Todos hablamos Shakespeare

William Shakespeare

William Shakespeare / periodico

JOSEP MARIA POU

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Ni un día sin Shakespeare. Ni una hora sin una frase del Bardo. A cita por minuto, sale el recuento. Esto afirman quienes saben de ello y aman las estadísticas. Pero no hace falta moverse entre algoritmos; valga la autoridad que da el tener la mente dispuesta y el oído atento, para decir que no me cabe la menor duda. La presencia de Shakespeare es constante. En cualquier rincón, en cualquier idioma, con cualquier pretexto. Shakespeare omnímodo, absoluto, ubicuo, universal. ¿Por qué? La respuesta la da Harold Bloom -a la gallega manera- con otra pregunta: ¿Hay alguien más? O lo que viene a ser lo mismo: ¿Y quién si no?

Ahí lo dejo. No seré yo quien inicie el debate. Pero si me pongo a pensar no se me ocurren -la Biblia, aparte- textos más citados ni parentescos más buscados que aquellos salidos de las obras de Shakespeare. Quien más, quien menos, tiene a un Otelo entre sus colegas, conoce a algun Shylock en su negociado, se pierde en el "ser o no ser" de la decisión diaria, descubre sin sorpresa que "todo el mundo es un teatro" y se enorgullece, en fin, del amigo tipo Falstaff –buen vino, mejor  cordero- capaz de gritar "¡mi reino por un caballo!", perdido el último taxi en los vapores de la madrugada. Todos hablamos Shakespeare.

Alguno podrá decir que Cervantes y 'El Quijote' no le van a la zaga. Y es cierto. El Quijote, también, omnipresente. Pero notemos que decimos sólo 'El Quijote' al hablar de Cervantes y, en cambio, necesitamos larga lista -'Hamlet','Macbeth', 'Otelo', Lear, 'Enrique V', etc.- en el caso de Shakespeare. De la obra a las obras. De la novela al teatro. El teatro, la frustración –el paraíso perdido- de Cervantes. El teatro, la gloria de Shakespeare.

Quienes formamos la familia del teatro no podemos ser objetivos al respecto: decimos Shakespeare y se nos abren las fauces. Babeamos de gusto. Y temblamos de miedo. Lo cual nos hace masoquistas por sistema. No conozco actor que no rece para tener la suerte de toparse algún dia con Shakespeare. Y les aseguro que, pasada la experiencia, no se sale indemne. Inoculado el virus, uno quiere más. Y más. Porque vencido el miedo y apurado el gusto, de Shakespeare se emerge siempre mejor actor. Y mejor persona.

Shakespeare es el más completo manual de uso para el crecimiento personal. Shakespeare en la empresa, para ejecutivos y directivos. Shakespeare y el liderazgo. Shakespeare y el poder. Shakespeare, echando un cable para entender nuestro caos: "la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no tiene ningún sentido". Acudir a Shakespeare como quien va al psiquiatra. O al abogado. O al amigo que te abraza y no te suelta.

Shakespeare fuente de inspiracion que no se agota. Presente hasta el último pliegue de la cultura popular. Multiplicado en el cine, en la música, en la pintura. El mejor guionista de las mejores teleseries. Clamando que la tragedia existe, en un mundo en el que, ciegos, nos empeñamos en creer que la tragedia ha muerto.

Y que cuando, al modo de Hamlet, alguien especule "ver o leer, he ahí el dilema", la respuesta surja de la pura lógica: "ver y leer, aquí no hay dilema". Shakespeare en el teatro y en la mesilla de noche. En el escenario y en el iPad. Respirarlo con los actores, en la tormenta perfecta de una buena representación. Y antes o después, la lectura con calma y la reflexión serena en el libro recién adquirido -¿por qué no?- en este mismo Sant Jordi.

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