Posdata

'Sant Pancraç, salut i feina'

ALBERT SÁEZ

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En el ocaso de su presidencia, Jordi Pujol repartió un día en el Parlament un artículo que publicó la semana antes de las elecciones que ganó en 1980 contra los pronósticos de todas las encuestas. El texto llevaba por título un refrán catalán: «Sant Pancraç, salut i feina». El president esgrimía el texto para explicar las claves de la primera de sus seis victorias consecutivas. «En plena crisis económica de los 80, con el paro por encima del 20% y las empresas cerrando una tras otra, supimos dar un mensaje de confianza y de que entre todos saldríamos adelante», decía el fundador de CiU. Algo de razón tenía, aunque se olvidaba de otros factores que contribuyeron a aquella sorpresa: el exceso de confianza de los socialistas; el beneplácito del Gobierno central, que prefería una victoria de CiU a una mayoría de izquierdas, y el apoyo financiero de Foment del Treball a la ERC de Heribert Barrera para frenar al PSUC.

La situación económica de hoy no es tan grave como la de 1980 pero la incertidumbre que genera es similar. Las elecciones del domingo las ganará el partido que haya generado más confianza en los electores para liderar la salida de la crisis. Las expectativas de Artur Mas son tan contundentes como las de Joan Raventós y los pronósticos sobre José Montilla se asemejan a los de Pujol. En aquella ocasión lo que no cazaron los sondeos era la baja participación. Ahora, las muestras indican que los electores de la izquierda se quedarán en casa. Están en su derecho, faltaría más.

Las consecuencias

Pero eso no les hace menos responsables de las consecuencias. La abstención podría dejar el independentismo en manos de sus componentes más folclóricos; a la actual dirección del PSC, maniatada frente al PSOE, y a CiU, con una mayoría absoluta con la que no contaba desde 1992. Y al Parlament más antiguo del Estado, convertido en un circo de tercera.