UNA DIADA POSITIVA COMPLETA UN PRIMER TRIMESTRE OPTIMISTA

Sant Jordi trae al fin ilusión al sector del libro

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ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Datos, lo que se dice datos, empezarán a llegar el mediodía del viernes, con los resultados reales de caja del día de Sant Jordi en 220 librerías. Sensaciones, estimaciones fundamentadas, deseos y también algunas evidencias, ya las hubo el mismo jueves bien pronto, en cuanto quedó claro que el sol brillaba, las calles se llenaban, los escritores se encaraban a colas nutridas, editores y autores ya no se daban el pésame en los almuerzos que organizan a media diada todos los grupos editoriales (un excelente termómetro), las cajas tintineaban y, librería a librería, se estimaba que en el peor de los casos se repetirían los resultados del 2015 y en el mejor se crecería un 1%, un 3% o un 5%. Porque de eso se trata, de una fiesta para siete millones de catalanes y de una fecha clave para un sector del que viven miles de personas amenazado tras seis años de depresión.

Primera evidencia. Dos libros encabezaron la lista de más vendidos en catalán y castellano, La Templanza de María Dueñas y Algú com tu, de Xavier Bosch (más romántico el segundo que el primero, quién lo iba a decir). Al menos otros cinco (Blitz de David Trueba, Hombres buenos de Arturo Pérez-Reverte, el único ausente en esta liga de los superventas, y El tesorero de Francisco Ibáñez, situados del segundo al cuarto lugar en ficción en castellano; Un any i mig de Sílvia Soler en el segundo de ficción en catalán y El mundo azul / El món blau de Albert Espinosa, tercero en catalán y quinto en castellano) estaban codo a codo.

PROVISIONALIDAD / Una advertencia: el Gremi de Llibreters elaboró esta lista a partir de las ventas de la semana anterior en las 220 librerías conectadas al servicio Librired (tanto independientes como grandes cadenas, con La Casa del Libro y Abacus pero no El Corte Inglés y FNAC) y una veintena de llamadas a las 5 de la tarde para pulsar los movimientos del día. Este viernes habrá una nueva lista con los datos reales registrados en Librired el 23 de abril, aunque de momento solo en las tiendas, no en los puestos de la calle. Puede haber movimientos, advierte el secretario técnico del gremio, Marià Marín: «Porque esta primera lista es provisional, y una prospección, pero también porque no recuerdo ningún Sant Jordi tan diverso, igualado y repartido; solo los dos primeros de cada clasificación son claros, el resto están empatados y aún se tiene que jugar la prórroga». Y si en lugar de mirar libros se observan las cifras de facturación, este vierners habrá los primeros datos tras cerrar caja. Durante la jornada festiva lo que se percibía en el aire eran indicios para estar satisfecho. Altos directivos de los dos principales grupos editoriales, Planeta y Random, a la pregunta de si el Sant Jordi estaba siendo bueno contestaban, que «muy, muy bueno». «Muy positivo», añadía el presidente de los libreros, Antoni Daura.

Eso sí: en un sector baqueteado por un descenso de entre el 30% y el 40% de su cifra de negocio es necesario poner en contexto esos muy. «Es positivo no perder sino subir, un punto o dos, y si llegamos al 5% brindaremos con cava», acota el fenómeno Marín, que aun así considera la jornada «espectacular». Hay otro elemento más para el prudente optimismo. El Sant Jordi del 2014 fue bueno, pero solo ese día. Incluso si solo se repitiesen resultados, la diada de este año viene precedida de tres meses en que por primera vez en seis años hay números verdes y no rojos. Cifras modestas pero verdes, auténticos brotes estadísticos.

Pero no solo de datos y cifras de facturación vive la cultura. Hay otros brotes intangibles. Como los embajadores de Sant Jordi que se han conseguido al descubrir esta jornada a varios autores internacionales de primera fila, o los ensayos para trasladar también a esta fiesta las nuevas tendencias que llevan a convertir a muchas nuevas librerías en centro de actividades culturales: como el Off Sant Jordi de la librería Calders y Mutuo Centro Cultural, con música, bar, las peroratas de Miguel Noguera, muñecas hinchables colgando del techo en lugar de rosas... y, por supuesto, libros.