La fiesta del libro
Red social de tinta y papel
Can Contijoch huele a tinta y papel, los dos ingredientes que impregnan sus paredes y con los que ha escrito la historia de esta librería, la de referencia de Manlleu.«Todo empezó en la calle del Pont, en 1940»,recuerda Fina Sala, al frente de la librería desde que se casó en 1961, a los 23 años. Su suegro, Tonet Contijoch, tenía una imprenta y su mujer abrió una papelería en la que empezó a servir libros en 1958. Hacia 1963 se trasladaron al paseo de Sant Joan, la ubicación actual de Can Contijoch. Entonces, los libros y los objetos de papelería se mezclaban en menos de la mitad del local; el resto lo ocupaba la imprenta.«Hace 15 años, la imprenta desapareció y ampliamos la librería»,explica Fina.
Así fue cómo los libros tomaron la tienda, forraron las paredes y se desparramaron (de manera ordenada) por una mesa central. Una disposición que recuerda una parada de mercado, ideal para conversar, compartir y aconsejar, una red social de papel.«Puedes tocarlos, olerlos, escoger, remover, cambiar impresiones, disfrutar de recomendaciones¿», describe Carme Trillas, la lectora que la recomienda. Trillas confiesa que en la librería se siente como en casa. No deja de ser curioso: ella es concejala de Policia i Serveis Socials de Manlleu y Fina forma parte de un grupo político local en la oposición.
Fina asegura que la clave de Can Contijoch es el trato con el cliente («personalizamos la selección, sabemos qué podemos ofrecer y a quién»). Carme no solo se fía de las recomendaciones de la oposición, sino que ella misma también aconseja a Fina. Este contacto personal y el tacto del libro es la diferencia entre Can Contijoch y las librerías virtuales, argumenta Carme, que confiesa que ha intentado cambiar el papel por ele-book con escaso éxito: lo encuentra práctico pero impersonal. Fina está de acuerdo, aunque no se cierra puertas: su librería forma parte de Liberdrac (una plataforma digital que reúne a una cuarentena de librerías catalanas) y también ofrece títulos en soporte electrónico. Pero ambas lo tienen claro: el libro impreso aún está vivo. Como prueba, Carme sostiene que los libros se venden todo el año:«Con la crisis, se ha recuperado como regalo útil», dice.
Dar la talla
Entre libros no hay lugar para rivalidades políticas, y mucho menos cuando lectora y propietaria pertenecen a dos familias afincadas en Manlleu desde hace generaciones.«Mi madre y su cuñada, Josefa Contijoch, habían ido al cole juntas», explica Carme. ¿Josefa Cantijoch? Sí, la autora deSense alè(premio Ciutat de Barcelona) acostumbra a pasarse por la parada en Sant Jordi para echar una mano.
Este año, Josefa no podrá estar, pero Can Cantijoch saldrá a la calle como lo viene haciendo desde hace 40 años. Fina y su equipo se presentarán a su examen anual con nervios. Más tranquila, Carme se pasará por su parada favorita para comprar, recomendar. En definitiva, a vivir la fiesta y plantarle cara a la crisis.
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