Pensar el mundo

ELENA HEVIA

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Escribir después de Borges. Esa es la cuestión. Los argentinos tienden a mitificar a sus figuras. Pero en esa disyuntiva el modelo no es pequeño. Así que para seguir abriendo el camino de la fértil literatura del país austral hay que desarrollar un músculo poderoso. Ricardo Piglia lo hizo, sin alardes. A España tardó en llegar. Cuando Jorge Herralde lo incorporó a su catálogo en Anagrama ya era un mito en su país, aunque tendrían que llegar todavía algunas de sus obras mayores. Piglia era el escritor que había que tener en cuenta si se quería recorrer los tremendo caminos del compromiso político, las utopías, la represión y la moderna reflexión intelectual que ayudan a explicar la historia de Argentina y con ella la de los vaivenes del siglo XX. Junto a esos aspectos había que tener en también cuenta los géneros, especialmente el policiaco porque gracias ese modelo permitía al lector convertirse en un detective. Así abordó 'Plata quemada' que puede leerse como una novela negra, aunque encierre en su interior una radiografía borrosa pero a la vez muy vívida de su país. Y muy especialmente 'Respiración artificial' que es la gran novela de la generación que luchó bajo la dictadura.

En una entrevista contó a este diario que siempre veía sus historias como algo borroso y cambiante, porque no tenía muy clara la cualidad moral de la narración. Esa penumbra narrativa es la que hace grande al escritor y tiene uno de sus mejores ejemplos en 'Blanco noctuno'. Para darse cuenta de lo que es su escritura no hay más que acercarse a su monumental diario, del que se han publicado ya dos tomos, a falta de un tercero que aparecerá este año. Meditado y reelaborado, en un continuo juego con su alter ego, Emilio Renzi, protagonista también de algunas de sus novelas, el diario muestra el laboratorio de ideas de dónde surgió su literatura y es también uno de los más conmovedores reflejos de lo que significa escribir. Pensar el mundo.