LOS EFECTOS DE LA CRISIS

Colonias sin Pokémon

colonias viver

colonias viver / periodico

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / TIANA

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Los cinco días que Samira, José Antonio, Mohamed y Javi pasan este agosto en el Maresme, en una fantástica casa de colonias, a las puertas del parque natural de la Serralada de Marina, con vistas al mar, con piscina y con cuatro comidas saludables diarias, van a ser todas sus vacaciones. Estos cinco días son su válvula de escape (la suya y la de sus padres) y las actividades que hagan aquí, en Tiana, serán lo que seguramente expliquen a sus compañeros cuando regresen en septiembre al colegio y les pregunten cómo les ha ido el verano. Ellos, y los 974 niños más que disfrutan de las colonias de agosto de la fundación Pere Tarrés, son hijos de familias vulnerables, en riesgo de extrema pobreza.

La mochila con la que los chicos llegan a esta casa vacacional de La Conreria (la misma donde en teoría han de ser acogidos parte de los refugiados que lleguen a Catalunya, si es que llegan) es una carga de situaciones familiares muy complicadas -cuando no de malos tratos-, de hogares pobres aún más empobrecidos por la crisis, de estrecheces que son difíciles de olvidar. Aquí se intenta.

Además de estas colonias de Tiana, cada vez es más frecuente que oenegés y ayuntamientos impulsen actividades o 'casals' de carácter social en agosto. Son iniciativas gratuitas (o parcialmente becadas) para que este mes no sea el más complicado del año para las familias con niños en riesgo de pobreza. El último en incorporarse ha sido el Ayuntamiento de Barcelona, que este agosto abre tres escuelas públicas en la zona del Besòs para atender a 140 menores.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"El periplo de las becas de comedor","text":"10 MILLONES EXTRA Ya en el 2013, la Conselleria d\u2019Ensenyament revis\u00f3 los criterios de concesi\u00f3n de estas ayudas alimentarias, inicialmente concebidas como una medida para permitir la conciliaci\u00f3n de las familias, pero que ahora tienen, cada vez m\u00e1s, un car\u00e1cter social. Para el pr\u00f3ximo curso 2016-2017, est\u00e1n anunciados 10 millones de euros adicionales a la partida de 58 millones de este a\u00f1o. De ellos, se benefician m\u00e1s de 80.000 alumnos, aunque sigue sin resolverse la alimentaci\u00f3n de los estudiantes de la ESO."}}

Son colonias donde no se cazan Pokémon. Aquí no hace falta prohibir los móviles, porque la mayoría de los pequeños participantes ni siquiera lo tienen. “El problema es que esto no debería ser solo flor de un día o flor de verano, se tendría que normalizar, hacer que estas actividades de ocio educativo formen parte de la vida de estos niños todo el año”, señala Fernando Prat, coordinador de campañas sociales de la entidad.

IMPENSABLE HACE UNOS AÑOS

Si ahora existen estas actividades en agosto (algo impensable hace apenas seis años, cuando lo propio era que este mes los niños lo pasaran con sus padres de vacaciones) es porque la crisis ha hecho que las familias pobres sean todavía más pobres. Y que las que no lo eran, las que vivían en el límite, con apuros, pero tirando, ahora ya lo sean. Fue en el 2013 cuando se disparó la alarma, cuando se temió por la alimentación que recibirían muchos hijos de estas familias empobrecidas durante los meses en los que no hay colegio, y por lo tanto, se cierran los comedores escolares.

Ahora ya no se trata solo de la alimentación, “se trata también de adquirir unos hábitos higiénicos, de aprender a jugar con otros niños, de compartir y de hacer pequeñas tareas domésticas”, subraya Prat. Como dicen los expertos, el problema es más amplio: los comedores solo garantizan una comida para el niño, cuando lo que hay que hacer es ayudar a las familias. Porque mientras haya familias pobres, habrá niños pobres.

A las familias de los chavales que pasan esta semana en La Conreria no les ha llegado todavía la recuperación económica (la supuesta recuperación económica). “Y mientras no llegue, lo que se intenta aquí es que, al menos este tiempo, vivan una situación de normalidad”, subraya Prat.

EN TODA CATALUNYA

El grupo que estos días ocupa la casa de colonias lo forman chicos de entre seis y 13 años, de El Vendrell, Tarragona, Molins de Rei “y una niña de Barcelona”. Esta mañana de martes, han desayunado un buen vaso de leche, galletas maría para quien las quisiera y una rebanada de pan con mantequilla y mermelada. Lavarse los dientes, hacer la cama (o estirar el saco de dormir) y recoger el cuarto lleva bastante más rato de lo previsto. A alguno hay que perseguirlo pasillo arriba, pasillo abajo y esquivar las pulverizaciones de agua de colonia con que se defiende. Unos remolonean, otros aprovechan para ordenar sus estantes con pulcritud.

“Trabajamos con los servicios sociales municipales, con las escuelas, con los ‘esplais’, con las parroquias, con todos aquellos que puedan haber detectado una situación de vulnerabilidad y tratamos de buscarles financiación”, relata el técnico de la Pere Tarrés. Y aunque todos ellos tienen una beca que cubre el 100% de la estancia (la entidad ha podido financiar este verano las actividades de 4.000 menores) no siempre es fácil convencer a los padres, no solo por razones culturales o de hábitos familiares, sino por el instinto de sobreprotección que tienen aún muchas familias. Pobres y ricas.