Un país, dos hechizos

El estado del bienestar no se repondrá de la tala por más que Rajoy repita que la crisis ya pasó

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LUIS
Mauri

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Nunca había sido tan sencillo formular un pronóstico. ¿Qué nos depara el 2015? Pues que oiremos hasta la saciedad, lo estamos oyendo ya y lo escucharemos cada vez con mayor volumen y frecuencia, que la crisis ha terminado. Mariano Rajoy no esperó siquiera a que acabara el 2014 para empezar a proclamar esta supuesta novedad, que ni está contrastada ni mucho menos confirmada o demostrada. Se entienden la urgencia y la ligereza del presidente: este año  afronta un ciclo electoral casi completo (municipales, autonómicas y generales, y quizá también catalanas) y necesita como el aire que respira un hechizo capaz de borrar de la mente de los votantes sus incumplimientos electorales, los hachazos al estado de bienestar, el empobrecimiento de la gran mayoría de la población, el rosario inacabable de la corrupción, el aumento de la desigualdad social; en suma, el colosal cabreo que lleva a cuestas la gente.

El sortilegio de Rajoy es este: la crisis ya es cosa del pasado. En los meses venideros le oiremos vocear este conjuro hasta enronquecer. Se desgañitará recitando un puñado de indicadores macroeconómicos esperanzadores o presuntamente esperanzadores. Y la crisis pasará, por supuesto, porque nada es eterno, pero lamentablemente eso no sucederá este año, no con la rapidez ni, sobre todo, con la inocuidad que pretende el presidente. Una cosa es la macroeconomía, cuyos incipientes signos de revitalización está por ver si son estables o precarios, y otra distinta es la realidad económica de las personas y del sistema de bienestar social.

Los recortes

¿Acaso ha pasado ya o está en trance de pasar la crisis para los usuarios de la sanidad pública, que en Catalunya, campeona de los recortes sanitarios en España, ha perdido en cuatro años casi el 20% de su presupuesto? ¿Quizás se ha acabado ya la penuria en la educación, donde a los tijeretazos del último cuatrienio la Generalitat va a sumar ahora un tajo del 60% a las guarderías de iniciativa social? Tampoco la red social de apoyo a los ciudadanos más vulnerables (uno de cada cuatro) va a dejar de desfallecer este año, asfixiada por la deuda de la Administración. Ni la ayuda humanitaria española, que desde el 2011 se ha desplomado casi el 90%.

¿Así que la crisis ya pasó? Que se lo cuenten a las familias que han perdido la vivienda. La tragedia personal y social de los desahucios no cede: en el tercer trimestre del 2014, hubo un 7% más que un año atrás. O a los millones de trabajadores en paro: en noviembre pasado, bajó ligeramente el desempleo, pero más del 90% de los nuevos contratos fueron temporales y casi la mitad de los indefinidos, a tiempo parcial. Para no hablar de los salarios de estricta subsistencia o del exilio económico juvenil, exterior o interior.

Monopolio y eclipse

Al Ejecutivo catalán, sin embargo, no le hará falta echar mano del conjuro de la crisis. En Catalunya es otro el encantamiento que vela las penalidades sociales: la promesa del Edén al término del formidable pulso que libran el nacionalismo catalán y el español. Esta idea monopoliza la escena y eclipsa casi totalmente la pérdida de derechos sociales y la ausencia de obra de gobierno.

Y, de lo local a lo global, habrá que rogar (los fiascos precedentes desaconsejan confiar sin más) por que la cumbre del clima de París alumbre un compromiso efectivo contra el cambio climático. Ahí se juega el futuro la humanidad, pese a lo cual  hasta ahora se ha enfrentado al desastre con poco más que hechizos.