Carolina Blàvia: «El fado es una manera de pensar, sentir y vivir»

Música y atención a las personas aliñan la vida de esta trabajadora social. Compone y canta fados, alguno en catalán.

«El fado es una manera de pensar, sentir y vivir»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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En la espera en un bar de su ciudad, una tarde de 1994, Carolina Blàvia (Lleida, 1973) escuchó su primer fado. Dulce Pontes cantaba Lágrima en la televisión y ella quedó prendada. Cuatro años después, en el piso que compartía como universitaria en Tarragona, halló una cinta de casete donde volvió a escuchar, entre todas las canciones, alguna que, de nuevo, la encandiló. Ni sabía entonces lo que era un fado, pero aquella música la perseguía. Hasta que se puso ella a perseguirla.

-¿Cómo lo hizo?

-Hice una inmersión a fondo en la cultura portuguesa. Empecé a viajar a Lisboa con frecuencia, a estudiar su lengua, y a escuchar e investigar fados. A partir de 1800 ya se empieza a hablar de fados afroamericanos.

-¿Qué hay dentro de un fado?

-El fado es un compendio brutal de influencias de todo el mundo. Eso le confiere una personalidad urbana, como al tango. A mí lo que más me seduce del fado es que es enormemente emocional, intelectual y oracional. Uno de los orígenes que se le dan está en los puertos de Portugal, donde los marineros se despedían de sus mujeres para ir a trabajar al mar. Barco Negro es emblemático.

-¿El fado es siempre triste y melancólico?

-No todos lo son. Hay fados genuinos de 1900 y pico que expresan la alegría y expectativas de la gente en sus barrios. Pero Amália Rodrigues, a la que se la puede considerar embajadora del fado, sabía captar muy bien lo que pasaba en el mundo y bordaba de manera especial los temas melancólicos. Muchos de ellos se han internacionalizado.

-¿Qué puede haber detrás de esa atracción universal por lo melancólico?

-El dolor en nuestra sociedad lo tenemos vetado, es un tabú. Y cuando alguien, sin vergüenza, de manera honesta y expansiva, expresa la vivencia del dolor, conecta porque todos necesitamos hacer eso.

-Quien canta, su mal espanta...

-Ante algo negativo, tendemos a guardar el dolor en nuestro interior. Pero el dolor hay que expresarlo para integrarlo, compartirlo y transformarlo. Y en eso el arte ayuda mucho. Yo le diría a todo el mundo: pinta, canta y crea, para cantar no hace falta cantar bien, hay que hacerlo. El ser es en esencia creador. No hay ninguna sociedad humana que no cree cultura. Por eso me gusta el fado, es la expresión de las personas y una manera de vivir, pensar y sentir.

-Pero la espontaneidad es otro veto.

-Entiendo que haya sido necesario consolidar una industria de la cultura, pero se ha llevado a una especialización excesiva y el artista corre el riesgo de levantar los pies de la realidad. Cantar, como pintar, es la salud mental de las personas. Todos los fadistas de verdad, de los años 40, tenían su profesión, Alfredo Marceneiro era carpintero. Creo que el contacto con la realidad le aporta mucho valor al arte.

-Como trabajadora social -en Creu Roja- debe intervenir en situaciones duras.

-Sí, coordino en la comarca de la Noguera la atención a las personas más vulnerables. Hacemos acogida y acompañamiento en sus dificultades legales, laborales y económicas. Antes trabajé con toxicómanos y fue entonces, en realidad, cuando empecé a cantar, para encontrar el equilibrio.

-En el 2002, Blàvia creó -con piano y guitarra- el grupo Enfado, en el 2012 fundó el festival Inter-Fado, en Lleida -el próximo, del 15 al 19 de octubre- y ahora compone con un pianista. ¿No se siente intrusa en un mundo genuinamente portugués?

-El fado es para los portugueses como el flamenco para los andaluces. No he pretendido nunca hacer fado como en Portugal, quería ser honesta y aportar una manera propia, mediterránea, de hacer fados. He afadistado poemas de Àngel Guimerà, como Mort del joglar, y he traducido fados al catalán, para acercar su emoción. El fado es arte y también fuente de inspiración.