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Santa Rita

JOAN TAPIA

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A veces, los líderes catalanistas mayoritarios me recuerdan la distinción que hacíaFreudentre el superyo (la ilusión de ser) y el yo (la realidad). Antes del verano y tras la sentencia del Constitucional, el catalanismo, con más o menos entusiasmo pero conMontilla,MasyPujolpresidiendo, respaldó unamanibajo la bandera de elEl dret a decidiry una clara aspiración soberanista. Y se dijo que la vía estatutaria estaba muerta. Era el reino del superyo.

Ahora se acercan las elecciones y, como decía el otro díaManel Cuyàs, elsoberanismo ambienteretrocede. ElpresidentMontilladice que no repetirá coalición con sus socios independentistas. Y el candidato de CiU, que alentaba los referendos locales de autodeterminación, elige como eslogan centralPer una Catalunya millor, algo queJosep Piquéhabría suscrito con entusiasmo. A la hora de cazar votos, el superyo se diluye y aparece el yo.

Aunque no totalmente.Montilla insiste en recuperar todo el Estatut yMasargumenta que CiU ha sido expulsada de la Constitución que pactó (Roca) por la sentencia. Coloca en el invernadero eldret a decidiry apuesta por algo similar al concierto vasco (lapelaes lapela). Aunque admite que en un hipotético referendo de independencia, que no desea para su periodo inmediato de gobierno, votaría a favor.

No estamos, pues, igual que antes de la sentencia. Por aquello tan universal deSanta Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita. Pero el superyo se modera porqueara no convéjugar con las cosas de comer. Según la encuesta del CEO, los partidarios de la independencia han subido 4 puntos en un año. Pese a ello, son solo (¿solo?) el 25,2%. Pocos para ganar. Y el 42,5% de los catalanes (según el CEO) o el 43,9% (según el CIS) se sienten tan catalanes como españoles. Y (otra vez el CIS) los catalanes, en una escala de 0 a 10, sitúan su grado de nacionalismo en un 5,02. El equilibrio perfecto. El yo arrasa.