Ella ha abandonado el grupo (5): La resurrección de Leviatán

Laura no vio la curva. Eva saltó al vacío. HappyMiry no pudo sufrir más su vida feliz. Clara vio su reflejo en venta: 0 euros. Anglarill recibe los primeros casos. Están como una chota, dice su superior. Ella cree que es el miedo. Siempre el miedo.

Relato de verano de Emma Riverola: Ella ha abandonado el grupo

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Emma Riverola

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–¿De veras crees que Leviatán ha vuelto? 

Joan Levia. Leviatán, así le bautizó ella misma. Realmente, no sabe qué creer. Yo no llevo accidentes de tráfico, espetó cuando le pasaron el caso de Laura. De hecho, ni siquiera parece que haya caso. Una pareja que bebe demasiado durante la cena, ella conduce por una pista de Collserola y se incorpora a la carretera a demasiada velocidad. El hombre muerto y la mujer muy grave. Pero no, no todo encaja. Y, además, ella conoce a la mujer. Y demasiado bien a Leviatán.

Todos los indicios señalan que Laura miente. Pero aquellos ojos inyectados en sangre parecen sinceros

Se sienta un poco más erguida. Hace un par de días que la espalda se le resiente. Será que vuelven las lluvias. Ha llamado a Lisa, la psicóloga especialista en violencia machista. ¿Es posible que un trauma pueda llegar a distorsionar tanto la realidad? No, ella cree que es imposible. Entonces, todos los indicios señalan que Laura miente. Pero aquellos ojos inyectados en sangre parecían sinceros. Y cuando uno se debate entre la vida y la muerte no suele burlarse de la verdad.

Laura no ha salido de peligro. Los médicos aún no se atreven a dar un pronóstico positivo. Fue ella la que pidió hablar con la inspectora Anglarill, y así llegó el caso a sus manos. Una alucinación sería lo único que podría librarla de responsabilidad, pero si la psicóloga lo considera inverosímil... ¡Qué jodida es la vida! El pensamiento se le escapa en voz alta. Al menos, algunas vidas. La de Laura, por ejemplo. Cinco años viviendo en el infierno con Leviatán. Cinco años en el purgatorio y, cuando al fin parecía que había encontrado la felicidad, la muerte se le cruza en la carretera. Lisa se encoge de hombros, entiende la desazón de Anglarill, pero la alucinación de la mujer es demasiado elaborada para ser cierta. Según esa tal Laura, se dirigía conduciendo hacia su casa, su pareja se durmió y ella empezó a recibir WhatsApps del mismo hombre que roncaba a su lado. Mensajes en los que él se lamentaba, cada vez más desesperadamente, de que lo había abandonado en el restaurante. Ella se puso nerviosa, ya no sabía quién era el hombre verdadero, el que le escribía o el que dormía junto a ella, no vio la curva y pasó lo inevitable. Demasiado surrealista. Lisa se dispone a marcharse cuando ve un nombre que le llama la atención. Encabeza un documento, otro caso de Anglarill.

–¿Eva Luna?

–¿La conoces? 

–¿Cómo olvidar ese nombre de novela? Pero la que yo conozco no tuvo un buen final.

Y esta tiene un mal futuro. Pero es evidente que hablan de otra mujer. Anglarill le pone al día: una mujer de 27 años que se precipitó al vacío desde su dormitorio. Parecía que la vida le sonreía, hacía poco la habían nombrado primera bailarina de la compañía nacional, se supone que debió de sufrir algún brote psicótico. Ha sufrido una lesión medular irreversible a nivel cervical. Tetraplejia. Lo peor es la historia a la que ella se aferra para justificar su intento de suicidio. La joven asegura que la aplicación Shazam de su móvil no dejaba de captar una canción, a pesar de que ella solo oía el silencio. Y eso la trastocó por completo.

–¿'Salta', de Tequila?

Algo une a Eva y a Laura. No va a dar ninguno de los dos casos por cerrados. Lo primero, que estudien bien los móviles de ambas

Anglarill mira a Lisa con estupefacción. Tienes razón, la vida es jodida, reconoce la psicóloga y comparte con la inspectora el recuerdo de aquella niña a la que asistió una noche. Hará 15, 16 años, no lo recuerda muy bien. La madre se acababa de tirar por la ventana de su dormitorio. Su pareja la maltrataba. Cada noche. Un concierto de gritos y golpes que el hombre trataba de ahogar poniendo a todo volumen el mismo single. Salta, de la banda de rock Tequila. No había paredes que impidieran oír a la hija de Eva, también llamada Eva, las palizas que su padrastro infligía a su madre. El tipo también se tiró después de la mujer, lástima que no hubiera invertido el orden. Y lástima que él fuera el único superviviente del salto.

Anglarill suspira. El horror heredado. De una Eva a otra. El verdadero pecado original de la humanidad. Un rosario de millones de Evas consideradas una simple costilla de Adán, una ínfima y prescindible parte de ellos. Otra mujer que está como una chota, le dijo su superior cuando le pasó el expediente de Eva. Ahora, algo une a Eva y a Laura. El padrastro no era Leviatán, pero tanto da. Otro nombre para el mismo horror.

No va a dar ninguno de los dos casos por cerrados. Lo primero, que estudien bien los móviles de las dos mujeres. También quiere saber qué se ha hecho de Leviatán, el agresor continuado de Laura, y del padrastro de Eva. Después, preguntará si hay más casos de mujeres que estén como una chota.