El 21% de los niños sufren pobreza que lastra su educación

Dos niños hacen los deberes en el centro de la Fundación Adsis en el Carmel, en Barcelona.

Dos niños hacen los deberes en el centro de la Fundación Adsis en el Carmel, en Barcelona.

TONI SUST / BARCELONA

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Hay adolescentes que tienen problemas más relevantes que hacer los deberes. Niños que cada día van al colegio con más peso en la cartera que los demás. Son menores en situación de riesgo de exclusión, una expresión que tanto se ha popularizado en los últimos años y que significa que en casa probablemente no haya trabajo y sin duda falte el dinero. Estudiar en esas condiciones es más difícil y el rendimiento escolar se resiente: es de lógica. Pero no solo se intuye, se puede demostrar, como ha hecho Fundación Adsis, que ha elaborado un estudio que lo atestigua.

Según el informe Desigualdad invisible, que tuvo una primera edición en el 2013, de cada 30 estudiantes de la ESO en España, seis sufren carencias económicas severas que condicionarán su futuro educativo. Es decir, el 21% del total, 2,6 puntos más que en el estudio de hace dos años. De este grupo, el 82% no disfruta de vacaciones, el 77% pasa frío en casa en invierno, el 69% no come carne o pescado tres veces por semana. Sostiene Daniel Juan, pedagogo y director del centro de Adsis en el barrio del Carmel de Barcelona, que lo más interesante del estudio es la comparación entre los estudiantes con carencias graves y los que no las sufren. En el texto son identificados como RES (Riesgo de Exclusión Social) y SIN RES. Las diferencias resultan significativas.

El rendimiento académico de los RES es un 24% inferior al de los SIN RES, a la vista de que el 56% de los que están en el grupo en riesgo de exclusión habían suspendido tres o más asignaturas en la evaluación anterior a la realización del estudio, mientras que entre los que no están en esa situación el porcentaje de los que habían obtenido el mismo mal resultado es del 32%.

INDICADOR AROPE

Para el estudio se enviaron cuestionarios a 27 institutos de toda España, que respondieron, del 11 de mayo al 20 de junio pasados, 2.860 alumnos nacidos entre 1994 y el 2010 (de ellos se considera que 592 sufren carencias económicas graves). Se empleó el indicador Arope, aunque solo parcialmente. El indicador consta de tres elementos para concluir la situación de una persona: la renta, la situación laboral de la familia y una serie de indicadores: si puede hacer vacaciones, cómo de completa es su alimentación, si puede asumir el coste de no pasar frío en invierno, entre otros. Cuenta Juan que solo se han usado los indicadores: sobre renta y situación laboral los menores o no tienen toda la información o no la desvelan.

Uno de los aspectos en los que la desigualdad es evidente es el del entorno favorable o no para el estudio. Entre los menores en riesgo de exclusión un 40% declara que no es fácil vivir en su casa y un 42% dice que no dispone de tranquilidad para estudiar en casa. En el colectivo de los que no sufren ese riesgo solo un 10% declara lo mismo. También es mucho más elevado el porcentaje de adolescentes del grupo RES que no se consideran una persona valiosa (56%) que en el grupo SIN RES (35%), o el de quienes no se ven capaces de conseguir lo que se propongan: lo piensa un 31% del grupo RES y solo un 8% del SIN RES.

LOS QUE ESTÁN PEOR

Analizados los indicadores elegidos, las estadísticas son claras en cuanto al grupo en riesgo de exclusión: el 82% no disfruta de vacaciones, el mismo porcentaje vive en familias que no están en disposición de asumir gastos imprevistos, el 77% pasa frío en casa, el 45,5% no tiene teléfono, el 43% no tiene lavadora, el 40% no tiene televisor. Mas de la mitad de estos adolescentes tienen a sus padres sin empleo: el 53%. En el caso de los adolescentes SIN RES, eso le pasa al 23%.

Las comparaciones apuntan a una mayor desatención en el grupo de riesgo: en el caso de un 47% de los menores de familias con carencias, sus padres no tienen tiempo para ayudarles en sus estudios, frente al 25% de padres en la misma situación en familias sin carencias. Como síntesis, el 64% de los adolescentes en riesgo de exclusión consideran que alcanzarán sus aspiraciones, frente al 83% de quienes no sufren ese riesgo.

Más allá de percepciones, hay hechos incontestables, que atañen a los recursos disponibles. Entre los estudiantes con carencias solo un 19% tiene acceso a formación extraescolar, frente al 44% de los que no tienen esas carencias. El 31% de los RES no tiene acceso a internet, frente a solo un 5% de los SIN RES.

«Queda clara la necesidad de acompañar al menor en su proceso educativo. Hay que potenciar la función del tutor», afirma Daniel Juan, que cuenta cómo ve llegar al centro a menores «que reciben mensajes negativos desde P-5. A uno le puse un 10 en un trabajo. Me dijo: '¿Me lo puedo llevar a casa para enseñarlo?' No le había pasado en la vida».

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