EVALUACIÓN DE MUSICOLOGÍA

Golpe al 'mito Stradivarius'

Ilya Kaler 8El concertista ruso, uno de los participantes en la prueba.

Ilya Kaler 8El concertista ruso, uno de los participantes en la prueba.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Los violines fabricados por el italiano Antonio Stradivari y su familia en los siglos XVII y XVIII, los famosos Stradivarius, están acreditados como instrumentos de un sonido sin igual y prueba de ello es que alcanzan precios millonarios. Sin embargo, un estudio realizado por investigadores de la Universidad Pierre y Marie Curie y del CNRS, en París, ha concluido que su fama tiene mucho de simbólico, más que de racional, puesto que 10 concertistas de renombre sometidos a una prueba a ciegas fueron incapaces de diferenciar un Stradivarius de otros violines de gran calidad construidos en fecha reciente. Es más, la mitad de los especialistas prefirieron el sonido de los instrumentos de nueva factura. El estudio se publicó ayer en la revista Proceedings of the National Academies of Sciences.

Para determinar si los instrumentos clásicos eran realmente superiores a los actuales, creencia muy extendida incluso entre los propios solistas de violín, la investigadora Claudia Fritz y su equipo reclutaron a los músicos y les vendaron los ojos para que no pudieran identificarlos. A continuación les presentaron 12 violines -seis recientes y seis clásicos: cinco Stradivarius y un Guarnerius, igualmente muy apreciado- y les emplazaron a que eligieran cuáles serían sus preferidos para un hipotético concierto. Los instrumentistas, siete de los cuales tocan habitualmente con violines clásicos, desconocían la distribución numérica.

Dos sesiones

Los solistas dispusieron de dos sesiones de ensayo de una hora y cuarto cada una -en una sala de pequeñas dimensiones y en un auditorio para 300 personas-. Para comparar la sonoridad, los violinistas pudieron tocar previamente unas notas con un violín propio y también les ofrecieron la posibilidad de un acompañamiento con piano. Aunque se habían realizado pruebas similares con anterioridad, Fritz

considera que carecían de la suficiente exhaustividad, sobre todo por la brevedad de la audición.

El resultado obtenido fue que seis de los solistas seleccionaron un violín nuevo como instrumento preferido, prácticamente siempre el mismo, mientras que los restantes cuatro no pudieron pronunciarse. Cuando hubo que puntuar numéricamente el sonido de los instrumentos, los nuevos obtuvieron por regla general unas notas más altas. Finalmente, cuando se pidió a los solistas que intentaran adivinar la edad de los violines, la mayoría no observó diferencias sustanciales. Los resultados, como escriben los autores, «desafían la creencia largamente sostenida de que los viejos violines italianos tienen cualidades tonales que no se pueden encontrar en los nuevos».

Elías Bonet, lutier de guitarras clásicas y flamencas, considera lógicos los resultados y atribuye la devoción por los grandes violines italianos del siglo XVIII a factores ajenos a la sonoridad. En su opinión, aunque exista un muy buen mantenimiento, es inevitable que un instrumento de madera pierda calidad con el paso del tiempo: unas décadas pueden ser hasta beneficiosas, «como el vino», pero no muchos siglos. Además, prosigue Bonet, los tiempos cambian: «Yo llego a emplear el ordenador para los cálculos, pero más que las posibilidades tecnológicas, la ventaja de los lutieres actuales es que conocemos lo que hicieron nuestros antecesores. Hemos aprendido de ellos».