Entrevista | Lucio Jilgueiro Traficante de pájaros

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Jaume y Dolors, las caras tras el ‘adiós’ de L’Oncle Jack

Así está el tráfico en Barcelona

Gabriel Jaraba
Mariya Gabriel
Salvador Sabrià
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Dani Flaco, poeta y cantautor hospitalense, ha sido el artista encargado de poner punto y final (o aparte, todavía está por ver) a toda una era de conciertos en el emblemático museo-bar L’Oncle Jack de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelonès), durante tres décadas, una meca para todos aquellos amantes del Jack Daniel’s y de la música de pequeño formato.

“Es una pena a nivel de ciudad. Es un sitio pequeño, pero lo que ha logrado a nivel cultural es enorme. Durante años, muchos músicos elegían ir antes a L’Hospitalet que a Barcelona por L’Oncle y por Jaume y Dolors”, explica Flaco, quien este miércoles 27 de diciembre realizó el primero de los cuatro conciertos seguidos que tiene programados en el mítico local y que este sábado pondrán la guinda a tantos años de pasión por la música en vivo. 

El bar, sin embargo, no bajará todavía la persiana. Jaume, el todavía dueño de L’Oncle, explica a este diario que, tras estos cuatro días de conciertos, “ya despedimos la música en directo”, pero que, a partir de enero, el local estará abierto, aunque ya sin actuaciones tras 19 años conciertos en vivo. “Y ya lo llevará una inmobiliaria en el formato de coctelería, bar y a la espera de que salga alguien interesado”, comenta Jaume. 

"Hacer las cosas bien"

“Ya hemos escrito esta historia, ahora vamos a relajarnos y a montar una despedida y unos conciertos de puta madre para despedirnos de todo el mundo”, decían Jaume y su mujer, Dolors, hace casi un año a EL PERIÓDICO, justo después de anunciar que L’Oncle iba a decir ‘adiós’. Desde entonces, los dos responsables del negocio han estado hablando con agentes del mundo cultural para intentar encontrar a alguien que, además del bar, se haga cargo de mantener los conciertos, pero, de momento, no ha habido suerte.

Con todo, Jaume explica que siguen sin tener prisa, que quieren “hacer las cosas bien” y encontrar a alguien que “conozca la noche, que sepa un poco lo que es la hostelería y que sepa llevar un local. No pasarlo a cualquiera y que quede hundido”.

Horas antes de empezar la primera de sus cuatro actuaciones -para las que todas las entradas están vendidas-, el músico de L’Hospitalet Dani Flaco dice que se siente “raro” y que vive algo así como un “luto anticipado” tras 19 años cantando en L’Oncle. “Hay un componente emocional muy fuerte. Además de que Jaume y Dolors son mis amigos desde hace mucho tiempo, L’Oncle tiene una magia especial que no se da en otros sitios”, añade el cantautor, quien ya anuncia que, en alguno de estos conciertos se le va a caer “una lagrimilla”.

19 años de música en directo

“Hemos disfrutado mucho, pero es tiempo de cambios y de plantearnos otro futuro. De tener fines de semana libres, poder ir a conciertos y de que nos pongan las copas a nosotros y no al revés”, explicaba el matrimonio en enero de este 2023. Para Jaume, L’Oncle Jack es más que el negocio de su vida, ya que lo es ahora un bar-museo fue antes la casa en la que se crio. “Reconvertimos la parte de abajo en un bar en el 89, cuando montamos una granja en la que trabajábamos a todas horas”, recuerda la pareja. En ese entonces, los padres de Jaume seguían viviendo en el inmueble, instalados en el piso superior del edificio.

Fue en 1996 cuando decidieron darle una vuelta al negocio y reconvertirlo en bar de copas. Jaume llamó entonces a los representantes de Jack Daniel’s y les comentó su plan: hacer de L’Oncle Jack el primer museo de Jack Daniel’s abierto al público en Europa. Hubo dudas sobre cómo iba a funcionar un negocio así, pero, poco a poco, L'Oncle se convirtió en todo un rincón de Tenesse en L'Hospitalet y los años de funcionamiento, así como los miles de conciertos que ha acogido, avalan el criterio de sus dueños.

No todo fue un camino de rosas. En las primeras subastas que ganaban en Estados Unidos, los vendedores les “boicoteaban” porque no querían arriesgarse a que la botella se rompiera en el trayecto hacia L’Hospitalet. Por suerte, conocieron a un coleccionista estadounidense a través del que canalizar las subastas que ganaban: “Se las pasábamos y él nos hacía el envío”.

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Tercer elemento del Rk, con verde y con foto

Tercer elemento del Ranking, con verde y con foto de Judas reencuadrada

No todo fue un camino de rosas. En las primeras subastas que ganaban en Estados Unidos, los vendedores les “boicoteaban” porque no querían arriesgarse a que la botella se rompiera en el trayecto hacia L’Hospitalet. Por suerte, conocieron a un coleccionista estadounidense a través del que canalizar las subastas que ganaban: “Se las pasábamos y él nos hacía el envío”.

El cantante de Judas Priest, Rob Halford, en el Rock Fest. 

El cantante de Judas Priest, Rob Halford, en el Rock Fest. Retoco pie desde noticia en foto de dentro texto / EFE / ENRIC FONTCUBERTA

No todo fue un camino de rosas. En las primeras subastas que ganaban en Estados Unidos, los vendedores les “boicoteaban” porque no querían arriesgarse a que la botella se rompiera en el trayecto hacia L’Hospitalet. Por suerte, conocieron a un coleccionista estadounidense a través del que canalizar las subastas que ganaban: “Se las pasábamos y él nos hacía el envío”.

También perdieron dinero con algunos conciertos, como cuando vino a tocar Pedro Guerra. "La gente estaba acostumbrada a verlo en teatros. El primer día, local lleno y vendimos cinco Coca-colas, dos cervezas y dos aguas", explica Jaume. Lo mismo ocurrió en el segundo pase que hicieron con el. Sin embargo, tras ello, Pedro le dijo a Jaume que nunca más pagaría un caché, que el se quedaría lo que recaudasen con la venta de entradas y Jaume y Dolors con lo que vendiesen esas noches. Y así fue. "Perdimos dinero aquellas noches, pero hay que saber perder con elegancia", dice Jaume.

Croquetas contra el cambio climático

Serie de reportajes de EL PERIÓDICO sobre el desperdicio alimentario desde el campo hasta los hogares.

Las primeras palabras de Nick Cave en ‘Fe, esperanza y carnicería’ son: “¿Quién quiere dar entrevistas? En general, las entrevistas son una mierda. De verdad. Te consumen. Las detesto”. No está mal como preámbulo de un libro que es, básicamente, una entrevista. De 300 páginas. Acaso condicionado por la necesidad de buscar algo en que ocupar el tiempo durante el confinamiento, Cave aceptó en 2020 la propuesta del periodista norirlandés (y amigo) Séan O’Hagan de mantener una serie de conversaciones telefónicas hablando sobre sus “preocupaciones actuales” con vistas a la confección de un libro. Las charlas se prolongaron durante un año; en total, más de 40 horas de grabaciones en las que el cantautor australiano no solo pasó revista a sus 40 años en la música sino que abordó con una franqueza bastante brutal los episodios más dolorosos de su vida y asuntos como la pérdida, el duelo, la libertad, la espiritualidad, las adicciones y el poder redentor del arte. Una larga y perturbadora confesión que la editorial Sexto Piso publica la próxima semana en castellano con traducción de Eduardo Rabasa.

Nick Cave y Séan O'Hagan, imagen de 2022.

Nick Cave y Séan O'Hagan, en 2022. Cambio pie desde dentro texto noticia. / Lynette Garland

El asunto central de estas conversaciones, al que Cave vuelve una y otra vez, es la muerte, en 2015, de su hijo Arthur, que a los 15 años se despeñó por un acantilado en Brighton después de haber consumido LSD. En el posfacio del libro, O’Hagan admite que se vio sorprendido “constantemente” por la “sinceridad y apertura” del músico a la hora de hablar de la tragedia, así como por “la naturaleza articulada” de sus respuestas. “Es importante hablar de ello, porque la pérdida de mi hijo me define”, dice Cave en un momento de la entrevista.

Algunos pasajes son de una dureza casi insoportable. El capítulo en el que el artista rememora la noche en la que murió Arthur es una lectura sobrecogedora. También lo es el momento en el que asegura que toda su obra de los últimos años es una manera de buscar la “absolución”, de pedir perdón a su hijo por lo que sucedió. Pero Cave se afana en repetir una y otra vez que aquella inconcebible catástrofe familiar puso en marcha una transformación personal y creativa que ha dado un sentido más pleno a su vida y a su obra. “Desde que Arthur murió he podido escapar de la fuerza absoluta del dolor y experimentar una especie de alegría que es completamente nueva para mí”, asegura. “He vivido muchos más periodos de felicidad que antes, a pesar de que ha sido lo más devastador que me ha sucedido jamás. Es el regalo que me dejó Arthur”.

Salir de la oscuridad

En pleno derrumbe existencial y sumidos en la más completa oscuridad, Nick Cave y su esposa Susie descubrieron poco a poco que la amabilidad de la gente podía ser una fiable fuente de luz y, con el propósito de dejar atrás las tinieblas, se aferraron a la convicción de que “el mundo no está animado por la maldad, como se nos dice tan a menudo, sino por el amor”. En esa certeza hallaron el camino para volver a la vida, pero ya no eran las mismas personas que antes. “Me gustaría transmitir –dice Cave- un mensaje que tiene que ver con la pregunta que se hace toda la gente que pasa por un duelo: ¿te sientes mejor en algún momento? Y la respuesta es que sí. Nos volvemos diferentes. Mejores”.

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A riesgo de alienar a sus fans más escépticos, el artista no oculta que este viaje va ligado a una intensa exploración de su fe religiosa. Es cierto que ese es un interés antiguo que se remonta a los tiempos primigenios y salvajes de The Birthday Party -“tenía mucha gente con la que drogarme, pero muy poca que me acompañase a la iglesia”, apunta sobre aquellos días- y que, como fuente de inspiración artística, ha estado presente en toda su obra, pero Cave subraya que en los últimos años se ha acrecentado su inclinación a aceptar la “verdad poética” de la existencia de Dios. Y va un paso más allá al afirmar de manera bastante taxativa que “el ateísmo es malo para el oficio de escribir canciones” por cuanto niega “la dimensión sagrada fundamental de la música”.

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Despiece

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Droga y rock and roll

Aunque los asuntos tratados son, como se ve, de cierta gravedad, las páginas de ‘Fe, esperanza y carnicería’ también brindan unas cuantas satisfacciones a todos aquellos que busquen suculentas historias de sexo, droga y rock and roll. Pese a formular alguna débil queja cada vez que surge el tema de sus adicciones –“me parece cansino y poco interesante”, señala-, Cave habla abiertamente de su relación con la heroína y el alcohol y relata algunos episodios delirantes, como el del día en que salió de su primera estancia en una clínica de rehabilitación y la revista ‘New Musical Express’ tuvo la infame ocurrencia de organizarle un encuentro con Shane MacGowan (The Pogues) y Mark E. Smith (The Fall), dos dipsómanos irreductibles, ya fallecidos. ¿Qué podía salir mal? “Estaban ahí sentados metiéndose drogas y bebiendo hasta perderse. No fueron muy empáticos con mi situación”, comenta.

Entrevista a Gloria Lomana , Presidenta de '50&50 Gender Leadership' , consultora dedicada a promover el liderazgo femenino.

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FOTO Y VIDEO: DAVID CASTRO.

Abundan en el libro las reflexiones sobre el tortuoso proceso de componer música –“escribir canciones es un asunto sangriento”, sostiene- y las revelaciones sobre la dinámica interna de los grupos que ha liderado. Respecto a la primera y más legendaria formación de The Bad Seeds, apunta que la convivencia en el estudio con el multiinstrumentista Mick Harvey y el guitarrista Blixa Bargeld era “como tener a Hitler, a Stalin y al jodido Mao Zedong tratando de hacer un disco juntos”. Y muestra una divertida perplejidad al evocar el día en que el temperamental Bargeld abandonó el grupo en medio de una grabación pronunciando una frase inmortal: “No me metí en el rock and roll para tocar rock and roll”.

Lleno total en el concierto final de la gira de Robe en Madrid

Lleno total en el concierto final de la gira de Robe en Madrid. /

Pero incluso a la hora de rememorar escenas hilarantes como esta, el relato de Cave parece estar impregnado de un sentimiento de profunda melancolía. O’Hagan lo define como una aguda consciencia “de la precariedad de la vida”, presente en todo el libro. De hecho, durante los 12 meses que duraron las conversaciones, el artista perdió a su madre, a su amigo el productor musical Hal Willner y a Anita Lane, novia de juventud y estrecha colaboradora. Muy poco después, falleció su hijo mayor Jethro, a los 30 años. Demasiada devastación como para no dejar un poso de tristeza hasta en los pasajes más aparentemente luminosos. El propio Cave lo admite en una imagen poética de alto vuelo: “La esperanza es optimismo con el corazón roto”.

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