El juez basa la libertad de Benítez en que no constan abusos desde el 2011

Remarca que ha estado en contacto con menores desde que se marchó del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts

Joaquim Benítez acude con un pasamontañas a la Ciutat de la Justícia, ayer.

Joaquim Benítez acude con un pasamontañas a la Ciutat de la Justícia, ayer.

J. G. ALBALAT / GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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El juez Tabarés Cabezón ha decidido no encarcelar preventivamente al pederasta confeso Joaquim Benítez, denunciado por 18 víctimas y procesado a causa de la prescripción de sus delitos finalmente solo por 4 de ellas, porque no consta que haya cometido abusos sexuales desde el 2011.

En ese año, el profesor de gimnasia de los Maristas de Sants-Les Corts reconoció que había agredido sexualmente a un alumno del centro. Se marchó del colegio y, tal como subraya el magistrado, siguió manteniendo contacto con menores (aunque de forma más episódica) porque continuó “su relación educativa, de ocio o similar” con ellos y “no se conoce ni un solo incidente”.

Por eso, el juez considera en su auto que Benítez esquiva el principal argumento para ordenar su ingreso en prisión a la espera de que se celebre el juicio oral: el de la reiteración del delito. Para Tabarés Cabezón, basta con prohibirle que mantenga el contacto con menores -algo ya decretado- y, por ello, no resulta necesario privarle de su libertad.

Como ya resolvió el 6 de febrero, cuando Benítez declaró por primera vez, tras confesar a EL PERIÓDICO que las denuncias promovidas por Manuel Barbero, padre de una de las cuatro víctimas por las que será juzgado, no cree que exista riesgo de fuga tampoco ahora, cuando las penas que podrían caerle son abultadas. 

En su auto, el juez desestima el resto de argumentos de las acusaciones particulares que solicitaban la privación de libertad porque no cree que exista el riesgo de que Benítez pueda cruzarse con familiares de las víctimas, no le da ninguna importancia al hecho de que se negara a declarar, relativiza que su presencia cause alarma social y arguye que el riesgo de que se acabe suicidando no se disipa en la cárcel.