EN IGUALADA

"Tengo que matarte porque ya he estado en la cárcel por violación"

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GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Una mujer de Igualada fue raptada el pasado sábado a las siete de la mañana. Había planeado una escapada a la montaña pero, en cuanto salió de casa, fue interceptada por un hombre, que se la llevó por la fuerza. El atacante la introdujo en un coche y condujo media hora, hasta una zona despoblada ubicada dentro del municipio de Castellbisbal. Bajaron del vehículo y se adentraron a pie en el bosque. Hasta que encontraron un lugar en el que el secuestrador se sintió seguro. Allí la violó. 

Cuando terminó de forzarla, cogió su cartera y, antes de marcharse, le clavó una navaja en el cuello. Según ha podido saber este diario, antes de atacarla tuvo la sangre fría de explicar a la mujer que se veía obligado a darle la puñalada que estaba a punto de asestarle: "Tengo que matarte para que no me descubran. Ya he estado en la cárcel por esto mismo".  

BÚSQUEDA AGÓNICA

El violador abandonó a su víctima en el bosque. Pero pasó por alto que la mujer seguía en posesión de su teléfono móvil. A pesar de la gravedad de las heridas que le infligió, logró avisar al 112. Los equipos de emergencia que atendieron esta llamada consiguieron triangular la señal que recibían y dieron con unas coordenadas del punto en el que se encontraba. Activaron a Bombers de la Generalitat, Mossos d’Esquadra y Sistema d’Emergències Mèdiques (SEM). Los tres se dirigieron al punto registrado.

No resultó tan sencillo encontrarla dado que las coordenadas no lograron ubicarla con total exactitud. Por eso se repartieron sobre el terreno y, tras algunos minutos de tensión, la encontraron. La mujer estaba en estado de choque, malherida y semienterrada. La atendieron allí mismo y fue traslada de urgencia al hospital de Terrassa, donde se recupera favorablemente. Antes de que se la llevaran fue capaz de explicar dos cosas: que el violador se había quedado con su cartera y que le dijo que tenía que matarla porque ya había cumplido condena por otra violación.

LA DETENCIÓN

Los Mossos d'Esquadra detectaron el domingo por la mañana que alguien había usado una de las tarjetas de crédito de la víctima de la violación. Había sido en Igualada. Enseguida descubrieron que el nuevo dueño de la tarjeta era el sobrino de Tomás Pardo Caro, un hombre que ya fue condenado en el 2006 a 26 años de cárcel por exactamente lo mismo que ocurrió el sábado: secuestrar, violar, robar y tratar de matar a una mujer.

A las dos de la mediodía, Pardo fue detenido en La Panadella, entre Cervera e Igualada, según avanzó el diario 'Segre'. Actualmente sigue cumpliendo condena en la cárcel de Lleida. El sábado se encontraba en libertad porque el juez de vigilancia penitenciaria le concedió un permiso de tres días, que precisamente finalizaba este martes a las 16.00 horas. 

Se trata del tercer permiso de estas características que se le concede para salir de prisión. No consta ninguna incidencia durante estos permisos anteriores que se otorgan sin que medie en ningún caso la 'conselleria' de Justícia. Este preso, además, se encuentra en régimen de segundo grado y por eso salía también diariamente de la prisión para trabajar en un taller exterior en el Centro de Producción de Raimat, muy cerca de la cárcel, gestionado por el Centro de Iniciativas para la Reinserción (CIRE).

Pardo se había inscrito voluntariamente al programa de tratamiento específico para condenados por violencia sexual. En Catalunya la tasa de reincidencia en violaciones y agresiones sexuales en los condenados por delitos sexuales, una vez abandonan la prisión, se sitúa en el 6%. 

EL CRIMEN DEL 2002

El 24 de octubre del 2002, Tomás Pardo secuestró, golpeó, violó, robó el bolso y clavó un cuchillo en la yugular a otra mujer. Telecinco entrevistó a esta primera víctima, que describió un ataque verdaderamente violento: "Me pegó patadas en la cabeza, me tiró del pelo y me dejó en el suelo con la cara destrozada y llena de sangre". 

Fue juzgado por estos hechos en enero del 2005. Durante el juicio admitió la agresión sexual y fue condenado a 26 años de cárcel. Su caso fue polémico porque Pardo ya había cumplido los dos años de prisión preventiva y el 1 de noviembre del 2004, semanas antes de que se celebrara el juicio, salió en libertad. Un malentendido entre la fiscalía y la Audiencia de Barcelona no la prorrogó.

Tras la sentencia condenatoria, y a pesar de la gravedad de los delitos cometidos, el magistrado que juzgó a Pardo tampoco consideró necesario ordenar su regreso inmediato a un centro penitenciario. El juez desestimó la petición del ministerio fiscal porque el fallo no era firme y cabía la posibilidad de que su defensa presentara un recurso. Si el delincuente cumplía con la obligación de presentarse periódicamente en sede judicial para firmar y se mantenía localizable, no se consideraba necesario acelerar su internamiento hasta que la sentencia se confirmara por completo.  

Lo paradójico de esta situación es que durante todas estas semanas anteriores y posteriores al juicio, durante las cuales el agresor sexual estuvo en la calle, la víctima que había sido salvajemente atacada cuatro años antes, requirió protección policial

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