Análisis

Los CETI, el grifo de Europa

XAVIER RIUS

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Una de las consecuencias de la presión que hizo España y la Unión Europea en el 2005 para acabar con los cayucos que llegaban a Canarias, fue el desplazamiento de las rutas hacia la isla italiana de Lampedusa y Grecia. Una migración que se ha incrementado este último año por el éxodo generado por las guerras de Siria, Libia y Mali.

Muchos de los que llegan a Ceuta y Melilla, al ser personas huidas de un conflicto, pueden solicitar la protección que otorgan las leyes de asilo o la subsidiaria a las víctimas de guerras. Pero mientras el precio para poder embarcarse en una patera hacia Lampedusa es alto, saltar las vallas de las dos ciudades, o llegar a nado desde Marruecos es gratis.

La presión migratoria sobre las costas andaluzas y canarias es diez veces menor en estos momentos que la que padecían hace nueve años. Pero sigue habiendo muchos subsaharianos que iniciaron hace tiempo la ruta hacia las costas de Marruecos. Y, evidentemente, ni van a dar marcha atrás, ni van a viajar miles de kilómetros camino de Lampedusa.

Una gran parte de los que han saltado recientemente la valla en Melilla, huyen de Siria y tomaron este camino al no tener medios para pagar la patera. Recordemos el caso de Manar Almustafa, la mujer siria que llegó a Barcelona el 29 de diciembre con el 90% de su cuerpo quemado, para ser atendida en la unidad de quemados del Vall d'Hebron. Manar recorrió un largo camino desde Siria y consiguió burlar la valla de Melilla. Una vez dentro solicitó protección como víctima de guerra. Pero estuvo retenida dos meses en la ciudad sin conseguir respuesta, hasta que, gracias a la difusión del caso en la prensa, se le otorgó la protección que le ha permitido trasladarse a Barcelona.

La presión que padecen Ceuta y Melilla es un problema que no debe recaer solo en las autoridades españolas, sino que debe ser afrontado por toda la Unión Europea. Pero esa presión es un peaje que España debe asumir por tener dichas ciudades al otro lado del Mediterráneo. Los CETI son sencillamente el grifo con el España abre y cierra la puerta según la presión que padece.

Aquellos que saltan la valla o llegan a nado saben que deben evitar que la Guardia Civil los coja y sin darles pie a decir que son menores, mujeres embarazadas o solicitantes de asilo, vulnerando la ley, abra la valla y los empuje hacia Marruecos. Si evitan ser atrapados y llegan a comisaría tienen mucho ganado. Piden asilo, se declaran víctimas de conflictos armados o, sencillamente, no dan su identidad. La admisión de la solicitud de asilo impide la expulsión, y la falta de datos, en los otros casos, hace poco probable que esta se puede ejecutar. Entonces entran en el limbo de los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes donde pueden pasar meses, pudiendo deambular por dichas ciudades. La mayoría obtiene el añorado pasaje a la Península cuando se acepta su solicitud de asilo o cuando, resultando difícil su expulsión, estos centros se colapsan con nuevas llegadas.

Los valores de solidaridad y defensa de los derechos humanos se expresan tratando con humanidad a dichas personas, no proponiendo una imposible legalización de las llamadas expulsiones en caliente.