La confesión del pederasta

La entrevista con un profesor que reconoció a EL PERIÓDICO que abusaba de sus alumnos en los Maristas destapó el escándalo e impulsó su investigación

Joaquim Benítez, el pasado 5 de febrero, cuando concedió una entrevista a EL PERIÓDICO.

Joaquim Benítez, el pasado 5 de febrero, cuando concedió una entrevista a EL PERIÓDICO.

LUIS MAURI / BARCELONA

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El silencio de la víctima es el triunfo del pederasta. Si la víctima calla o es acallada, el depredador vence para siempre. Resurge ufano y embravecido, listo para devorar a otra presa indefensa.

James Rhodes lo sabe bien. Rhodes es un célebre pianista británico nacido en 1975. Cuando tenía seis años, fue violado por su profesor de gimnasia en un elitista colegio de Londres.

Aquella fue la primera agresión sexual de un rosario inacabable y de consecuencias devastadoras. Rhodes fue alcohólico y drogadicto. Intentó suicidarse en cinco ocasiones y fue internado en un psiquiátrico.

No logró escapar del infierno en que se había convertido su vida hasta que halló el coraje suficiente para romper el muro de silencio que lo tenía preso. Denunció al profesor que lo había desgraciado. Scotland Yard dio con él: ya anciano, aún trabajaba con niños. A diferencia de España, en el Reino Unido el delito de pederastia no prescribe jamás, así que el lobo pudo ser detenido, juzgado, condenado y encarcelado.

Desde entonces, Rhodes recorre el mundo dando conferencias sobre su atroz experiencia. ¿Por qué cuenta una y otra vez su historia si cada vez que lo hace siente de nuevo el aliento hediondo de sus fantasmas? Porque el silencio de la víctima es el triunfo del pederasta.

GUARIDA DE LOBOS

Romper el silencio. Iluminar las tinieblas en las que se guarecen los devoradores de niños y aquellos que les dan cobijo. Este es el norte de la investigación de EL PERIÓDICO sobre el escándalo de pederastia de los Maristas: 43 exalumnos y alumnos de dos colegios de Barcelona y uno de Badalona han denunciado haber sufrido violaciones, felaciones, masturbaciones o tocamientos por parte de 12 profesores y un monitor de comedor a lo largo de 30 años.

El 5 de febrero, la reportera María Jesús Ibáñez logró la primera confesión de uno de los pederastas denunciados, Joaquim Benítez, también profesor de educación física: «Sí, lo hice. Pensé que vendrían antes a por mí». Aquella confesión aceleró la acción judicial y dio un impulso colosal a la propia investigación periodística. Luego vendrían las confesiones de otros dos depredadores: una conseguida por los reporteros Guillem Sànchez y J. G. Albalat, y otra, por una víctima que grabó a su violador.

Muchos niños de los Maristas han logrado derribar, ya en la edad adulta, el muro de silencio. Pero a diferencia de Rhodes, nunca verán a sus abusadores ante un tribunal de justicia. La mayoría de los delitos ha prescrito, en gran medida gracias a la ley del silencio impuesta durante décadas por la orden religiosa.

Ya se lo anunció Benítez a la periodista: «Supongo que los Maristas, con quienes llegué a un acuerdo para irme, han hecho lo posible para que esto no trascendiera».