CIENCIA
El dinosaurio de Bonaparte
El esqueleto fue abordado en el Museo Argentino de Paleontología por unos 50 escolares que acariciaban en silencio cada hueso, cada diente y cada articulación
Jorge Wagensberg
Facultad de Física de la Universitat de Barcelona
En el año 1999 tuve la ocasión de hacer un viaje al sur de Brasil donde, cerca de una población llamada Mata, se había descubierto un bosque entero fosilizado con muchos de los otrora gigantescos árboles enterrados pero todavía en pie. Pocas veces he contemplado una belleza a la vez tan muda y elocuente. Se convocó entonces a algunos especialistas para estudiar la posibilidad de dedicar un museo al prodigio. En aquel caso, mi opinión fue la de no hacer un museo sino atraer los ciudadanos al propio paisaje construyendo una buena carretera y alojamientos en la zona.
Sentado en la primera fila durante mi ponencia escuchaba nada menos que a José Fernando Bonaparte (1928), un mito de la paleontología mundial, probablemente el científico que más especies nuevas de dinosaurios ha descrito en la historia. Fue descubridor también del que se cree surgió como el primer mamífero de la evolución. Ha formado a tres generaciones de paleontólogos y sus colegas norteamericanos le conocen como el jefe del Mesozoico.
Una barra libre de preguntas
Trabé una buena amistad durante los tres días en los que coincidimos en Porto Alegre y a él le debo una conversación ininterrumpida que empezó una tarde tomando mate y hablando mucho. Al llegar el alba tuve la sensación de que acababa de superar una licenciatura en paleontología. Nada como una barra libre de preguntas con un sabio como interlocutor y con su sabiduría como tema.
Decidió montar el esqueleto para su exposición única y permanente en una sala del Museo Argentino de Paleontología
En los años 70 del pasado siglo, Bonaparte consiguió reunir muchas piezas de un colosal dinosaurio y, después de estudiarlo y clasificarlo, decidió montar el esqueleto del holotipo (el particular ejemplar que sirve de referencia para la descripción de una nueva especie) para su exposición única y permanente en una de las salas del Museo Argentino de Paleontología. Empleó mucho tiempo y concentración en completar y reconocer todas y cada una de las piezas, mucho tiempo en diseñar un soporte y una manera de sujetar cada pedazo en su lugar sin dañar ni marcar el más delicado de los huesos, y dedicó muchísima paciencia y tesón para llevar todo el proyecto a buen fin solo con la ayuda de sus propias manos.
Cuando finalmente culminó el proyecto se pasó varias horas observando el ejemplar desde todos los ángulos posibles y también con distintas iluminaciones (como debió hacer Miguel Ángel cuando acabó su escultura de David).
Tres metros de tierra de nadie
Al día siguiente, Bonaparte salía para un viaje de dos semanas a Europa y dejó normas, más bien súplicas, para que la obra fuera a la vez visitada y respetada. Imploró más que exigió un margen de tres metros de tierra de nadie y también vigilancia las 24 horas del día hasta que él estuviera de regreso para supervisar también la instalación de seguridad definitiva. Sus últimas palabras al director fueron: «Recuerda que nadie sin tu expresa autorización puede acercarse demasiado a esta joya».
Bonaparte se marchó. Y Bonaparte volvió. Durante el vuelo de regreso no consiguió apartar el amado dinosaurio de su imaginación. Aterrizó, tomó un taxi y enfiló directamente la carrera hacia el museo. Subió la escalinata de la entrada de tres zancadas y se plantó en la sala del recién renacido dinosaurio. Pero, bramó, «¡¿qué demonios está pasando aquí?!», «¡¿qué están viendo mis ojos?!»
Llegó el director del museo para reclamar calma: "Bonaparte, lo he autorizado yo... ¡Son niños ciegos!"
El esqueleto había sido abordado por unos 50 escolares de uniforme y se dedicaban a acariciar en silencio cada hueso, cada diente, cada articulación. De lejos parecía un ejército de hormigas despachándose un trofeo de caza mayor, hormigas humanas en la cola, entre los dientes, en la columna…
A Bonaparte se le escapó un alarido de desesperación que sonó como un trueno y que sobresaltó a todos los pequeños al unísono: «¡¿Estáis todos locos?!». «¡¿Quién ha autorizado este tsunami?!» Bonaparte repitió la pregunta totalmente fuera de sí: «¿Quién ha autorizado esto? ¡Niños, apartaos inmediatamente de él!» En ese momento llegó el director del museo soplándose el dedo índice para reclamar calma: «Bonaparte, lo he autorizado yo... ¡Son niños ciegos!».
«Che, amigo, ¡no he vuelto a sen tir tanta vergüenza en toda mi vida!»
- Muere Itxaso Mardones, reportera de Gloria Serra en 'Equipo de investigación', a los 45 años
- Hacienda te devuelve 300 euros si tienes un hijo menor de 25 años y 900 si tienes dos: así tienes que ponerlo en la declaración de la renta
- ¿Llamadas que cuelgan? Así son las robollamadas, la nueva táctica de spam telefónico
- La querella del novio de Ayuso se admitirá a trámite pese a la campaña del fiscal para que sea rechazada
- El cabecero de madera de Ikea que se ha convertido número uno en ventas por su precio y facilidad de montaje
- La mitad de los nuevos trabajadores indefinidos o son despedidos o renuncian al cabo de un año pese a la reforma laboral
- Sondeo elecciones Catalunya: Los catalanes prefieren a Illa como president y puntúan mejor a Aragonès que a Puigdemont
- El turista vizcaíno Álex García repatriado de Tailandia se encuentra ingresado en la UCI "estable y animado