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Los municipios presionan al Gobierno para que abra las puertas a los refugiados

La alcaldesa de BCN encabeza el llamamiento de decenas de representantes municipales catalanes para la manifestación de este sábado

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Una frase resume el sentimiento alrededor del cual se han congregado en la mañana de este miércoles decenas de alcaldes y representantes municipales de Catalunya: “Podemos acoger más y podemos acoger mejor”. La pronunció la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, al final de un acto convocado por la campaña  Casa Nostra Casa Vostra en el marco de los prolegómenos de la manifestación que tendrá lugar este sábado en Barcelona en favor de la acogida de refugiados. Ni uno solo de los discursos pronunciados junto al contador de ahogados de la playa de la Barceloneta –258 muertos este año en el Mediterráneo, y sumando– dejó de echar en cara al Gobierno de Mariano Rajoy el incumplimiento de sus compromisos con la Unión Europea (UE) en materia de acogida. Los alcaldes presionan. Los municipios quieren acoger.

“Lo que está en juego son los derechos humanos y las vidas de las personas que huyen del horror, de la miseria y de la guerra”, declaró Colau, que a renglón seguido culpó “directamente” a “la política europea de fronteras” de la suerte de “las personas que han muerto” tratando de llegar a Europa. “Así de crudo”, apostilló. Ante la pasividad que el Estado ha demostrado a la hora de lidiar con este tema, los municipios, dijo Colau, han “aumentado los recursos propios” para atender a las personas que llegan –porque están llegando, dijo, y los municipios los están acogiendo–, “aunque el Estado no quiera ni verlos”. “Si el Estado no quiere o no puede hacerlo, las ciudades sí queremos y podemos hacerlo”.

LAS VERGÜENZAS EUROPEAS

El alcalde de Sabadell, Juli Fernández (ERC), y las alcaldesas de Santa Coloma, Núria Parlón (PSC), Badalona, Dolors Sabater (Badalona En Comú), y Sant Cugat del Vallès, Mercè Conesa (PDECAT), entre otros, subrayaron que al margen de los colores que enarbolan políticamente los une el deseo de poner sus administraciones al servicio de la acogida. “Somos de fuerzas políticas diversas pero estamos de acuerdo en una cosa: la acogida –dijo Fernández–. Acoger es una responsabilidad y una obligación, y en ese sentido, no acoger no es una opción. Nuestra tarea como alcaldes –continuó– es explicar que acoger es una forma de reconocer los derechos fundamentales de las personas de este mundo”. Fernández recordó que cada generación europea ha tenido su motivo de vergüenza. Citó Srebrenica, y sacó a colación, sin mencionarlas, las grandes guerras. El muro del rechazo es la vergüenza de la Europa actual.

Las cifras detrás del clamor indican que a finales del 2016 el Gobierno español solo había recibido a 898 de los 17.000 refugiados que se había comprometido a acoger, según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Es decir, menos de un 5% del total. Por esos bajos se mueven las cifras del espíritu de acogida europeo: la estadística general, la que agrupa a todos los países miembros, apunta a un promedio de cumplimiento de solamente el 7% de las cuotas comprometidas. “Si no se produce un cambio urgente en el rumbo de las políticas de migración –advierte la CEAR en su último informe anual–, el derecho de asilo será un recuerdo del pasado para una comunidad de naciones que se preció de ser referencia en materia de derechos humanos”.

CONTRA EL RACISMO

Las administraciones municipales, las que juegan con la ventaja de tener el contacto más cercano con el ciudadano, se ofrecen –llevan tiempo ofreciéndose, y actuando– a hacer el trabajo, o al menos una parte de él. “Desde la administración local tenemos la responsabilidad de dar respuesta a esta crisis que nos avergüenza, pero no tenemos las herramientas necesarias”, dijo Sabater. La alcaldesa de Santa Coloma, por su parte, dijo que los municipios están curtidos no solamente en las tareas de acogida –gracias a la llegada masiva de inmigrantes a finales del siglo pasado y principios de este–, sino en la elaboración del discurso colectivo destinado a contrarrestar la xenofobia y el racismo: la percepción del otro como amenaza.