CULTURA Y MEDIOAMBIENTE

Lutieres que hacen cantar (pero no llorar) a los árboles

El lutier David Prat, de Rubí, trabajando en su taller.

El lutier David Prat, de Rubí, trabajando en su taller.

Manuel Arenas

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Los vídeos en Youtube de David Prat (Badalona, 1975) son hipnóticos. Con un fondo de música folclórica tocada por él mismo, el músico muestra cómo un trozo de madera, pasando por las sierras, los tornos y las lijas adecuadas, acaba convertido en un banyoEfectivamente, es lutier: un artesano de instrumentos de cuerda.

Cuando tenía 20 años, David Prat quería tocar un dulcimer un instrumento tradicional americano. Para ahorrar costes, consiguió por catálogo un libro de cómo construir uno, y, aprovechando que su padre tenía un taller metalúrgico con los tornos y las herramientas adecuadas, se construyó aquel instrumento y unos cuantos más. Así hasta el año 2008, cuando empezó a construir también para los demás y convirtió la afición en trabajo.

Prat invierte unas 4 horas diarias en el trabajo de lutier, ya que el resto del tiempo lo comparte con su mujer en el Cafè Pàmpol, un restaurante familiar que tienen en Rubí, su municipio de residencia. "Normalmente trabajo por encargos y tengo una lista de espera de medio año más o menos, ya que cada instrumento me requiere aproximadamente unas 80 horas. Trabajo sobre todo para tiendas o particulares [a los que prioriza] y suelo hacer un par de instrumentos al mes", cuenta el lutier rubinense.

Cambios en la normativa internacional

A finales del año pasado entraron en vigor una serie de modificaciones de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), introducida en el marco

Desde el año pasado, la normativa ha incrementado la protección de las maderas con las que trabajan los lutieres

de la 17ª Conferencia de las Partes (CoP17), que afectan a los lutieres en tanto que incrementan la protección forestal para detener la rápida degradación y desaparición de los bosques en todo el mundo. Tanto la Asociación Colaborativa de Lutieres Contemporáneos de España como la Asociación Europea de Constructores de Guitarras (European Guitar Builders Association) apoyaron unánimemente los cambios normativos. 

José Antonio Fuentes (Sabadell, 1971), lutier en Rubí a tiempo completo, explica que uno de los motivos fundamentales por los que se aprobó la nueva normativa fue por el auge del mercado asiático, que "ha hecho temblar los bosques del mundo porque ha empezado a tener una clase media-alta de guitarras dirigidas a un poder adquisitivo bastante alto, para las que sobre todo son utilizadas la maderas 'Dalbergias', unas de las que se incluyeron en la nueva protección del CITES".

Concretamente, tal y como especifica la plataforma Madera justa, nacida de la Fundación de Comercio Para el Desarrollo (COPADE), la nueva normativa obliga al lutier a hacer un inventario de existencias, indicando la especie, la cantidad de piezas, el volumen y el peso, a partir del cual se asigna un código a cada artesano. "Ese código sirve para que el SOIVRE [la oficina española encargada de efectuar los controles de calidad] controle las maderas que compramos y regularicemos nuestras existencias: cuando facturo una guitarra de madera Dalbergia me la restan del 'stock', y cuando compro me la vuelven a sumar", certifica Fuentes.

La mirada ecologista

El lutier David Prat está especializado en tres tipos de instrumentos: el banyo-tanto el americano, de 5 cuerdas, como el irlandés, de 4-, el dulcimer y el ukelele, todos asociados a la música tradicional. Según sostiene Prat, la concienciación ecológica en la fabricación de instrumentos tiene su origen en la cultura anglosajona, donde muchos lutieres restringen la madera a especies autóctonas e incluso trabajan en talleres que funcionan con energía solar.

Los lutieres usan maderas certificadas y barnices no tóxicos

Prat, como reconoce Fuentes que es habitual en el sector desde la entrada en vigor de la nueva normativa, evita a toda costa especies que están en peligro de extinción y usa maderas que tienen el certificado FSC, relativo a madera controlada proveniente de plantaciones pensadas para el consumo, así como utiliza "aceite de tung, que proviene de un árbol de Japón, no es tóxico y, a pesar de que no es tan resistente como otros, es más fácil de reparar". "Si un vegano quiere ser coherente, tiene que comprar un instrumento vegano. Hay veces que me los han pedido y utilizo un pegamento que no tiene origen animal", reseña Prat.

Por su parte, Fuentes sostiene que es común que cada lutier se fabrique su propio barniz: "Los barnices más duros, además de ser muy tóxicos, no dejan vibrar a la madera y no permiten que suene correctamente. Ese tipo de barniz está bien para muebles y usos industriales, pero matan el sonido. En mi caso utilizo barnices al aceite, hechos a base de recetas centenarias, o si no uso goma laca, que es una resina obtenida a partir del residuo de un gusano". 

Las dificultades del oficio

Aunque cada vez hay menos lutieres, David Prat se muestra optimista porque cree que son el nicho de mercado para los músicos que buscan instrumentos de gran calidad: "La fabricación asiática ha conseguido adquirir mucha calidad, los instrumentos europeos ya no son mucho mejores que los asiáticos y la gente, cuando busca algo todavía mejor, acude directamente al lutier". Ése fue el camino que siguió el músico Jacobo Naya, uno de los integrantes del popular grupo burgalés La M.O.D.A, que acabó contactando con Prat para que le construyera un banyo. 

El tipo de clientela de los lutieres depende en gran medida de la clase de instrumentos que construyen. En el caso de David Prat, por ejemplo, el cliente es principalmente anglosajón -por eso tiene tanto su página web como sus redes sociales en inglés-, "gente aficionada americana o irlandesa que busca algo especial, diferente a lo que fabrica la industria, tanto profesionales como aficionados de alto nivel". El precio medio de un banyo puede rondar los 1.500 euros, de los cuales hay unos 400 o 500 de coste de producción para el artesano.

Además de las dificultades inherentes al oficio, José Antonio Fuentes apunta una nueva: la burocracia a la que obliga el CITESproblema al que han hecho referencia las asociaciones de lutieres. "Para nosotros, los cambios del CITES han sido un problema más, porque nos obliga a tener muchas existencias para que la madera se vaya secando, ya que antes de usarlas para los instrumentos requieren de un largo proceso previo de secado, y a cumplir una serie de formalidades documentales en las facturas y a la hora de comprar material".

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