Gente corriente

Juan Bergua: «Fuerza para seguir luchando, de eso me queda muy poco»

Su hija desapareció hace 16 años. Cristina. Aquí habla de la huella de la tragedia y de sí mismo.

«Fuerza para seguir luchando, de eso me queda muy poco»_MEDIA_1

«Fuerza para seguir luchando, de eso me queda muy poco»_MEDIA_1

MAURICIO BERNAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cristina Bergua -1,60 de estatura, complexión delgada, pelo largo de color castaño, ojos marrones, una peca en la frente (en la foto está su imagen de entonces y el aspecto que tendría ahora)- desapareció el 9 de marzo de 1997 en Cornellà. Tenía 16 años. Juan, su padre, aún espera que aparezca.

-Han pasado 16 años desde aquello. Usted, ¿cómo ha cambiado en este tiempo? Desde el shock inicial, me refiero.

-Bueno, cuando te desaparece un hijo no es lo mismo al principio que con los años. Al principio no tienes experiencia, no sabes espabilar, vives mucho de lo que cada persona te dice. Si me decían que a mi hija la habían visto en una atracción de feria en Castellón, yo cogía el coche y me iba como un loco a Castellón, siempre para darme cuenta de que era mentira. Ahora no hago esas cosas.

-Me refería como persona. Su carácter.

-Ah. A mí la vida me ha cambiado muchísimo. El carácter, por supuesto. Yo antes era abierto, dialogante, amigo de la broma, de celebrar las cosas. Ahora no celebro nada, ahora me da igual un lunes que un domingo. Antes vivía con mucha intensidad las cosas y ahora me da todo exactamente igual.

-¿Nada le hace ilusión?

-Sí. Por suerte tengo a mi otro hijo, y a mis nietos… Mis nietos, que me ayudan a tirar para adelante. Menos mal que están ellos, porque si no no sé yo qué habría ocurrido.

-¿Ha perdido la esperanza?

-Mire, después de 16 años de haber hecho lo imposible para dar con Cristina, lo único que te queda es la esperanza, no te queda nada más, porque fuerza para seguir luchando, de eso tengo muy poco. Pero no pierdes la esperanza de que aparezca. Y en las circunstancias que sean, para bien o para mal.

-¿Y el tema de la habitación, de sus pertenencias…?

-La habitación sigue igual que como ella la dejó, pero no es ningún santuario, como se ha dicho por ahí, no hay velas ni santos ni nada parecido. Solo sus cosas. Cuando mi nieta se queda en casa, se queda allí. No hay razón para desmantelarla, entre otras cosas porque no la necesitamos, pero sobre todo porque si cogemos sus pertenencias y las tiramos estamos dando a entender que está fallecida, y oficialmente no es así. Ahí tiene sus osos de peluche, sus libros, sus vídeos musicales… Ahí está, es suyo. Y mientras no aparezca no podemos pasar página.

-Es lo más duro, supongo.

-A nosotros la vida se nos paró hace 16 años, no tienes derecho a duelo, a entierro, a nada. No la puedes dar por fallecida, no sabes si está viva o muerta. Mi mujer y yo daríamos lo que fuera por poder dormir tres horas cada noche. Solo tres horas.

-¿Tres horas? Eso es muy poco. No puede ser bueno dormir tan poco.

-Intenté tomar pastillas para dormir pero no me sentaban bien, hacían que soñara cosas raras. Ahora tomo Diazepam, un relajante muscular, y con eso voy tirando. Por suerte, todos estos años he tenido la asociación.

-Intersós, ¿no? Que usted puso en marcha. ¿Por qué dice eso?

-Porque yo me refugié en la asociación. En la asociación y en mi mujer. Me mantenía ocupado, pero también me tensionaba  mucho, y el psiquiatra me dijo que lo dejara. Llevo dos años al margen. Al principio me costó, pero ahora estoy bien, entre comillas, claro, pero bien, con mis nietos, me aficioné a la petanca, echo mis partidas… En fin.

-Suena como si no hubieran sido dos años malos del todo.

-Es como mejor me he encontrado en estos últimos 16 años. Pero sé que esto lo voy a cargar el resto de mis días, porque por mucho que no pierda la esperanza, yo el panorama lo veo negro. Intentamos que Cristina no caiga en el olvido, pero después de 16 años vemos que es inevitable.