DECIMOTERCERA JORNADA DE CAMPAÑA

Un voto de silencio

Montilla, anoche, con un grupo de periodistas en la sede del PSC.

Montilla, anoche, con un grupo de periodistas en la sede del PSC.

CARLES COLS

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«Un minuto es poco tiempo, sí. Pero un minuto puede ser decisivo para el futuro de Catalunya. Un minuto es lo que tardamos en dejar nuestro voto en la urna. Un minuto que vale para toda una legislatura y, seguramente, para toda una generación». Son las seis primeras líneas de la hoja manuscrita que la Junta Electoral Central decidió que José Montilla no podía leer a los espectadores en el cara a cara que TV-3 tenía previsto celebrar anoche. ¿Cuáles eran las seis primeras líneas del minuto final de Artur Mas? Convergència -aunque es cierto que, tal vez solo por el qué dirán, presentó un recurso en defensa de la celebración del cara a cara como también hizo el PSC- prefirió pasar página y no revelar ni la estrategia que su candidato tenía prevista ni, por supuesto, su mensaje final a los espectadores.

En el teatro español hubo un género menor que en los siglos XVI y XVII causó furor. Eran los entremeses, pequeñas representaciones que distraían a los espectadores entre el primer y el segundo acto de una obra mayor. Ha renacido. A Josep Cuní le tocó el ingrato papel del mesonero que todo lo ponía a punto ayer en los estudios de Sant Joan Despí mientras los distintos jefes de campaña en liza preparaban un plan A, un plan B y redactaban toda suerte de recursos y alegaciones para la Junta Electoral Provincial de Barcelona, primero, y para la sede central de esa institución -en Madrid, por supuesto-, después.

¡¿INHIBIRSE?! / Vamos por partes. Primero merece unos instantes de atención la confusión inicial que el lunes desató la Junta Electoral Provincial de Barcelona cuando decidió inhibirse en favor de su hermana mayor de Madrid. Mas, Montilla y Cuní se fueron así a dormir sin tener ni un apunte de lo que les depararía el martes. Bien, de hecho, se fueron a dormir como lo hicieron también los responsables de la Junta Electoral Central, a los que el fax de sus hermanos pequeños de Barcelona les llegó tan tarde que no tuvieron tiempo el lunes de decirles que inhibirse no aparece en el manual de instrucciones de esa institución. O sea, que ayer fue necesario poner el cuentakilómetros del cara a cara de nuevo a cero para que pudieran, esta vez sí, cumplirse los trámites.

Así fue. Se denegó el permiso, PSC y CiU recurrieron la decisión, se trasladó el escrito a Madrid (por lo que tardó en llegar, se supone que en diligencia), se abrió un paréntesis de una hora para que el PP, Esquerra y Ciutadans presentaran alegaciones y, ya por fin, a las nueve y media de la noche, se sentenció que por octava vez desde 1984 los catalanes se quedarán con las ganas de un cara a cara electoral entre el presidente de la Generalitat y el cabeza de lista que, según las encuestas, las apuestas, el tarot y lo que dicen sottovoce no pocos directores de campaña, le relevará en breve en el cargo.

A solo cuatro días del 28-N, la Junta Electoral Central privó a los catalanes de un siempre sano pulso de ideas entre dos opciones políticas que, aunque lo fácil en un bar siempre es decir que todos los partidos son iguales, proponen recetas bien distintas para el futuro inmediato de Catalunya. ¿Con qué argumentos? Los miembros de la junta sostienen que PSC y CiU se saltaron un trámite crucial para que un debate de estas características pueda ser televisado: avisarles con al menos cinco días de anticipación.

Los dos partidos expusieron en sus respectivos recursos que ese aviso ya se produjo a mediados de octubre, cuando comenzaron a pelearse en público por si el cara a cara sería en catalán o en castellano, en una cadena pública o en una privada, de pie o sentados (ayer, aunque solo sea como curiosidad, era de pie, con unos atriles la mar de monos).

No coló. No en vano, en la retina de muchos votantes y abstencionistas del próximo 28-N perdura aún la chuleta conversación que Montilla y Mas mantuvieron al término del debate de seis del pasado domingo y que, pese a que fue ya fuera de antena, TV-3 exhibió al día siguiente como si de una promoción del próximo cara a cara se tratara. Tal vez fue un error. Ver a los candidatos de CiU y el PSC invitando al resto de los cabezas de lista a irse a casa porque ellos tenían previsto cambiar a su antojo la programación de la cadena pública no parece, ahora que ha pasado tiempo suficiente, una muy edificante escena.

CiU, anoche, desdeñó la oferta de dar publicidad a cuál hubiera sido la intervención final de Mas en el cara a cara. Prefirió hacer algo distinto. Con el candidato ya en casa, el jefe de la campaña convergente, David Madí, compareció para lamentar la decisión de la Junta Electoral y la pérdida, por lo tanto, de un día de campaña dedicado a esfuerzos inútiles y -ojo al golpe bajo- dejar en aire una sombra de duda: cuando Montilla propuso el domingo un duelo personal a Mas ya sabía que era imposible. Curiosa forma de llamarle cobarde.

MAS, SUSPICAZ / Fue una tesis que, ya por la mañana, con todo todavía por decidir, abonó el propio Mas cuando refrescó de memoria la disputa mantenida el domingo por la noche en presencia de Cuní y de la directora de TV-3, Mònica Terribas. «Hagámoslo ahora mismo, le dije. Y no quiso de ningún modo». Sugirió que esta actitud le pareció sospechosa. «El que lo pide acaba diciendo que no...». Solo le faltó añadir «lagarto, lagarto».

Montilla, sin embargo, renunció ayer a la campaña y pasó la jornada preparando el debate que finalmente no tuvo lugar. Por eso, de noche, con el no definitivo de la Junta Electoral Central, convocó a los medios de comunicación por sorpresa para subrayar dos cuestiones. Primero, que cualquier insinuación procedente de CiU está fuera de lugar: «Es un ejercicio de arrogancia, prepotencia y falta a la verdad para intentar endosarme unas responsabilidades que son suyas». Segundo, deplorar que, de nuevo, una campaña electoral acabe sin un cara a cara: «Los catalanes tienen derecho a conocer las propuestas de los dos candidatos con más opciones».

La 13ª jornada de campaña, en resumen, fue extraña. No porque el presidente de una caja de ahorros haga campaña en favor del PP (ver página 9) ni porque Montserrat Tura, con Montilla encerrado en un despacho, pareciera entrenarse como cabeza de lista cara al 2014. Lo fue porque el ir y venir resultó agotador y frustrante. Si no, que se lo pregunten al chófer del autocar electoral de CiU. A media tarde, Mas anunció que, visto que la Junta Electoral se tomaba su tiempo, él se iba para Lleida a mitinear. El chófer le dijo a su novia que se subiera al vehículo, que se darían un paseo por Lleida la nuit. A la altura de Collbató, sin embargo, llegó al autocar la noticia de que Mas suspendía el viaje. Media vuelta y para casa. El chófer se sintió como Cuní.