VIOLENCIA FILIOPATERNAL

"Cuando un chico llama hijo de puta a su padre, hay que actuar"

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zentauroepp41767942 joaquim punti180126172001 / FERRAN NADÉU

Àngels Gallardo

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Joaquim Puntí (Barcelona, 1972) es psicólogo clínico en el Hospital del Parc Taulí, de Sabadell, donde desde el 2002 atiende a la población adolescente del extenso Vallés Occidental que muestra problemas psíquicos o de conducta, entre los que ahora predominan las autolesiones y la violencia contra el padre o la madre. El fenómeno es común al resto de hospitales catalanes.  

-Hablamos de adolescentes que llegan al hospital tras agredir a sus padres. Sí. Técnicamente, se llama violencia filioparental. Con frecuencia, los trae el Servei d’Emergències Mèdiques (SEM), al que los padres han recurrido porque su hijo está muy agitado y están desbordados, ven que la situación no se calma y existe riesgo para ellos mismos porque, por ejemplo, el chico ha cogido un cuchillo de la cocina y los está intimidando. Suponemos que los que nos llegan son una mínima parte de la realidad.

-¿Se trata de adolescentes enfermos o psicópatas? No son chicos con una enfermedad mental convencional. Técnicamente, no son enfermos. La psicología moderna los clasifica como personas con trastornos de conducta, un diagnóstico que viene a decir que su forma de responder cuando se les plantea un límite, o no aceptan algo, es la agresión.

-¿Es un fenómeno nuevo? En este hospital, y en los del resto de Catalunya, empezamos a tener noticia de esto hace cuatro o cinco años, y no ha dejado de aumentar. Si existía antes, permanecía en la clandestinidad. Antes de definir la situación de estos adolescentes, descartamos que no sufren ninguna patología mental clásica.

-¿En qué tipo de familias sucede? De todo tipo. La agresión siempre es contra quien intenta ejercer la autoridad y marca unos límites. El padre, o la madre. Lo que nos encontramos cada vez más es que esto pasa en familias monoparentales, en las que la autoridad es la madre. Básicamente, porque esos chicos perciben a las mujeres como más vulnerables. Se está extendiendo al padre. Sobre todo, avanza la sensación de impunidad de los agresores ante sus actos.

-¿Qué tipo de agresiones? Pueden ser verbales, desde el insulto hasta el desprecio o la amenaza. Físicas, con empujones, golpes, bofetadas, puñetazos, patadas, o sujetando a la madre del brazo de forma forzada. Intimidatorias, con un cuchillo. O destrozan objetos de la casa. O todas a la vez. Siempre contra los padres.

Pueden ser agresiones verbales, empujones, patadas, destrozos o intimidación con un cuchillo de la cocina

-Contra la autoridad. Podríamos decir que estamos atravesando una época en la que el concepto de la autoridad ha entrado en crisis entre los adolescentes.

-¿Se ha diluido? No la toleran, tienen una gran dificultad para aceptar las normas y se rebelan por motivos que pueden parecer insignificantes. Muchos adolescentes piensan que la autoridad únicamente la tiene la policía. Esa es su figura de autoridad. O ni eso. Su única autoridad son ellos. Y a esto añaden su necesidad de tenerlo todo de inmediato. Ahora. Y sin esfuerzo.

-¿Qué motivo puede ser un desencadenante? Algo tan sencillo como que el padre, o la madre, le diga a su hijo, de 14 años, que a las 12 de la noche le tendrá que dar el móvil porque se ha de ir a dormir. Eso puede ser un motivo suficiente para una respuesta violenta y desafiante ante la persona que, casi siempre, los ha criado.

-¿Cómo suele reaccionar el padre o la madre? En primer lugar, con incredulidad. Y con un gran sentimiento de culpa, la mayoría. Su reacción inicial es pensar ‘¿Qué estoy haciendo mal para que mi hijo actúe así?’. Para el padre supone una situación muy desagradable, porque si fuera una persona de la calle la que le estuviera agrediendo llamaría a los Mossos y pondría una denuncia. Pero hacer eso con tu hijo es muy complicado.

-¿Entonces? Habitualmente, intentan resolver el problema en la familia. Muchas veces, estas situaciones violentas no trascienden porque el padre o la madre, ceden. Y su hijo pasa a tener la autoridad. Pero una conducta lleva a otra peor. En ocasiones, con ese sentimiento de culpa surge la idea de que algo psíquico le puede estar ocurriendo a su hijo. Y entonces nos consultan.

-¿Alguien denuncia ante la Fiscalía? Los padres tienen dificultad para hacerlo, y no lo hacen. Su tendencia es tapar la cosa para proteger al menor. Excepto cuando una madre va al médico con el cuerpo lleno de cardenales provocados por su hijo y el médico informa en un parte de lesiones. En cualquier caso, no obstante, son los padres los que tienen la responsabilidad sobre su hijo.

-Son menores. Si, y no podemos, ni pretendemos, sustraerles esa responsabilidad. Desde el hospital trazamos un trabajo en red, en el que intentamos dar el poder a los padres para que afronten una respuesta. Y trabajamos con los chicos, que habitualmente no están colaboradores. A veces, los derivamos a asociaciones especializadas, como la Raíces, del Vallés.

-¿Les aconsejan denunciar ante los Mossos? A veces. No con un interés punitivo sino como método para enviar al adolescente el mensaje de que la sociedad no permite esas conductas. Eso activa reacciones que nos ayudan.

-¿Cuál debería ser la primera respuesta de una madre o un padre agredidos? A la primera, han de tomar medidas. El día que un chico llama ‘hijo de puta’ a su padre y le anuncia que sobre él no manda, ahí, ha de haber una parada. Una respuesta. Ha de actuar. En la realidad, lo habitual es que esos padres queden desbordados a medida que su hijo muestra una conducta desafiante y marcar territorio.

-Pero dice que la solución ha de pasar por ellos. Sin duda. La salida está en reforzar y apoyar a la familia. Creo que los adolescentes viven en un malentendido. Han acabado asumiendo como natural que en la vida todo ha de venir de cara, que todo sucederá ahora y cuando yo quiero, y que mis necesidades pasan por encima de las de los demás. Se ha producido un cambio de modelo social.

"Los padres han de asumir que son los responsables de la educación de su hijo"

-¿Cómo repartiría la responsabilidad de esta situación? Responsabilidad no es culpa. En términos rigurosos, la responsabilidad sobre la educación de un hijo la tiene la familia. Los padres han de asumir eso. Pero cuando entre los adultos nos preguntamos ¿quién tiene la autoridad?, no encontramos una respuesta clara. Algunos padres nos dicen que la autoridad la tiene la escuela, aunque después desautorizan a los maestros.

-¿La escuela es la autoridad? No. Hace 25 años, las familias tenían claro que en la escuela se aprendían habilidades instrumentales y conocimientos para ganarse la vida, pero, a ser persona, se entendía que quien te enseñaba era la familia. Se estructuraban alrededor de la autoridad que sostenía la figura del adulto. Ahora los padres están en casa menos de lo que querrían, eso les genera sentimiento de culpa y tienden a hacer concesiones.

-¿Habría que educar a toda la sociedad? Educar no es fácil, pero hace 50 años los padres lo hacían y estaban menos preparados que los de ahora. Se apoyaban en un sentido común muy básico: ‘las normas son las que son, y algunas las marco yo. Te gustarán más o menos, pero son las que hay’.

-¿A qué edad se inician los problemas? Hacia los 10, 12, 14 años. Las agresiones más graves se producen cuando se acercan a los 18, pero si entendemos como agresión los insultos, esto empieza hacia los 9 años.

-¿Chicos, chicas, qué predomina? Más chicos, pero a medida que crecen se incorporan las chicas. El tipo de violencia empleado por unos y otros es distinto.

-¿En qué? Ellos emplean métodos físicos. Violencia física. Empujones. Puñetazos. Coartar con un cuchillo de la cocina. Ellas recurren a una agresión más relacional. El maltrato es psicológico. Es más de machacar sistemáticamente. Menospreciar. Haga lo que haga la madre, se la desprecia. ‘Vaya mierda de comida has hecho’. Sistemáticamente. Busca el caos psicológico.

"Las chicas recurren al maltrato psicológico, al menosprecio sistemático de la madre. Buscan su caos psíquico"

-¿Cuál es el perfil psicológico de estos jóvenes agresores? Sus valores no son el esfuerzo y la perseverancia, sino la inmediatez. Una minoría de ellos reconoce que pierde el control. Otros son claramente heteroculpabilizadores: culpan a la madre de lo sucedido. Y lo dicen. 'Si mi madre me da lo que pido, no habrá problema'.

-¿Qué les dicen ustedes a los padres? Que educar es algo que se hace desde el minuto uno tras el nacimiento. Siempre educas. Cuando un niño de meses llora y tú actúas de una forma u otra, estás educando. En ese momento, le estás enseñando que habrá de tolerar que no siempre acudas a su llamada. Educar es saber cuándo has de gratificar y cuándo has de limitar.

-¿Cuál sería una respuesta paterna errónea? Negociar con un niño como si fuera un adulto. Y justificar todas las decisiones. Hay madres que suplican a su hijo de 12 años que se haga la cama. Que si les duele la espalda, que por favor… De esa forma, adopta un papel equivocado. Tampoco se trata de imponer las cosas. Algo así como: ‘Mira Joan, recuerda que para desayunar y poder salir a la calle, antes te has de hacer la cama’. Nada más.