Geometría variable

Suárez-Tarradellas, tres décadas después

JOAN TAPIA

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Ayer glosé la gran aportación de Adolfo Suárez a la transición legal y ordenada desde el franquismo, entonces un régimen autoritario con algunos resabios fascistas, a una democracia de corte europeo (pese al bochornoso golpe de Tejero de febrero del 81). Suárez fue un político con coraje que supo llevar a cabo algo que parecía imposible: la ruptura pactada.

Quizás donde más se vio este coraje y el componente rupturista de su política fue en dos ocasiones. La primera, la legalización sorpresiva (viernes santo) del PCE antes de las primeras elecciones del 77 que conmocionó al Ejército. La otra, ya tras las elecciones, el nombramiento como presidente de la Generalitat provisional de Josep Tarradellas, el presidente de la Generalitat en el exilio que había sido elegido para el cargo en la embajada en México del Gobierno republicano español en 1956 por los diputados que quedaban del último Parlament de Catalunya. El Gobierno español salido de las elecciones y presidido por el antiguo secretario general del Movimiento Nacional (heredero de la Falange) reconocía la autonomía catalana y lo hacía nada menos que aceptando las consecuencias de la legalidad anterior al alzamiento militar del 18 de julio del 36.

A esta decisión Suárez llegó solo gracias a su gran capacidad para aceptar la realidad. Al poco de ser nombrado presidente demostró ignorancia sobre Catalunya al afirmar que el catalán no era una lengua apropiada para el conocimiento científico pero luego supo enterrar sus prejuicios y leer los resultados electorales. La UCD había ganado las elecciones en España con el 34,4% de los votos pero en Catalunya su cuota fue solo el 15%, inferior a la mitad y era la cuarta fuerza mientras que las que abogaban -con mayor o menor entusiasmo- por el retorno de Tarradellas sumaban más del 75%. Catalunya era diferente, quería el Estatut, no había agua para un régimen especial dirigido por el centro-derecha (como Rodolfo Martín Villa y Salvador Sánchez-Terán habían acariciado) y una autonomía controlada por un frente popular (PSC y PSUC, sin contar otros grupos, sumaban el 50%) podía ser tóxica para continuar la transición. No había más remedio que tragarse la Generalitat de la República, la heredera de Macià y Companys que tanto había enfermado a la derecha española ("antes roja que rota"). Aunque rabiara Francisco Coloma Gallegos, el entonces capitán general.

¿Por qué fue posible el pacto Suárez-Tarradellas? Primero porque Suárez mostró decisión, coraje y valentía. Segundo, porque en Catalunya había una unidad (que no quiere decir entusiasmo de algunos líderes con ambición) de partidos que sumaban más del 75% de los votos para exigir el retorno de Tarradellas. Y se supo aceptar que ello comportaba un gobierno de todavía más unidad (con consellers que iban desde la UCD hasta el PSUC). La tercera, que Tarradellas no renunció a su principal exigencia pero fue flexible y se dejó aconsejar por catalanes que de alguna forma habían estado en el franquismo como Carles Sentís y Manuel Ortínez.

¿Es hoy un precedente a tener en cuenta en el  impasse Rajoy-Mas? La presión contraria del nacionalismo español no puede ser superior a la de entonces aunque Rajoy no tiene el coraje de Suárez, jalea los prejuicios de los suyos y cuida más sus intereses a corto. Y a que Mas se va deslizando progresivamente hacia el tot o res (o consulta para la que ya ha pactado dos preguntas o no interesa), olvidando que ahora España no está en provisionalidad sino que tiene una Constitución (que con apoyo de CiU sacó aquí más porcentaje de votos que en el resto) y que ese texto legal forma parte del acervo jurídico de la Unión Europea que por algo es una unión de estados. La España y la Catalunya de hoy son muy diferentes pero la historia siempre enseña.