La política policial catalana

Ester Quintana: «Quiero ser la última víctima de un pelotazo de los Mossos»

Ester Quintana, durante esta entrevista, el lunes en Barcelona. Abajo, la mujer tras recibir el impacto en el ojo, el 14-N.

Ester Quintana, durante esta entrevista, el lunes en Barcelona. Abajo, la mujer tras recibir el impacto en el ojo, el 14-N.

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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Casi tres meses después de perder un ojo a causa, presuntamente, de un proyectil de los Mossos, Ester Quintana, de 42 años, concede su primera entrevista periodística. Su relato sereno se ve desbordado en ocasiones por la impotencia y el recuerdo traumático que la mortifican.

-¿Quién es Ester Quintana?

-Una ciudadana de Barcelona que está en paro. Fui profesora de informática y gestora de actividades culturales, y llevé un bar cafetería en un centro cívico.

-¿Por qué se manifestó el 14-N?

-Porque esta crisis ha hecho que yo no tenga trabajo. Tuve que dejar el piso donde vivía desde hacía 17 años porque no tenía ingresos e irme a vivir con mis padres. Yo fui desde la Verneda andando. Era una manifestación pacífica. Subimos por el paseo de Gràcia hasta la Diagonal. Luego bajamos hasta la Gran Via.

-¿Había disturbios en esa zona?

-No. La gente se iba en paz, pero al bajar a la plaza de Catalunya vimos gente subiendo con la policía detrás. Subimos, pero también estaba cortado. La gente estaba nerviosa. Estábamos atrapados. Yo quería irme.

-Y entonces pasó...

-Crucé el paseo de Gràcia hacia el lado Besòs. Antes de llegar a la mediana, me giré hacia los Mossos. Entonces oí un ruido y recibí el impacto. Entre yo y los Mossos no había nada. El impacto me hizo tambalear. Le dije a mi amigo Luis: «¡Los Mossos me han dado en el ojo!» No era un dolor concreto, como cuando te cortas. Me dolía toda la cara. De la raíz del pelo a la barbilla. Y ya no veía por ese ojo.

-Si, como dice, no había disturbios, ¿por qué actuaron los agentes?

-Esa actuación policial estaba premeditada para generar miedo. Quieren que la gente se asuste y no se manifieste. El movimiento social de protesta cada vez es más fuerte y persiguen desactivarlo.

-¿Qué pasó tras el impacto?

-Mi reacción, pese al dolor, fue no quedarme allí. Tenía tanto miedo que seguía andando. Pensaba: «Esto no me puede estar pasando a mí. Yo soy pacífica». Pedía ayuda, una ambulancia, hielo. Pararon un coche de la Guardia Urbana. Había mossos pero no se acercaron a ver qué me pasaba. El urbano sí me atendió. Llamó a una ambulancia y me llevaron a Sant Pau, donde me dijeron que me tenían que operar de urgencias porque sufría un estallido ocular.

-¿Cómo se sintió tratada por la Conselleria d'Interior?

-He recibido un trato muy deshumanizado. Solo me llamaron después de que se difundiera el vídeo. Habría estado bien que se interesaran por cómo estaba o por si necesitaba algo. Me ha quedado la sensación de que los ciudadanos no les importamos, de que somos simples números. No nos protegen. No nos dan importancia. Solo les importan la economía y la política. Yo me sentí como un daño colateral. Para ellos lo único importante es que los policías no sufran. Yo peso 47 kilos. No llevo casco, ni armadura, ni espinilleras, ni arma. Me sorprende que en el Parlament se hable de que la policía tiene que protegerse. ¿De quién? ¿De mí? No soy peligrosa.

-¿Cree que su caso provocó el relevo de Felip Puig como conseller de Interior?

-No. Si hubiera dimitido, sí. Pero no lo hizo. Y sigue en el Govern.

-Su caso es ya un símbolo en la lucha contra los proyectiles antidisturbios.

-Yo no era consciente de la magnitud del problema hasta que me pasó. Es duro que tenga que morir una persona en el País Vasco o que se pierdan ojos para que esto se aborde.

-¿Qué es lo que pretende ahora?

-Quiero ser la última víctima de un pelotazo de los Mossos. Que no le pase a nadie más. Quiero que esta dinámica se frene. No quiero que las pelotas de goma o proyectiles similares se conviertan en balas de verdad. Y quiero que se asuman responsabilidades.

-¿Hasta dónde va a llegar?

-No lo sé. No tengo nada que perder. Se suele decir: «Esto te va a costar un ojo de la cara». A mí ya me ha costado. Mi límite es la violencia.

-¿La gente la reconoce?

-Me animan por la calle y me llegan mensajes de Europa y Sudamérica. Me dicen: «Ester somos todos».

-¿Y Ester somos todos?

-No me quiero dar importancia, pero hoy sí, porque a cualquiera le puede pasar. Si se olvida esta agresión, se olvida al ciudadano, al que sale a la calle a defender sus derechos.

-¿Qué les diría a los antidisturbios?

-Que tienen que ser más cuidadosos, que están para proteger a la ciudadanía, que no se puede hacer ostentación de la fuerza y que tienen que identificarse. Pero sobre todo a los mossos antidisturbios les diría que no se puede defender a ciegas el poder de unos pocos. Tienen que defender a la mayoría, al pueblo.

-¿Le dolió que Puig dijera que donde usted fue herida no actuó la policía, primero, y que allí no se disparó ningún proyectil, después?

-Mucho. Aquí se ha mentido para defender el statu quo de una serie de personas. A mí no se me creía y a los políticos, sí. Hablaron y a los pocos días se vio que mentían. Por un vídeo y por un informe. Yo no he dicho ninguna mentira.

-Los Mossos insisten en que en esa zona no dispararon pelotas.

-Yo estaba allí y sé lo que me pasó: sufrí el impacto de un proyectil de los Mossos. Tengo la prueba en mi cara.

-El director de la Policia, Manel Prat, dijo que dimitiría si eso se probaba y que las bolas de goma tienen poco futuro.

-Él sigue en el cargo y las pelotas de goma siguen donde estaban. No ha cambiado la ley, ni los protocolos. Yo solo espero que quiten las pelotas de goma y todos los proyectiles antidisturbios.