadamente) que hay para este tipo de intervención.

Y en cuanto a la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de dejar de considerar la transexualidad una enfermedad mental, Lina lo tiene claro: "Es un pequeño paso. Hemos sumado, pero no estamos conformes porque pasa a considerarla una incongruencia de género y la única incongruencia es patologizar el derecho a la diversidad humana".

"Es una decisión muy grande, implica muchos cambios. Yo siento que he transitado durante muchos años: desde que empecé a planteármelo hasta que finalmente tomo la decisión y voy a Trànsit", relata Nacho Uzcategui (Maracaibo, 1985). Trànsit, ubicada en el CAP NumànciaTrànsit,  de Barcelona, es la unidad de referencia de la Conselleria de Salut para tratar a las personas 'trans'. Algunos de sus amigos, cuenta Nacho, tuvieron que pasar una serie de tests en la Unidad de Identidad de Género del Hospital Clínico. "Las preguntas de estos exámenes atienden a roles de género muy hegemónicos. Por ejemplo, te preguntan con qué te gustaba jugar de niño: si con coches o con muñecas".

En Trànsit, donde acude desde hace un año, se sintió más cómodo porque no tuvo que pasar por procesos psiquiátricos y porque, entre otras cosas, él es una persona no binaria: no se siente ni hombre ni mujer. "Aunque tomo testosterona y sociabilizo en masculino. Con el idioma es difícil…", cuenta Nacho. "Me siento muy identificado con el movimiento de bolleras camioneras".

"Soy consciente de los derechos que he ganado desde que me identifico como hombre. En el trabajo ya no tengo que repetir las cosas dos veces"

Nacho Uzcategui

Este joven venezolano que trabaja de informático y de cocinero asegura que la mayoría de la gente se ha tomado "muy bien" su tránsito. "Tengo una pandi 'trans' muy buena". Aun así, se enfrenta como tantos otros a una serie de dificultades que le recuerdan que la sociedad aún tiene mucho que cambiar. "Mi DNI no está cambiado. Sin embargo, mi currículum, a las empresas, les llega como Ignacio. Siempre es un lío explicarlo", atestigua. De Barcelona destaca el "importante" movimiento 'trans' que hay ("mucha gente viene aquí porque Trànsit no existe en otras zonas"). Y de su proceso, los privilegios que ha ganado por el hecho de transitar de mujer a hombre. Al revés, dice Nacho, se pierden derechos.

"En el trabajo lo noto mucho. Tengo más camaradería, sobre todo en el mundo informático, donde hay muchos hombres. No tengo que repetir las cosas dos veces para que se me tenga en cuenta. Y si cometo errores, no es tan malo". Nacho reconoce que las mujeres 'trans' son las que más han sufrido la discriminación laboral, abocadas como han estado muchas veces a ejercer la prostitución. "Ellas sufren más violencia". El joven aboga, principalmente, por invertir esfuerzos en el ámbito laboral, en donde gran parte de este colectivo se topa con más problemas.

Ágora Castrillo (San Cristóbal de la Laguna, 1997) se siente "totalmente orgullosa" de ser una mujer 'trans'. Desde pequeña creía que "algo no estaba bien" dentro de ella y la transexualidad le parecía "lo peor". Hoy habla sin tapujos de su identidad de género y destaca lo mucho que le ha abierto la mente conocer a gente "diversa y maravillosa" que vivía lo mismo que ella. "Mi familia me apoyó mucho. A los 12 años me empecé a dejar el pelo largo y tenía muy claro que a los 18 tomaría las hormonas".

Ágora cree que el sistema educativo debería enseñar educación sexual "muchísimo mejor" de lo que ahora se hace: "Todo es muy binario, sexista y heteronormativo". Considera que las personas 'trans' no son la parte más invisible del colectivo LGTBI pero que, desde luego, "están en el 'ránking'". Y llama también a hacer autocrítica dentro del propio colectivo porque, aunque este año haya decidido darle visibilidad a las personas 'trans', también "existe transfobia" en el seno del mismo.

"Ser mujer es un 'hándicap' y ser mujer 'trans' empeora la cosa. Esta etiqueta te persigue toda la vida"

Ágora Castrillo

Lamenta el 'bullying' al que están sometidos los 'trans' y las muchas faltas de respeto que sufren. "Ser mujer es un hándicap [a la hora de sufrir discriminación] y ser mujer 'trans' empeora la cosa. Esta etiqueta te persigue toda la vida y cuando conoces gente te tienes que enfrentar siempre a su patético juicio sobre tu vida y tu cuerpo", denuncia. Certifica, como Nacho, que transitar te hace ganar o perder derechos dependiendo de cuál sea tu sexo de origen y cuál el de destino. Las mujeres 'trans' salen siempre perdiendo. "Si quieres entender las diferencias entre hombres y mujeres, pregúntale a una mujer 'trans'".

De fuerte carácter, esta joven, que se considera activista independiente, pide que se respete a los 'trans' tal y como son: tomen o no hormonas, decidan operarse o no. "Que la sociedad deje de estigmatizarnos y hacer prejuicios sobre nosotros". Eso sí, reconoce que, dado que ella encaja en lo que prototípicamente se considera una mujer, ha tenido menos problemas que otras personas para encontrar trabajo. Y celebra que cada vez haya más espacios donde este colectivo esté cómodo y se sienta bien.

"Siempre había notado algo, pero hasta los 20 años no le puse nombre. Fue cuando comencé a leer artículos de temática 'trans'. Yo siempre estuve en el grupo de los 'frikis' del colegio". Edurne Pascual (Barcelona, 1985) tenía ya 23 años cuando llegó a la conclusión de que empezaría el tránsito de hombre a mujer. "Primero se lo dije a mi pareja de entonces, luego a mi madre y hermanos, y después hice una publicación en Facebook en la que anunciaba que me identificaba como mujer 'trans'". En cuanto a su orientación sexual, se define como "pansexual": es decir, el género de la otra persona no es un factor que incluye en la atracción que ella siente.

Edurne aplaude que las personas 'trans' sean las protagonistas de la celebración del Orgullo de este año que lleva a cabo la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), pero tampoco le sorprende. "Los orígenes del Orgullo están precisamente en las mujeres 'trans', en los disturbios de Stonewall". En 1969, Nueva York fue el escenario de protestas contra una redada policial en el pub The Stonewall Inn, frecuentado por especialmente por el sector más marginal de la comunidad LGTBI, entre ellos los transexuales. Era frecuente que las autoridades revisaran los genitales de quienes utilizaban prendas femeninas para cerciorarse de su sexo. Hasta que el colectivo estalló. Fueron los orígenes del Orgullo LGTBI. "El colectivo se dio cuenta entonces de que podía plantar cara", dice Edurne.

"En la empresa en que trabajaba nunca se dirigieron a mí en femenino. Eso me causó crisis de ansiedad. La transexualidad es una dificultad añadida a la hora de encontrar trabajo"

Edurne Pascual

Esta joven informática en paro da cuenta de las dificultades a las que se enfrenta una persona 'trans' en el mundo laboral. "En la empresa en la que trabajaba antes nunca se dirigieron a mí en femenino. Eso me causó crisis de ansiedad", cuenta Edurne, que es consciente de que su transexualidad es una "dificultad añadida" a la hora de encontrar trabajo. "Por ejemplo, mi voz no ayuda. Es masculina. Al revés [de mujer a hombre] es más fácil". La hormonación cambia la voz en el caso de los hombres 'trans', pero las mujeres 'trans' que desean feminizar su voz deben, en la mayoría de los casos, operarse las cuerdas vocales. Y esta operación no está cubierta por la Seguridad Social.