Análisis
La transición hacia la sensatez
El acuerdo firmado entre CiU y el PSC ha permitido a Artur Mas lo esencial: salvar su investidura en la segunda vuelta, aunque solo sea por mayoría simple. Pero lo más interesante es que el pacto ha marcado los límites del vaporoso campo de juego que diseñó Mas en su discurso de investidura, particularmente en lo referente a la propuesta de emprender una «transición nacional». Es cierto que CiU tenía a mano otras opciones: el PP estaba dispuesto a abstenerse en solitario, sin firmar nada, solo a cambio de aparecer como socio preferente, alimentando así el escenario de un futuro pacto en la política española. Pero para Mas eso hubiera sido un mal comienzo. Con todo, el acuerdo con el PSC ha sorprendido al resto de fuerzas políticas y a no pocos analistas.
De entrada, porque este no era el escenario que quería CiU, que buscaba la investidura de Mas con la abstención conjunta de PSC, PP y ERC, sin tener que pagar ningún precio a nadie. El discurso de investidura fue construido hábilmente para alcanzar este juego a tres bandas. El mundo convergente acariciaba esta posibilidad. No en vano, desde las tribunas de la prensa conservadora muchos han insistido a lo largo de estos días en este deseo, casi exigiéndolo: la oposición debía imperativamente abstenerse, e incluso votar a favor, tan solo por sentido de responsabilidad. Sencillamente, porque el país lo pedía. Hace nueve meses, CiU no quiso firmar un gran acuerdo contra la crisis y entonces ninguno de quienes ahora tanto han apelado a la responsabilidad se lo reprochó. ¿Por qué en Catalunya siempre hay dos varas de medir? De haberse producido ese escenario, el socialismo catalán no solo habría aparecido débil y descabezado, sino también en fase de domesticación. Sin duda, el mérito de esta resurrección in extremis del PSC se debe a la profesionalidad política de Joaquim Nadal.
El acuerdo es útil tanto a CiU como al PSC. A los nacionalistas les permite argumentar que ellos no pretenden hacer tabla rasa con el pasado sino que son capaces de integrar todo lo que de positivo ha tenido la experiencia tripartita, por lo menos en el plano legislativo. Es la mejor forma que tienen los convergentes para acabar de pasar página sin crear anticuerpos. Con todo, el principal beneficiario del acuerdo a largo plazo puede ser el PSC si actúa con inteligencia. Porque, aparte del papel institucional que se reserva en la vigilancia de los grandes temas (finanzas locales, medios de comunicación, traspasos, revisión de pactos nacionales, etcétera), puede aparecer como la garantía de que CiU no va a emprender ninguna aventura soberanista. El PSC, pues, como garantía de que la única transición que se va a efectuar en Catalunya es una vuelta, un regreso, a la sensatez.
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