Excusas de mal pagador

El 'expresident' Pujol desprecia las preguntas del Parlament sobre la corrupción y los negocios de los hijos

ALBERT SÁEZ

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Durante cinco minutos, Jordi Pujol  Soley volvió a ser el president que reinó durante 23 años. Histriónico, alzando el dedo acusador, dando lecciones de moral, despreciando al adversario, envuelto en la senyera. Fue en el turno de réplica. Alicia Sánchez Camacho, del PP; Joan Herrera, de ICV; Albert Rivera, de Ciutadans, y David Fernàndez, de la CUP, consiguieron apartarlo del guión. Y saltó, tras contenerse en una intervención inicial de media hora escrita a cuatro manos con sus abogados, le salió la bestia política. Y repartió a diestro y siniestro. Como en sus mejores años. Pasó el trámite de ayer porque no había contrarréplica pero se ganó una comisión de investigación de campeonato. Si en algún momento CiU había pensado que con la comparecencia en la comisión de Afers Institucionals podría evitarla, los exabruptos de Pujol echaron por tierra cualquier posibilidad.

BRONCA POR RESPUESTA / Bronca por preguntarle por otros asuntos que no fueran el legado de su padre a sus hijos y a su mujer; bronca por pretender abrir «una causa general»; bronca por no darse cuenta de que si «cortas una rama, cae una rama y todos los nidos que hay hasta caer el árbol entero»; bronca por poner en cuestión el trabajo bien hecho de sus gobiernos; bronca por insinuar que había pactado con Rajoy para eludir la justicia ... Cinco minutos que Rivera resumió como «un mitin, un sermón y una lección moral» que no tocaba. «Llevaremos su intervención a la fiscalía y le suelta la bronca al fiscal», concluyó. «No nos riña», replicó Sánchez Camacho. «No puede priorizar la defensa penal», sentenció Herrera. «Ahora entiendo cuando dijo que Mas no sabe mentir», remató Gemma Calvet. Mientras Miquel Iceta ironizó: «No ha aclarado la increíble fortuna que parecen acumular sus hijos». Y Fernàndez simplemente abandonó la sala.

Gracias al espectáculo de ayer, los más jóvenes -diputados, espectadores y periodistas- pudieron saborear una dosis del estilo Pujol de las épocas de sus mayorías absolutas, incluidas unas dosis de ventilador: «Todo lo que no era Convergència i Unió no era un desastre, porque el país ni lo era ni lo es. Y Convergència i Unió, tampoco. Y si todo hubiera sido tan corrupto, no habría aguantado». Si me matan a mí, morimos todos, le faltó decir.

Mientras, los diputados y sus votantes se fueron en blanco. Pujol dedicó el discurso inicial a psiconalizarse. «Me he desnudado sin que nadie me lo pidiera». Y lo cierto es que hizo una detallada disertación de historia de la industria textil para explicar cómo su padre -«un depurado de la guerra»- se hizo millonario a base de hacer contrabando de divisas desde Tánger para que los algodoneros tuvieran dólares para importar materias primas.

De aquello -que no era «ilícito»- quedó en el extranjero un capital que en 1980, a la muerte del progenitor, sumaba 140 millones de pesetas (865.457 euros) conservados en dólares, que con las devaluaciones y la inflación serían los 4,8 millones que su mujer y cuatro de sus hijos regularizaron en julio.

El único dato, el único hecho envuelto de un psicodrama familiar basado en una tormentosa relación con su padre -«que me tenía una mezcla de admiración y temor»-, es que aquel confiaba más en la nuera que en el hijo y por eso le confió el legado en un paraíso fiscal «para el día que Jordi, tú y vuestros hijos os tengáis que ir». Total que no lo hizo por codicia sino por «miedo».

Y nada más. El resto, excusas de mal  pagador: «No he sido un político corrupto»; «no he recibido dinero a cambio de una decisión político-administrativa»; «era rico antes de gobernar y dejé de serlo mientras lo hice»... Ni un dato ni una cifra. Ni tan siquiera aclarar si el escrito del padre está en el notario. Ni el nombre del administrador de la fortuna. Todo lo fió a su prestigio que, como le recordaron los diputados, está bajo mínimos tras la confesión del 25 de julio. ¿Por qué creerlo hoy si mintió durante 23 años? Solo lo hizo el esforzado portavoz del partido que fundó, Jordi Turull.

MISIÓN CUMPLIDA / Los diputados preguntaron cuanto había que preguntar y no pretendieron ser ni fiscales ni jueces. Con todo, hubo tres estilos diferentes. Calvet (ERC), Iceta (PSC) y Herrera (ICV) mantuvieron un tono de respeto institucional en su primera intervención. Por ello se mostraron más dolidos tras la explosión de Pujol, que respondió más directamente al tono de Rivera y de Sánchez Camacho. Más sutil el primero en arrinconar a Pujol con la casta de la transición y más oportunista la segunda proclamando que «la Catalunya independiente es el último refugio que les queda para la impunidad». Fernàndez (CUP) construyó una disección del doctor Jekyll y mister Hyde solo a base de citarlo.

Un hombre que entró abatido en la sala se creció durante unos minutos olvidando -como dijo Herrera- la gravedad de su situación personal y política, acusando a los diputados de falta de seriedad, poca honestidad e infantilismo. Ayer, Pujol volvió a defraudar.

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