PSICOLOGÍA

Síndrome del nido vacío: cuatro trucos para evitar la tristeza cuando los hijos se van de casa

Cuando los hijos se emancipan, es una buena oportunidad para que la pareja evolucione

Síndrome del nido vacío

Síndrome del nido vacío / periodico

Ángel Rull

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Tras la selectividad llega uno de los momentos más temidos para los padres: enfrentarse a que sus hijos se vayan a la universidad. Muchas veces se vive como algo traumático, con sentimientos de vacío, tristeza, soledad e incertidumbre. Sin embargo, puede ser el mejor momento para tener tiempo para uno mismo y para la pareja.

Consulte aquí las claves superar el síndrome del nido vacío:

1. No magnificar la situación

Que los hijos se independicen es un proceso natural. Implica volver a adaptarse, organizar las nuevas rutinas y reestructurar el núcleo familiar. Por eso, muchas veces, la nueva situación hace que, emocionalmente, los padres se desestabilicen. Al llegar este momento, se puede caer de forma directa o indirecta en la culpabilización a los hijos.

Se entra en un estado casi de boicot en el que se recriminan las decisiones, la carrera elegida o la casa donde se va a vivir. Se hace de forma inconsciente pero no son más que emociones negativas mal canalizadas. Nuestro cerebro necesita una causa, una razón para sentirnos mal, pero es demasiado poco ético responsabilizar a los hijos por "abandonarnos"; por eso, buscamos pequeñas excusas para descargar nuestra frustración.

2. Aprender a vivir sin los hijos

Cuando los hijos se han marchado, lo primero que sienten los padres es el sentimiento de soledad y vacío. El vacío que sienten es totalmente físico, agudizado por el silencio y la sensación de que la casa es demasiado grande. Empiezan a echar de menos a los hijos, a las rutinas y las costumbres.

El cambio se vive como un auténtico duelo, una pérdida, ya que la situación realmente no volverá a ser como antes. Esto es lo que da lugar al síndrome del nido vacío, con una sensaciones y etapas muy parecidas a las que suceden con la muerte de un ser querido: negación, tristeza, falta de apetito, ansiedad, desinterés por el ocio… El proceso no se vive como algo normal y por eso brotan en exceso las emociones negativas.

3. Aprovecha el tiempo para ti

Como en todo reajuste y cambio, es importante contemplar que se necesita tiempo para aceptar la nueva situación. El periodo de adaptación es fundamental, ya que la rutina se ha alterado por completo. 

Es una oportunidad perfecta para buscar aquello que nos gustaría hacer y ponernos a trabajar por ello. Es tan simple como apuntarse a clubs de lectura, movimientos feministas, un máster o una carrera, incluso aprender un nuevo idioma. Es en estas actividades, en esta reestructuración del día a día, donde hallamos tiempo para ampliar nuestra vida y ganar en autoconocimiento.

4. Vuélcate en tu relación

La pareja, en caso de tenerla, es fundamental también en el proceso. Debemos retomar nuestra intimidad que con los hijos en casa habíamos perdido, dedicar tiempo a estar en soledad, al conocimiento mutuo, a redescubrir la relación. El cambio, por estresante que parezca en un primer momento, es la oportunidad perfecta de crecimiento en casa.

Muchas veces, las parejas, al irse los hijos, tienen miedo de encontrarse en el otro, de sentir que ya han perdido la magia de los primeros años. Es un sentimiento normal que se vive incluso en relaciones sin hijos. Es tan fácil como asumir que la fase del enamoramiento es solo inicial, que con el tiempo las relaciones evolucionan y se basan en otro tipo de experiencias, ni mejores ni peores, pero sí muy plenas.

Como padres, tenemos el deber de permitir el pleno desarrollo de nuestros hijos, de fomentar su autonomía y su independencia, de dotarles de nuevas herramientas, y también de apoyarles en cada nueva etapa.  

Ángel Rull, psicólogo clínico.