Sergio Caballero: «'La distancia' es una obra comercial, un 'blockbuster'»

El codirector del Sónar presenta en el festival de Sitges su segundo filme

Sergio Caballero, con los actores Sophie Evans, Alberto Martínez y Michal Lagosz, en Sitges, tras la proyección de 'La distancia'.

Sergio Caballero, con los actores Sophie Evans, Alberto Martínez y Michal Lagosz, en Sitges, tras la proyección de 'La distancia'. / DIEGO CALDERÓN

JULIÁN GARCÍA / SITGES

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Sergio Caballero (Barcelona, 1964) es codirector del Sónar y responsable de sus impactantes campañas gráficas, por las que han pasado Diego Armando Maradona, El Dioni, perros disecados, 'cheerleaders' barbudas, chandaleros de 'tuning' y fantasmas blancos con sábana y capirote. Su imaginario va por libre, como procedente del espacio exterior, y así lo confirma en su segundo largometraje, 'La distancia', presentado ayer en Sitges en la sección oficial. Un extraño relato ambientado en una central térmica siberiana abandonada y con presencia de tres enanos rusos telépatas, un artista de 'performance' austriaco, un cubo que habla japonés mediante haikus y una crupier-tarotista interpretada por la actriz porno Sophie Evans.

-¿Cómo definiría 'La distancia'?

-De varias maneras. A nivel sonoro, la película son 110 hercios, una frecuencia grave. A un nivel más formado, 'La distancia' trabaja sobre la idea de un robo, con una mezcla de ciencia ficción, suspense, 'performance', cine extraño. Pero todo es una excusa porque 'La distancia' es un lugar, un espacio en el que debes entrar para disfrutar de las imágenes y el sonido.

-¿Cómo llegó a la idea de 'La distancia'?

-Yo hago cine, pero soy más músico. Y cuando hago una nueva composición, trabajo con una paleta sonora que luego me lleva a componer. Con el cine hago lo mismo: apunto ideas que se me ocurren. En este caso, la idea de un robo. Y luego todo encaja. Es mi forma de trabajar. Por ejemplo, el título. Estaba solo conduciendo en Mallorca por unos túneles. Y de repente vi un 'led' que decía 'La distancia'. Es superpoético. Como si te hablase un ser sobrehumano y te dijera: «La distancia...». Te proyecta mucho.

-El imaginario de la película es su imaginario personal, ¿verdad? Enanos, frío, ciencia, ufología, taxidermia, humor, diálogos en ruso...

-Sí, son cosas que a lo largo de los años se van repitiendo. Son, en fin, mis herramientas de trabajo. En cuanto al ruso... Si toda esta gente hablara en castellano o inglés lo tendríamos como algo muy cercano. El ruso, aparte de que me gusta porque el tono y el sonido son cojonudos, hace que la peli gane otra capa, que esté aún más lejos. Como si te explicasen un cuento.

-¿Reconoce influencias en su cine?

-David Lynch me gusta. Y creo que en 'La distancia' puedes encontrar referencias al Andréi Tarkovski de Stalker. Otra referencia importante es 'Círculo rojo' (Jean-Pierre Melville, 1970). Me la miré bastante por la idea del robo. Me gusta mucho su tempo, cómo se desarrolla su acción. Pero realmente yo en los últimos 10 años solo miro cine de críos. Cuestión de ser padre. Con 'Kung Fu Panda' me lo pasé muy bien.

-Sus películas van muy por libre. ¿Se ve haciendo cine normal?

-Es que para mí 'La distancia' es una obra comercial, un 'blockbuster'. Mi hija Rita, cuando vio 'Finisterrae' [su primer largometraje], tenía 8 años y me hizo en la cabeza 'tactac' [se golpea la frente con el índice] y me dijo: «Papá, estás muy loco. La peli está bien, pero esto en el Maremàgnum no la pondrán». Le dije: «Pues la próxima sí». Yo veo 'La distancia' como una peli totalmente fácil de ver y comercial. Lo que pasa es que la gente cada vez está mas cohibida a nivel tanto creativo como de consumidor.

-Usted produce vino del bueno con la bodega 4kilos, de la DO Mallorca. ¿Qué le atrae de la enología?

-Hay mucha gente sabia y sin ego en el vino. Yo, mira, me voy a Mallorca y me evado del Sónar, del cine, de la música. Hablas con un pagès a las seis de la mañana sobre si ese escarabajo rojo es bueno o malo para la viña. Eso es muy sano para la cabeza.