ENFERMEDAD MAL ATENDIDA EN LA SANIDAD PÚBLICA

La falta de control hospitalario agrava el estado de los enfermos que sufren alcoholismo

alcoholemia

alcoholemia / JOAN PUIG

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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El 7% de los enfermos que ingresan en los hospitales españoles sufren dependencia del alcoholdependencia, otro 14% lo consume de forma excesiva rozando la adicción y un 53% beben con frecuencia, sin sobrepasarse. Estos datos, determinantes si se tiene en cuenta que el hábito de beber alcohol está directamente relacionado con más de 200 enfermedades graves, entre ellas numerosos cánceres, pasan desapercibidos en la inmensa mayoría de hospitales catalanes, españoles y europeos, ya que cuando el paciente ingresa –por patologías de cualquier tipo- no se le pregunta si el vino, la cerveza o el whisky forman parte de sus rutinas diarias y, en consecuencia, ese consumo no figura en la historia clínica del enfermo. Así sucede en los hospitales Clínic, Sant Pau o Vall d'Hebron, de Barcelona, entre otros muchos centros.       

El Hospital de Bellvitge Bellvitg, una excepción en este aspecto, ha coordinado un estudio realizado en 43 hospitales de ocho países europeos -21 de ellos españoles- que ha constatado que solo a un 5% de los pacientes hospitalizados se les pregunta en el momento del ingreso, al redactar el expediente clínico, si mantienen un consumo cotidiano, o periódico, de alcohol y qué cantidades toman. En la historia médica de un 40% de los hospitalizados queda constancia de que el enfermo, simplemente, bebe, sin más detalle ni cuantificación. Y no es así en todos los centros.

Esa desatención tiene consecuencias. "La presencia de alcohol en la sangre interfiere en numerosos tratamientos e inhibe la acción de los fármacos que controlan la hipertensión, la depresión o la pancreatitis", pone por ejemplo el doctor Antoni Gual, responsable de la unidad de alcohología en el Clínic, centro donde no se mantiene el citado control sistemático. Las personas alcohólicas no tratadas por su adicción tienen más dificultades para superar un proceso postoperatorio; sus estancias en los hospitales son más prolongadas que las de la media de la población y, de forma general, evolucionan peor ante cualquier dolencia.

PREPARACIÓN DE MÉDICOS Y ENFERMERAS

Bellvitge es el único hospital de España donde desde el 2002, y gracias a una persistente concienciación de médicos y enfermeras, la vinculación de los pacientes con el alcohol forma parte del interrogatorio rutinario de ingreso en todos los servicios. La historia del 80% de los pacientes hospitalizados en Bellvitge, sea cual sea su dolencia, especifica si consumen bebidas alcohólicas y que cantidades toman.

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No solo eso: a los pacientes en que se diagnostica dependencia alcohólica a partir del grado de consumo que relatan se les administra de inmediato un tratamiento de desintoxicación –sustancias benzodiacepinas- que elimina la necesidad de incorporar el tóxico. Lo denominan “desintoxicación oportunista”, ya que se trata de una intervención antialcohólica que el paciente no ha solicitado, pero que administran de la misma forma que dan fármacos para corregir otras muchas alteraciones que se suceden en el periodo de ingreso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la adicción alcohólica como una enfermedad.

SIN DELIRIOS NI TEMBLORES

“Muchos de esos enfermos quedan sorprendidos cuando les informamos de que su consumo de alcohol equivale a una dependencia: una adicción –explica la doctora Beatriz Rosón, coordinadora del programa de detección precoz del alcoholismo en Bellvitge e impulsora del estudio-. Nuestro objetivo es actuar de forma preventiva y proactiva, en el momento del ingreso, para evitar, entre otros efectos, que el enfermo sufra el síndrome de abstinencia mientras se le trata la dolencia por la que ha llegado”.

Esto último ya lo han conseguido, asegura Rosón. “Ya no vemos síndromes de abstinencia en el hospital. Ese proceso puede ser grave, potencialmente mortal”, asegura. Así, explica, han eliminado las crisis convulsivas, náuseas, vómitos, temblores, alucinaciones o delirios susceptibles de aparecer, en grandes bebedores, al privar a un organismo adicto de la sustancia de la que depende. Otro de los beneficios de esta actuación precoz, explica la especialista, es la toma de conciencia por parte del enfermo de que las seis o siete cervezas, copas de tinto o tragos de whisky que consumía a diario los ha convertido en enfermos alcohólicos.

Aunque no es su objetivo, esta intervención consigue reducir la población alcohólica. “Quien ha ingresado por una apendicitis, un problema de vesícula, un infarto de miocardio u otra cosa, regresa a casa tranquilo, sin pensar en el alcohol, desintoxicado y con la opción de no volver a beber”, explica Rosón. “Pero el alcoholismo es una enfermedad crónica, y acabar con la dependencia exige un tratamiento largo y profundo –advierte-. Algunos de los pacientes que hemos tratado sin que hubieran ingresado por su alcoholismo no han vuelto a beber”.

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