Largas colas de madrugada ante Justicia para obtener el certificado antipederastia

GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Vigilantes de comedores, entrenadoras de balonmano, aspirantes a maestrasacompañantes de niños autistas, monitores de actividades extraescolares, empleados de gimnasio e incluso dentistas. Todos ellos forman largas colas de madrugada ante la única oficina que ha habilitado el Ministerio de Justicia en Catalunya para obtener el certificado de penales con el que todo profesional que trabaje con menores debe acreditar que nunca ha sido condenado por pederastia o maltrato infantil.

Además de disponer una sola oficina (en la calle de Garcilaso, en el barrio barcelonés de la Sagrera), Justicia no permite pedir cita previa.

La gota que ha colmado el vaso ha sido la apertura, el 18 de enero, de la bolsa de trabajo de Ensenyament. La legión de docentes que necesitan el documento para inscribirse, sumada a trabajadores de otros sectores que peregrinan hasta la misma puerta, ha saturado la oficina. La Conselleria d'Ensenyament decidió este mismo martes por la tarde ampliar hasta el 23 de marzo el plazo para presentar este certificado. La medida pretende deshacer un tapón que impide atender a todos los solicitantes. A pesar de que los primeros llegan antes de las cuatro de la mañana y los últimos que cogen turno lo hacen más de una hora antes de que abra la oficina.

Este martes tan solo han logrado su misión 480 pretendientes. Cuando la tanda de turnos ha llegado a este número, los responsables de la oficina, que solo está abierta de 09.00 a 14.00 horas, han colgado el cartel de cerrado. Más de 200 personas han tenido que marcharse de vacío, a pesar del madrugón, y resignarse a probar suerte el día siguiente.

ALEGACIÓN DE JUSTICIA

Justicia alega que el trámite podía realizarse desde el pasado verano y que contaba con atender por internet la mayoría de las solicitudes. Pero para esto se requiere disponer de firma electrónica, algo que muchos solicitantes no tienen.

Silvia (46 años) es la madre de Laura (22 años), una trabajadora de una escuela de Olesa de Montserrat que acompaña a dos alumnos autistas durante las clases. Su horario laboral coincide con el de apertura de la oficina. “Con un contrato eventual, ella no podía escaparse” y le pidió a su madre que le consiguiera el papel. A Silvia, funcionaria de prisiones, no le ha quedado más remedio que terminar su turno de noches en la cárcel y empalmar el fin de su jornada con la cola. Ha cogido el papel 405, le ha faltado poco para quedarse fuera. Son las 13.15 horas cuando atiende a este diario y tiene ojeras y mucho sueño. “Es patético, pero no tenemos más remedio que comernos el marrón”.

COMPRA DE TURNOS

Georgina, Ana y Lidia son monitoras de comedor en un centro del distrito de Sant Andreu. Han llegado a las 9.20 horas porque a las 8.00 deben recibir a los niños en la escuela. En cuanto han empezado las clases, han salido disparadas hacia la oficina. “Demasiado tarde”, explican. La suerte les ha sonreído cuando ya se retiraban porque se han quedado con el turno de otros más madrugadores, pero pagando. “Eran tres chicas que tenían número pero tenían que irse, nos lo han vendido por 2 euros para recuperar el dinero del aparcamiento”. Georgina no hubiera pagado más que eso, Ana admite que hubiera subido a 5 euros y Lidia guarda silencio cuando se le pregunta si hubiera pagado más de 10 euros.

Cuando se ha cerrado la asignación de turnos y muchos se han quedado fuera, los ánimos "se han caldeado". Lidia, antes de comprar el suyo, admite que ha propuesto “cuadrarse”. Eran varios los que sopesaban “entrar por la fuerza” y ocupar la oficina. 

HISTORIAS DE CONTRATIEMPOS

Cristina tiene 19 años, se encarga de las actividades extraescolares en una escuela de Sant Adrià de Besòs y ha tenido tiempo de conocer los casos de sus compañeros de cola. “Hay mil historias de contratiempos”, remarca. La suya se resume en que debe regresar al colegio a las 14.15 horas. Son las 13.00 horas y el trayecto, de “18 paradas de metro", equivale a "unos 45 minutos”. Si no la atienden en media hora, tendrá que irse sin un certificado que busca desde las siete de la mañana.

Junto a Cristina espera Sandra, de 26 años, necesita el maldito papel para inscribirse en las listas de interinos de educación primaria. Ayer fracasó porque vino desde Reus y llegó demasiado tarde. Por la noche se quedó a dormir “en casa de una amiga” y esta mañana antes de las ocho estaba en la cola. Tiene el 419, justo, pero dentro. El aplazamiento anunciado por Ensenyament aliviará casos como el de Sandra. Pero el resto de trabajadores tienen fechas de entrega más apremiantes, casi todos deben entregarlo antes de que empiece febrero.

Ninguno de los afectados discute una medida tomada para proteger a los menores. El problema es el desprecio de la Administración que les obliga a pasar por un via crucis con una sola oficina para toda Catalunya y sin dar cita previa.

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