SANTOS SANTAMARÍA. PADRE DEL ÚNICO MOSSO VÍCTIMA

«No me fío. En una de esas treguas mataron a mi hijo»

Santos Santamaría Zaragoza, en una imagen de archivo.

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En el 2011 se cumplieron 10 años del asesinato, con una bomba en el Hotel Montecarlo de Roses (Alt Empordà), del primer y único mosso d'Esquadra a manos de ETA. Santos Santamaría Avendaño, natural de Barcelona, tenía 32 años. Hasta este año no se le rindió el homenaje que su familia reivindicaba. Por fin se inauguró una placa en su memoria cerca del lugar donde murió.

Su padre, con el mismo nombre y coraje que el hijo, presidió la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas (ACVOT), y ni se ha fiado nunca de ETA ni se fía ahora de que la banda haya abandonado definitivamente la violencia. «¿Por qué tengo que creerlos? ¿Dónde están las armas? A mí, en una de esas treguas, me mataron a mi hijo», cuenta, cansado de tanta palabrería vacía. Y confía en que, algún día, la pesadilla termine para siempre «y de verdad».

Santos Santamaría Zaragoza afirma que por más que lee y relee el último comunicado de la banda, no encuentra demasiadas diferencias con la declaración de alto al fuego «general, verificable y firme» de hace unos meses. «No acabo de entender tanto entusiasmo y alegría desatada. ¿En qué se diferencian los dos anuncios? Ya habían dicho que no iban a matar definitivamente, ¿no? Y entonces, ¿qué hay de nuevo? Es que no lo entiendo y me gustaría que alguien me lo explicara», añade.

El padre del mosso d'Esquadra asesinado sostiene que la única diferencia entre uno y otro comunicado es la proximidad con las elecciones generales y las «ganas y prisas» de algunos políticos para dar por acabadas «historias que no lo están». Para Santamaría, todo este alboroto responde simplemente a un calendario electoral en el que la banda ha decidido participar a cambio de algo.

Entonces, el jueves, ¿fue un día más para su familia? «No, fue un día peor. Mucho más triste. Porque en algún momento caímos en la trampa de querer creer que esta vez sí que era el final. Y, como todos, esperamos ansiosos a que llegaran las siete de la tarde. Pero, al escuchar el comunicado, vimos que era más de lo mismo. ¿Cuándo entregarán las amas? ¿A qué esperan para deshacerse de las capuchas? ¿A una amnistía de sus presos por parte de Francia y España? Qué tristeza».

En el 2005, la Audiencia Nacional condenó a los etarras Aitor Olaizola Baseta y Eider Pérez Aristizabal a 75 años de prisión por la colocación del coche bomba que mató a Santamaría Avendaño. Hermano de mosso y miembro de la décima promoción de la policía autonómica, el agente participaba en las labores de desalojo del hotel cuando la bomba explotó, cuatro minutos antes de la hora anunciada por la banda mediante una llamada al diarioGara.

Esa condena es lo único que alivia el dolor a la familia del agente, que se revela cuando recuerda que, en su comunicado, ETA no menciona a las víctimas. «Eso sí, vuelven a hablar de susgudarisencarcelados, exiliados y muertos. ¡Que vergüenza! ¿Y los nuestros? Nosotros nos encargaremos de que nadie olvide que los mataron ellos». MAYKA NAVARRO