Carmena irrita a los madrileños con la gestión del episodio de polución
No se espera que refresque en Madrid, como mínimo, hasta el sábado. El ‘veroño’, los últimos coletazos del verano en plena estación otoñal, propicia fenómenos atmosféricos como la boina de contaminación que se enquista sobre las grandes concentraciones urbanas. La capital del Estado padecía hasta este martes un morrocotudo episodio de polución, lo que podría haber generado este miércoles una situación inédita en España: prohibir circular por el centro de la ciudad al 50% de los vehículos. Al final, muy al final, la mejora del episodio de contaminación ha evitado la medida. De hecho no solo no se aplicará esta restricción sino que se levantan las que estaban vigentes. De la mayor limitación que este país le iba a imponer al tráfico, de nuevo a la barra libre para el coche. En el poso del asunto, una calidad del aire que pone en jaque las políticas medioambientales de las grandes ciudades.
La medida habría afectado a los siete distritos del interior de la M-30. Para desplegarla era necesario que dos estaciones meteorológicas de una misma zona que analizan los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) superaran los 200 microgramos por metro cúbico durante dos horas consecutivas. Pero no ha sido así. No se ha decidido hasta bien entrada la noche, sobre las 23.30 horas, lo que ha generado numerosas críticas en las redes sociales, ya que la ciudadanía aspiraba a organizar su jornada laboral en función de la decisión municipal. No ha ayudado un tuit del propio consistorio, que luego ha sido borrado, en el que se bromeaba sobre la hora a la que se daría la información.
La medida de emergencia debía haberse dictado ya el lunes por la noche al darse las circunstancias, pero al coincidir el martes con la operación retorno del puente, el ayuntamiento pensó que restringir el tráfico generaría un caos circulatorio de dimensiones bíblicas.
Sin embargo, vistos los últimos registros de las estaciones medidoras, el consistorio ha decidido a tardía hora del martes no mantener ni siquiera el episodio 2 de su protocolo de contaminación, el que rebaja de 90 km/h a 70 km/h el límite de velocidad en la M-30 y prohíbe aparcar en las zonas verdes y azul del centro a los no residentes.
Lo que subyace en el episodio en sí es la capacidad de la Administración de reducir la contaminación. En el caso de Barcelona, por citar un ejemplo, el 60% de la polución lo genera el tráfico.
Juan Bárcena, responsable del área de calidad del aire de Ecologistas en Acción, da la bienvenida a cualquier decisión política destinada a combatir los malos humos, pero reclama “planes estructurales destinados a reducir el peso del coche en la ciudad”. “Este protocolo es un intento de mitigar los efectos de los episodios de polución pero hay que ir más allá e impulsar un proyecto destinado a reducir el tráfico en Madrid”. Precisamente este miércoles está prevista la presentación del borrador de propuesta del plan de calidad del aire y cambio climático de la ciudad, que sustituirá al que caducó en el 2015. Por lo que ha podido saber Bárcena, la voluntad del ayuntamiento coincide con los deseos y el diagnóstico de los ecologistas.
Hay dos maneras de conseguirlo: a la británica, con un peaje que penaliza al conductor que quiere circular por el centro, o a la barcelonesa, con reformas urbanísticas que quiten espacio al vehículo privado. Según avanza este miembro de Ecologistas en Acción, el consistorio madrileño se plantea “eliminar carriles en vías emblemáticas como la Gran Vía o la Castellana”, además de “reducir espacio para aparcamiento en la vía pública”. “La idea es que ir en coche por Madrid sea difícil, costoso y molesto; tanto, que el conductor acabe optando por otros sistemas de transporte para moverse por la ciudad”.
TENER O NO TENER ALTERNATIVAS
Eso, lo de encontrar alternativas al vehículo privado, pinta mejor en Madrid que en Barcelona, sobre todo en lo que hace referencia a sus respectivas áreas metropolitanas. Bárcena asegura que la capital del Estado dispone de una “muy buena” red de transporte público, tanto urbana como interurbana. Pero con matices: “En los últimos dos o tres años, ha ido a peor por efecto de la crisis”. La capital catalana sufre a diario las carencias de la red de Rodalies, las conexiones en bus entre los distintos municipios son insuficientes y al transporte público de superficie dentro de la ciudad le faltan carriles reservados para ir más deprisa.
En el caso de que la situación en Madrid hubiera seguido empeorando en vez de mejorar, el consistorio podría incluso haber prohibido la circulación de todos los vehículos en el núcleo de la urbe. Esta es una de las novedades del protocolo que el gobierno de Manuela Carmena aprobó a principios de año, un endurecimiento del que dejó en herencia Ana Botella.
El protocolo de Madrid contrasta con el aprobado por el Govern presidido por José Montilla para el área metropolitana de Barcelona en el 2009, donde la medida estrella, por no decir la única, es la velocidad variable en los accesos a la capital catalana.
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