COMUNICACIÓN

Los periodistas de Barcelona reivindican la figura de Pilar Casanova

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IOSU DE LA TORRE / BARCELONA

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El mirador del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) arropó la tarde noche de este miércoles a la familia y amigos de Pilar Casanova (Lleida, 1957- Madrid, 2016). Meses después del repentino fallecimiento de la periodista que se sentía muy de Barcelona, se le recordó como la mujer de carácter que fue y la reportera que dejó huella en las redacciones de 'Tele/Express', 'El Periódico de Catalunya', 'La Voz de Asturias', 'El Observador' y 'Diario de Sevilla'.

Pilar Casanova también aportó su estilo en la Generalitat, el Col.legi de Periodistes de Catalunya y la agencia rusa Spútnik Nóvosti. Una andadura significativa, siempre al lado, junto, con Carlos Enrique Bayo Falcón, su compañero.

Trabajó en los primeros años 80 en este diario. Venía de 'Tele/Exprés' con aquel grupo de apóstoles que adoctrinaba Josep Maria Huertas Claveria y que siempre serán recordados en el oficio como los 'huertamaros'. El miércoles, uno de ellos, Juanjo Caballero, recordó cómo fue él quien recomendó a Huertas que apostase por aquella muchacha empleada en el archivo del diario dirigido por Ibáñez Escofet. La escena suena divertida, como en una película en blanco y negro: Caballero al volante yendo al Poble Nou, devolviendo al maestro a casa, tras cubrir la jornada, dibujando proyectos. El jefe necesitaba un ayudante que le cribase las llamadas, la correspondencia y el alud de teletipos.

Casanova clavó esa misión. Y muchas más. Así la conocí en la redacción de EL PERIÓDICO de la calle de Urgell, en 1986. Pude observarla durante los pocos meses que transcurrieron hasta que voló en misión de servicios a Oviedo para recobrar el pulso del centenario diario 'La Voz de Asturias'. En el equipo médico destacaban, además de ella, Carlos Enrique Bayo, Carlos Martín, Patxi Zudaire, Eloy Carrasco, Josep Maria Serra, Jose Lainz, Jaume Arajol, Pepe Santos, Albert Garrido y Rafa Jorba.

MOSCÚ, WASHINGTON

Los Casanova volaron más tarde a Moscú. Él, con 'Diario 16', y ella, con 'El Observador'. Carmen Muñoz y Teresa Rubio nunca olvidaron a tamaños anfitriones. Como tantos periodistas que en aquellos últimos 80 visitaban la Rusia de Gorbachov, y la 'perestroika' y, indefectiblemente, pasaban por su apartamento moscovita en busca de conocimiento y fenomenales tertulias. Siempre con las maletas a cuestas, llenas de proyectos e ideas.

Y de Moscú a Washington, con retorno a Barcelona y vuelta a empezar en Madrid. Siguiéndoles la pista desde aquí lejos.

Cuarenta y dos años después de periodismo, en la noche del miércoles, bajo el manto del atardecer de Barcelona, la figura de Pilar, la Pili, como le llamábamos, emergió también en la voz quebrada de Lydia Falcón, que leyó el poema que le dedicó a su nuera en aquellos amargos días de junio en que el cáncer la devastaba.

Y con el recuerdo de una de sus sobrinas, o en el de su hermana recién llegada de Estados Unidos. O en la mirada rocosa y la actitud elegante de la madre de la periodista.

El testimonio de los veteranos Pepe Ribas (revista 'Ajoblanco'), Miquel Villagrasa ('La Vanguardia') y dos jóvenes licenciadas describieron el compromiso de la compañera, amiga y maestra, una segunda madre según describió una de las recién llegadas al oficio. 

Marta Continente relató los años que, durante los gobiernos del 'tripartito', compartieron muchas horas trabajando sobre los cambios que se experimentaban en la educación y los medios de comunicación. El mensaje de Neus Bonet, del colegio de periodistas, subrayó la deuda que tiene la profesión con Casanova. Su labor mejoró los servicios que presta hoy la entidad a sus colegiados.

También hubo muchos silencios, bien interpretados por Rosa María Calaf, incluso cuando la tecnología falló en una grabación en vídeo en la que el politólogo Juan Carlos Monedero glosaba el recuerdo de la amiga Pili. Con Pili estaban sus siete hermanos y sus familias y un nutrido grupo de periodistas. De la tele, la radio, los diarios y las instituciones.

Tan presente estuvo que de repente, en mitad de los discursos, se desprendió la fotografía de la periodista que presidía el salón del CCCB. La sonrisa cómplice de la retratada sobrevoló por un instante que queda congelado en la memoria.

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