Análisis

Tiempo de relevos en el PSC

ANTONIO FRANCO

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José Montilla ha entendido que cuando se produce un resultado adverso tan contundente como el del PSC, ningún dirigente tiene derecho a adjudicarlo a la mala suerte o a circunstancias coyunturales. Una bofetada así refleja problemas graves de fondo y desencuentros entre la dirección del partido y los antiguos electores que se han evaporado. Una parte sustancial del voto socialista de Catalunya ha ido a la abstención o a otras opciones por falta de confianza en la marca o en quienes la encarnan. El PSC-partido ha forzado excesivamente las cosas y ha chocado contra su electorado. Por eso tiene que abrir un tiempo de relevos.

Acceder al poder de la Generalitat sin el suficiente respaldo parlamentario propio para ejercerlo sin desnaturalizarse era una vía dificilísima o equivocada. Pero tanto por ese camino como siguiendo en la oposición en vez de colocar en la presidencia a Pasqual Maragall y Montilla, el PSC debía llegar algún día a la encrucijada conflictiva de sus dos almas, la del centroizquierda catalán y la de la representación del centroizquierda español en Catalunya. El choque ha llegado porque ni sus seguidores entendieron nunca el acuerdo con una ERC que alardeaba continuamente de su independentismo, ni el PSC supo explicar los beneficios de que gobernase una coalición de izquierdas. Le ha faltado pedagogía. Al repartirse las áreas de gestión con ERC e ICV, ni consiguió una portavocía fuerte con carga ideológica propia, ni asumió la dirección administrativa de los medios informativos públicos. En la sociedad de la comunicación, esto convertía en prácticamente imposible mantener una mínima complicidad entre los dos tripartitos y el electorado socialista.

La crisis económica lo que ha hecho es darle un golpe seco final en la nuca. El PSC cae porque la buena gestión social desplegada por el segundo tripartito ha quedado difuminada ante la desmoralización por el crecimiento del paro y el hundimiento masivo de empresas. Frente a eso, como partido ha estado desaparecido. La Generalitat tenía poco margen de actuación, y eso lo tendrá que reconocer Artur Mas, pero quien sí podía actuar eran los hermanos del PSOE y no han estado nada convincentes. Un agravante.

La coherencia de Montilla al reconocerse perdedor abre una etapa de transición en la que el PSC debe efectuar los debates pendientes entre sus dos almas. Si hace trampas en el análisis y no vuelve a articular las dos tendencias, no solucionará nada. Si lo que plantea es una cuestión de empleos personales de los dirigentes, peligra incluso la posibilidad de que vuelva a ser el partido central de la integración y la cohesión social en Catalunya. Por eso, ante el posmontillismo, ha de aclarar su aportación al nuevo papel que debe asumir la izquierda realista europea frente a la globalidad, debe subrayar su propia personalidad y capacidad de representación del país en las relaciones Catalunya-España, tiene que modernizar los trazos del liderazgo en el municipalismo, y ha de ponerse al frente de la regeneración democrática contra la corrupción y las malas prácticas de las administraciones. Todo ello con líderes que traigan un nuevo impulso.