COMPARECENCIA PARLAMENTARIA

Rajoy se retrata como víctima de Bárcenas

JUAN RUIZ SIERRA
MADRID

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Mariano Rajoy es un jefe bueno, comprensivo y algo ingenuo. Siempre cree a sus subalternos. Cuando alguno de ellos tiene un problema, por grande que sea, él se solidariza. «Cada uno es como es. Y yo, para bien o para mal, soy así», dijo ayer. Sobre estos cimientos, el presidente del Gobierno construyó ayer su defensa del escándalo que sacude al PP, tras varias semanas negándose a rendir cuentas en el Parlamento por las graves acusaciones que vierte el extesorero de su partido (financiación irregular, sobresueldos ilegales, ofertas para amañar procesos judiciales…). Rajoy se presentó como una víctima delcaso Bárcenas, alguien cuyo único defecto consiste en confiar en quien no debía, y que ahora contempla, a su pesar, cómo sus adversarios políticos utilizan a una persona que se encuentra entre rejas para verter sobre él un caudal de «calumnias».

Aseguró que todo era falso y reconoció, eso sí, que se había equivocado al confiar en Luis Bárcenas, a quien citó por su nombre y apellido por vez primera en los últimos meses, pero esa fue toda la asunción de responsabilidades que llevó a cabo, dejando claro que ni piensa dimitir, ni adelantar las elecciones.

DUDAS ABIERTAS / Frente a una oposición que en su mayoría le reclamó que abandonara el cargo, el jefe del Ejecutivo no contestó a las preguntas que se le formularon. La comparecencia de ayer, muy bronca, sirvió para ver a un Rajoy que se defiende acusando de querer llevar el país a la «ruina» a quienes reclaman explicaciones, que comienza diciendo que no piensa caer en ely tú mas paro luego sacar a relucir casos como los de Filesa y Luis Roldán. Pero las dudas y sospechas no fueron resueltas.

«Di crédito a Bárcenas -explicó el presidente-. Era una persona de confianza. Carecía de razones para dudar de su inocencia, así que le apoyé. Como apoyaría a cualquiera que sufriera una persecución que yo creyera injusta. Creí en su inocencia hasta el momento que se confirmó la existencia de cuentas millonarias en Suiza. Y ese ha sido todo mi papel en esta historia. ¿Me equivoqué? Sí. Me equivoqué al mantener la confianza en quien no la merecía. Cometí el error de creer a un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable».

INTENTO FALLIDO / El jefe del Ejecutivo estructuró su largo discurso inicial, leído de cabo a rabo, en tres ejes. Uno económico, en el que sacó a relucir los buenos datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), la bajada de los índices de la prima de riesgo y la desaparición del fantasma del rescate. Otro destinado a cargar contra el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, por amenazar con una moción de censura que en parte provocó que ayer, por fin, el líder del PP aceptara comparecer. Rajoy buscó trasladar el centro del debate de los presuntos trapos sucios en su partido al drástico instrumento parlamentario con el que amagó el líder socialista, pero Rubalcaba no entró en este asunto y la táctica se quedó sin efecto. También desempolvó un capazo de añejas frases de Rubalcaba, en las que se defendía delcaso Faisán, para concluir que ahora estaba siendo sometido al mismo tipo de persecución que el propio Rajoy alentó cuando era jefe de la oposición. Y por último, una tercera parte en la que se defendió de las acusaciones de Bárcenas.

Según su relato, todo se debe a que el extesorero está en la cárcel y quiere defenderse a cualquier precio. «Decidió que su mejor estrategia defensiva consistía en atacar al PP. Tiene derecho a defenderse, yo no se lo voy a negar. Al acusado se le permite no declarar, e incluso mentir en defensa propia. Y eso es lo que está haciendo el señor Bárcenas, defenderse como mejor le parece. No puedo decirles otra cosa sino que son falsas sus acusaciones, sus medias verdades y sus interpretaciones de la media docena de verdades que emplea como coartada. En el PP ni se ha llevado una doble contabilidad, ni se oculta ningún delito. Se han pagado retribuciones complementarias por razón del cargo como en todas partes. Es de justicia. Se ha pagado en blanco y se ha incluido en la contabilidad. Yo digo que todo es falso. Lo demás es tarea del juez».

CENTRADO EN RUBALCABA / ¿En qué consisten esas medias verdades y esa media docena de verdades? Se desconoce. Rajoy, por mucho que insistiera la oposición (sobre todo el PSOE, IU-ICV y UPD, porque CiU fue más tibia), no quiso entrar. La rendición de cuentas que le exigieron los grupos, sostuvo, supondría lastrar la salida de la crisis. De hecho, dijo que había aparcado su oscurantismo y aceptado comparecer para «frenar la erosión de la imagen de España que algunos cultivan», e incluso acusó a Rubalcaba de querer llevar al país «a la ruina». El líder del PSOE salió fortalecido del debate. Convenció a la práctica totalidad de sus diputados, algo inusual, y logró que el presidente le tratara como lo que es: el jefe de la oposición. Rajoy, para disgusto de algunos (Rosa Díez, de UPD, principalmente) obvió la existencia del resto del arco parlamentario.

Después, en la réplica, todo fue más intenso. Tras haber dicho en la intervención inicial que no se detendría en la corrupción ajena, el jefe del Ejecutivo sacó a Filesa, sacó a Luis Roldán y sacó elcaso Faisán. Solo faltaron los ERE de Andalucía. «A mí no se me piden explicaciones, lo que me piden es que me declare culpable -concluyó-. Se lo diré con meridiana claridad. No me voy a declarar culpable porque no lo soy. No tengo constancia alguna de que mi partido se haya financiado ilegalmente. No me voy a declarar culpable porque no he venido a la política a enriquecerme, porque tengo profesión. No me voy a declarar culpable, porque aunque no soy un compendio de virtudes, soy una persona recta y honrada. Convocar elecciones es exactamente lo contrario de lo que conviene a este país».