Análisis

Del arte del disimulo y la simulación

LUIS MAURI

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La capacidad de disimulo del Gobierno de Artur Mas es colosal, inaudita, digna de figurar en la antología universal del subterfugio, ese bajo recurso que la política,  cierta política, se empecina en elevar a la categoría de arte.

Escuchando estos días al president y a los miembros de su Ejecutivo en los más diversos foros, diríase que no hay sobre la faz de Catalunya problema, conflicto, desajuste o chirrido, mucho menos injusticia, cuyo origen o desarrollo puedan tener que ver con una actuación u omisión de la Administración catalana. Ningún inconveniente, incomodidad o sufrimiento emana de las políticas de su Gobierno, ni de sus prioridades ni de sus recortes.

El crecimiento de la pobreza. Un descenso de los condenados a los infiernos. Y un baño pegajoso de miseria moral para el resto. Nadie que conviva -atención: conviva- en este país pone en duda el aumento alarmante de la penuria. ¿Nadie? El Gobierno catalán insiste en que la necesidad se mantiene en el mismo nivel que en los años de las vacas gordas. Y, cuando la izquierda fuerza la convocatoria de un pleno especial del Parlament sobre la pobreza, el discurso oficial se tiñe con colores de camuflaje: la culpa es de la herencia del tripartito y de Madrid, que ens roba, y la solución se halla en el Paraíso independiente.

El fracaso escolar. Un tobogán hacia el paro o el empleo precario, hacia la postración social. También hacia la delincuencia y la prostitución, como subraya el médico Jaume Morató, director del centro de asistencia primaria (CAP) del barrio barcelonés del Raval Sud. Tampoco las políticas públicas guardan relación con el fracaso escolar, pese a ser este divisa del sistema educativo catalán y español. Pues ayer el conseller de Salut, Boi Ruiz, ilustró al fin a la ciudadanía sobre la causa: es la marihuana que fuman los estudiantes. Semejante simplismo no merece mayor comentario que el del fraile agustino del siglo XVII Juan Márquez: «Disimular es querer que otro no entienda lo que pasa, y simular es querer que entienda lo que no pasa».