La escuela española, anclada en la cola de Europa en dominio del inglés

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Tan importante como la edad a la que un niño empieza a estudiar inglés, como los viajes que hace al extranjero o como los profesores nativos que se lo puedan enseñar, en el aprendizaje del idioma influye el dominio que los padres poseen de esa lengua extranjera y las horas que el menor le dedica cada semana.

Y si los españoles están todavía a la cola de Europa en esta materia es, en buena medida, por culpa de estos dos factores: porque los progenitores no saben suficiente inglés y porque, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en Portugal, aquí apenas se ven o se escuchan productos culturales en versión original, según constataron ayer expertos en pedagogía y didáctica de las lenguas, que debatieron sobre cómo mejorar los métodos de enseñanza de idiomas en las escuelas españolas, a partir de los resultados del Estudio Europeo de Competencia Lingüística.

Solo los británicos, los franceses, los belgas y los polacos -estos últimos por razones históricas, que ya se están corrigiendo- tienen peor dominio de las lenguas extranjeras que los españoles, indica el estudio, elaborado por encargo de la Unión Europea. En el caso del Reino Unido se ha analizado su dominio del francés, como primera lengua extranjera estudiada en las escuelas.

«Antes de ir a buscar causas y culpables hay que hacer, no obstante, una observación previa: España, como el Reino Unido y como Francia, habla una lengua con una fuerte presencia internacional y eso hace que sean todos ellos países preferentemente monolingües», avisa Cristina Escobar, profesora de Didáctica de la Lenguas en la facultad de Ciències de l'Educació de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

LA MALDICIÓN DE LOS GRANDES

A partir de esta premisa, prosigue Escobar, «en cualquier comparación con Suecia o con Dinamarca, España sale efectivamente muy mal parada». Eso no significa, subraya la docente, que los países con lenguas más influyentes tengan que conformarse. «Aunque solo sea por razones económicas, porque hay que mantener contactos comerciales y porque hay que recibir a los turistas, es obvio que hay que mejorar el nivel de los españoles en inglés, que es hoy por hoy la lingua franca», agrega. Una manera de hacerlo, dice, es «aumentando la exposición al idioma».

El consumo de música, películas, literatura y videojuegos en inglés empieza en el seno del hogar, explica. «Por eso es tan importante que los padres tengan un conocimiento del idioma, ya que son ellos los que inician a los hijos en esas prácticas culturales». Según el Estudio Europeo de Competencia Lingüística, la exposición a este idioma a través de los medios de comunicación explica «un 21% del rendimiento en comprensión oral que tienen los alumnos, una influencia mayor que la relación con personas que saben inglés o los viajes a países de habla anglosajona».

Pero la familia y su influencia no son el único elemento determinante, admite la profesora de la UAB. «La escuela también tiene la responsabilidad de corregir las desigualdades que pueda haber en este sentido», recuerda.

TÍMIDOS PROGRESOS

Aunque en los últimos tiempos las cosas han cambiado (más de la mitad de los colegios catalanes imparten este curso al menos una asignatura no lingüística en inglés, según datos recientes de la Conselleria d'Ensenyament), «habría que mejorar en la cantidad de horas que se dedican a esta lengua y en la calidad de la enseñanza y las actividades que se proponen a los alumnos», insiste. «Algunos profesores se han de poner aún más las pilas, porque hay mucho margen de mejora», dice Escobar.

Hasta ahora en España, recoge el estudio europeo, en lugar de apostar por un modelo de aprendizaje exhaustivo, en el que el idioma extranjero tiene una presencia más transversal, de manera que el alumno aprende simultáneamente a entenderlo, a hablarlo, a leerlo y a escribirlo, las escuelas han aplicado el conocido como aprendizaje orientador. En él, se da prioridad a alguna habilidad lingüística por encima de las demás, con lo que los estudiantes pueden ser evaluados, por ejemplo, solo en comprensión lectora y expresión escrita, sin que se les realicen pruebas para mejorar la oralidad.