REVISITANDO EL 'PROCÉS'

Roger Torrent, guionista y actor indispensable del 'auca' del 27-O

El presidente del Parlament fue una pieza clave en la simulación televisiva de la secesión de Catalunya

Torrent, a la izquierda, el 27 de octubre, cuando aún era un actor secundario de la política catalana.

Torrent, a la izquierda, el 27 de octubre, cuando aún era un actor secundario de la política catalana. / periodico

Carles Cols

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Las manecillas del procés giran tan veloces que en ocasiones (demasiadas, en realidad) pasan fugaces momentos que merecerían ser periodísticamente saboreados con calma, y Roger Torrent, presidente del Parlament, protagonizó uno el pasado 27 de octubre, que no debería ser olvidado, sobre todo ahora que, quién sabe, a lo mejor cobra un protagonismo creciente y hay que reescribir su perfil político con más espacio del dedicado hasta ahora. Por si fuera necesario, que se sepa que en este no debería faltar ese momento actoral que tuvo aquel desconcertante 27-O, el día de la supuesta proclamación de la independencia de Catalunya.

Ocurrió en el hemiciclo del Parlament. En los alrededores de la Ciutadella, miles de personas estaban expectantes. Medios de comunicación de medio mundo retransmitían, en directo en algunos casos, lo que allí sucedía. El primer momento Torrent tuvo lugar justo después de que los diputados del PSC y los de Ciutadans abandonaran el pleno. Pidió la palabra para solicitar a la entonces presidenta de la Cámara catalana, Carme Forcadell, una alteración del orden del día cuyo propósito aún no se intuía con claridad. Quería que la primera de todas las propuestas de resolución presentadas, la de Junts pel Sí y la CUP, fuera votada la última y que, además, lo fuera con urna. Se supuso en aquel momento que el propósito era que, para evitar posteriores sustos judiciales, los diputados independentistas pudieran esconder el sentido de su voto bajo el secreto que proporcionaba la urna. La cosa iba en realidad más allá, y Torrent lo sabía.

Se levantó el telón del misterio una media hora después, justo cuando los diputados del PP también abandonaron el hemiciclo. Fue un instante desconcertante, porque desfiló Xavier García Albiol, pero también todo el personal del Parlament salió. Se fueron hasta los ujieres, incluso esos dos que suelen marcar la línea de la cual no pueden pasar los fotógrafos.

Fue entonces cuando Torrent volvió a pedir la palabra. A Forcadell no le sorprendió. Le pidió a la presidenta de la Cámara que, "mientras llega la urna", para romper el silencio de esos minutos de espera, leyera la parte declarativa de la resolución que iba a votarse a continuación, y le especificó los párrafos en concreto que deseaba escuchar, el que iba desde "en virtud de" hasta "antes no se pueda votar".

Orson Welles, 1938

El texto que leyó Forcaldell era el de la épica. "Constituimos la república catalana, como Estado independiente y soberano, de derecho, democrático y social". En los alrededores del parque de la Ciutadella había ya quien lloraba de emoción, y eso que el texto aún proseguía. "Asumimos el mandato del pueblo de Catalunya expresado en el referéndum de autodeterminación del 1 de octubre y declaramos que Catalunya se convierte en un Estado independiente en forma de república".

Había más, pero esas dos frases resumen a la perfección lo que, a través de Torrent, el bloque independentista pretendía. Por televisión se retransmitió la lectura de aquellos textos, llegó la urna y se procedió a votar, pero, a falta de un fundido en negro o de cualquier otro recurso cinematográfico que expresara un salto en el tiempo o de contexto, no se subrayó que los textos leídos no tenían valor legislativo, que eran una simple introducción declarativa de una propuesta de resolución en la que, más tímidamente, simplemente se reclamaba al Govern que hiciera cuanto pudiera para que Catalunya fuera un Estado independiente.

Fue una votación concebida por y para la televisión, para que no se distinguiera la línea que separa la realidad de la ficción, como Orson Welles hizo radiofónicamente en 1938 con su adaptación de La guerra de los mundos. La prueba fue que aquella tarde la plaza de Sant Jaume se llenó de televidentes que esperaban que se arriara la bandera española del Palau de la Generalitat. Torrent no estaba ahí.