LA CARA B DE LA NAVIDAD
Celebrar sin un dogma común
Sharik, joven refugiado, añora a su pareja, embarazada, que se quedó en Marruecos
Carme Escales
Periodista
CARME ESCALES / BARCELONA
Sharik es musulmán. No es, pues, su religión lo que lo lleva estos días a celebrar las fiestas de Navidad. Pero motivos para celebrar, sí los tiene. Compartir comidas especiales, más variadas de lo normal, significa para él celebrar la vida, una vida que no desapareció en el mar como tantas otras. Puede seguir enfocando con esperanza el futuro que anidaba en su mente el día que se subió a una patera, en una playa de Marruecos.
Hoy, junto a otros cinco refugiados, tres africanos y dos venezolanos, preparará algún plato de su país, Costa de Marfil, donde nació hace 22 años, o de Guinea Conakry, donde vivía antes de llegar a Europa. Arroz, carne y patatas guisadas, cualquier detalle de su cultura culinaria es un recuerdo a sus dos hermanas que viven en Guinea. "A ellas las echo de menos ahora –sus padres murieron siendo él muy pequeño–. También añoro a mi pareja, que se tuvo que quedar en Marruecos, porque está embarazada de nuestro hijo. En su estado, no era bueno que cruzara el mar como lo hice yo. Con 27 personas más, me subí a una pequeña barca, que nos llevó hasta una playa de Almería. Vimos a bastantes personas ahogarse en aquella misma travesía", explica Ahmed.
Fueron dos días de sortear oleaje, el 27 y el 28 de agosto pasados. "Llegamos a un centro de detención de la policía y nos trasladaron a Madrid, donde estuvimos 29 días en un alojamiento de Cruz Roja", explica Sharik Ahmed. "Como había estado metido en política, y tuve miedo de terminar como supe que otros acabaron, con amenazas y violencia, en Madrid inicié los trámites para solicitar la condición de refugiado político", expone. Y el 11 de octubre me enviaron en autobús a Barcelona.
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Ahora Sharik convive con otras personas refugiadas, en apartamentos que gestiona Creu Roja, en el edificio de Casa Bloc, en Sant Andreu. "Creu Roja es mi segunda familia. Me dan cobijo y alimento, y gracias a ellos puedo estudiar castellano", expresa agradecido el joven al que le gusta que lo llamen Amoroso, como el futbolista brasileño. Él adora el fútbol, y sus partidos aquí son una herramienta más de integración.
La celebración de la Navidad es otra. "En mi país no celebramos la Navidad, pero aquí es diferente", detalla Sharik. "Aquí, comeremos todos juntos, miraremos la tele y bailaremos y cantaremos", avanza, quien ya sabe felicitar la Navidad y algún villancico. "Todos nos respetamos. Los cristianos saben que los musulmanes no comemos carne de cerdo, y no pasa nada", precisa. Con parte de una pequeña ayuda económica que recibe, ha comprado un regalo para alguien especial. "Es una de esas personas que, desde que estoy aquí, me ha dado muy buenos consejos de vida", puntualiza. "Respétate siempre a ti mismo. La caridad empieza por uno mismo. Respeto, paciencia y coraje te ayudarán en los momentos de dificultad, me dijo".
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