Un director de culto
El británico Peter Strickland vuelve a Sitges con la fascinante 'The duke of Burgundy'
Peter Strickland (Reading, Inglaterra, 1973) retrasa su entrevista con este diario tres cuartos de hora en el último momento, pero tiene una buena excusa: la necesidad imperiosa de ver alguna película. «Cuando voy a los festivales no paro, siempre tengo alguna tarea», dice. «Y he pedido por favor que me dejasen ver algo». La elegida ha sido Carga maldita, de William Friedkin. «Aún no sé cómo pudo rodar esa película. Es un misterio para mí a nivel técnico. Friedkin es uno de los mejores directores».
Habla con apasionamiento infeccioso, y esa pasión se trasluce en sus propias películas, cine que respira obsesión por el cine. En particular por ciertas parcelas de culto. Si su anterior Berberian sound studio, que pasó en el 2012 por Sitges, era un tributo sesgado al giallo, The duke of Burgundy la película que este año ha traído al festival, nace de su fascinación por la sexploitation europea de los 70, en particular el cine de Jess Franco.
«Franco fue el primer germen, pero al final nos fuimos hacia otro lado. La idea era hacer un remake de Les possédées du diable (1974) y acabó no teniendo nada que ver. Han quedado elementos muy básicos de su cine; el halo psicodélico, las amantes femeninas. Conforme avanzaba en el proyecto, iba quitando y quitando más capas de fantástico».The duke of Burgundy cuenta, desprovista de todo tipo de corsés narrativos y con un uso fascinante del sonido -especialidad de Strickland-, el romance con tintes sadomasoquistas de una profesora de mariposas, Cynthia (Sidse Babett Knudsen) y su nueva sirviente Evelyn (Chiara D'Anna). No se sabe dónde sucede, tampoco cuándo. Es una abstracción gloriosamente esteticista en la que cada espectador puede superponer sus experiencias.
Una película para Björk
Todo esto no funcionaría igual si Strickland no tuviera un par de actrices tan magnéticas como la danesa Sidse -conocida por la serie Borgen, que Strickland dice no haber visto aún- y Chiara, que tras su breve paso por Berberian Sound Studio carga ahora con el 50% de un filme a sus espaldas. «Ella estaba aterrada, pero también lo estaba yo. Da igual que hayas hecho un filme o tres. El miedo antes de una película es inevitable».
A Strickland, además, se le juntaron dos proyectos, The duke of Burgundy y una película de concierto (Biophilia live) de la última gira de Björk. «Me lo encargaron hace dos años, pero se tardó menos en encontrar el dinero para mi película que para la de Björk. Y las fases de montaje chocaron por completo». Según Strickland, Biophilia live es un trabajo «respetuoso con la visión de la artista», más que una obra propia. «Y eso quita presión».
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