Gente corriente

Maite García Valls: "Lo peor es no saber que la novia está embarazada"

Todo el romanticismo que cabe en una boda pasa antes por la aguja y el dedal de esta modista de vestidos de novia.

«Lo peor es no saber que la novia está embarazada»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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Cupido, el dios del deseo en la mitología romana, y Eros, en la griega, son los comerciales que, sin sueldo ni comisión, envían a todas las clientas que cruzan el portal del número 33 de la peatonal calle de Sant Miquel de Badalona. A pocos metros del mar, con sedas naturales, crepés, blondas, rasos y organzas, las manos de Maite García Valls bordan enaguas, velos y colas de vestidos nupciales, encajes de magia para un día muy especial.

-¿Cose los vestidos a mano?

-Sí, Maria, Eli, Míriam y yo, todas modistas, confeccionamos buena parte de los vestidos a mano, y los acabados sobre la novia.

-El nombre de su tienda, Vel, l'atelier, ya hace intuir que aquí se cose mientras se atiende. ¿Ha cosido vestidos toda la vida?

-No, yo era secretaria de dirección en una empresa hasta que me cansé, me tomé dos años sabáticos, y cuando me propuse encontrar trabajo, una conocida tienda de novias seleccionó mi currículo.

-¿Ya como modista?

-¡Qué va! Empecé de dependienta, pero me impregné del oficio: diseñar, coser, probar y, sobre todo, meterse en la piel de una novia. Trabajé en tres grandes firmas de novias, y como tenía corte y confección, ya cosía.

-¿Usted se ha casado?

-Dos veces, las dos con el mismo hombre, y con dos vestidos hechos por mí. El primero era de crepé de seda natural y una gran cola, y en el otro vestía pantalón de crepé, blusa de chantilly y jersey con puños de piel.

-¿Qué le llevó a abrir su propia tienda?

-Quería dedicarme a cada novia como si fuera mi única clienta. Trabajando a gran escala, el trato personalizado no es posible, y menos con la presión de las ventas. Ahora mis novias pasan todas las horas que precisen para resolver dudas, cambiar, comparar, hablar. Y nosotras cosemos las horas que sean para dejar el vestido listo hasta el mínimo detalle. Yo bordo todo el día, me encanta bordar al sol. Si tuviera que cobrar por horas, el negocio sería insostenible.

-¿Cómo lo hace sostenible, pues?

-Recortando márgenes, por eso no tengo 40 tiendas ni monto photocalls. Yo no vendo vestidos de novia, yo me ilusiono.

-¿En qué momento se emociona más?

-Cuando se prueban el vestido por primera vez. Si lloran, lloramos todas. Siempre hay pañuelos a punto. No voy a sus bodas, aunque me invitan, porque lloraría mucho.

-¿Qué consejo suele dar más?

-Que sean ellas mismas, preciosas ese día, pero como son ellas realmente.

-¿Y cuál es la mayor dificultad en el proceso de preparación de un vestido?

-Aparte de la elección del modelo, que en nuestro caso no responde a modas sino a lo que hará brillar más a la novia, hay que tener en cuenta que en todo el jaleo de preparativos de la boda se pueden adelgazar unos cuatro kilos, eso a la que los nervios no le dan por engordar. Pero bueno, peor es no saber que está embarazada.

-¿Qué? ¿No se lo dicen?

-Alguna, en el probador y en voz baja, para que no lo oiga su madre, me dice: estoy de tres meses. Muchas veces quieren anunciarlo el día de la boda. Otras no lo dicen, aunque nosotras lo notamos porque, ya al principio, las costillas se separan. También han venido incluso de ocho meses y en 15 días les hacemos el vestido. Las embarazadas vienen mucho a hacerse vestidos de fiesta, la otra confección que hacemos.

-¿Los zapatos también los tienen?

-No, como dice el dicho: ¡zapatero a tus zapatos! Eso es complicadísimo, porque hay muy pocas tiendas especializadas en zapatos de novia. Y un buen zapato puede arreglar un mal vestido, pero un mal calzado de novia estropea su vestido siempre.