El órdago soberanista

El PSC consuma su autonomía ante la indignación del PSOE

La socialista Luisa Carcedo indica a los diputados el voto negativo a la moción, ayer.

La socialista Luisa Carcedo indica a los diputados el voto negativo a la moción, ayer.

JUAN RUIZ SIERRA
MADRID

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Entre las 19.36 y las 19.54 de ayer se produjo un hecho histórico en el Congreso. «Propuesta 26. Comienza la votación», dijo el presidente de la Cámara baja, Jesús Posada. Y por primera vez, el grupo socialista se desgajó: los diputados del PSC votaron a favor (salvo Carme Chacón) y los del PSOE, en contra de la propuesta de CiU sobre la consulta en Catalunya, que se ajusta a lo que pedían los de Pere Navarro en su programa. Lejos de sus posiciones maximalistas en el Parlament, los nacionalistas reclamaron un diálogo entre el Ejecutivo y el Govern para que se celebre una consulta legal. Después llegó la de ICV, que era similar. «Propuesta 62. Comienza la votación», anunció Posada. Y de nuevo el PSC (Chacón aparte) fue por un lado y el PSOE por otro. En realidad, fueron dos hechos históricos que destaparon, de la forma más simbólica posible, las diferencias entre ambos partidos socialistas, así como el malestar con sus respectivos liderazgos. El derecho a decidir entró en el Congreso y partió al socialismo de varias maneras.

Muchos barones del PSOE, y muy poderosos, reclaman a Alfredo Pérez Rubalcaba que no permita desobediencias como esta. Varios dirigentes, del extremeño Guillermo Fernández-Vara a Alfonso Guerra, abogaron a las claras por romper con el PSC y presentarse con sus siglas en Catalunya. El secretario general, en cambio, optó por minimizar daños, restar importancia a la divergencia sobre el referendo porque ya se conocía y anunciar una revisión de las relaciones con los socialistas catalanes. Entre los 14 diputados del PSC, el malestar se dirige hacia Navarro. Afean al primer secretario que no se reuniese con ellos ni los llamase en los días anteriores, cuando son los propios parlamentarios quienes tienen que soportar la enorme tensión que existe con el PSOE.

Y en medio está Chacón, que se situó en tierra de nadie. La exministra de Defensa, que el pasado año aspiró a la secretaría general socialista y perdió por muy poco ante Rubalcaba, fue la única que no obedeció la orden de Navarro. No se posicionó ni a favor ni en contra. Tampoco se abstuvo. Simplemente no votó los textos de CiU e ICV sobre el derecho a decidir. La catalana puso su escaño a disposición del líder del PSC -quien, en una frase muy dura, le respondió que era ella quien tenía que decidir si sus «razones de conciencia» le permitían seguir en la Cámara baja- y justificó su opción señalando que no iba a estar «en nada que suponga la ruptura de Catalunya con España».

La frase desarma todo el discurso de Navarro y también, aunque en menor medida, de Rubalcaba. El líder de los socialistas catalanes se había esforzado en explicar una y otra vez que estar a favor del referendo no implicaba apoyar la independencia, pero llegó Chacón y dijo que consulta y secesión eran lo mismo. La exministra añadió que su decisión de no apretar el botón en absoluto tenía que ver con su «presente y futuro», pero la versión más extendida, y en ella coinciden PSOE y PSC, es que no descarta ser en el futuro la líder del primer partido, y para eso resulta indispensable, aunque ni mucho menos suficiente, no apoyar una consulta de la que abominan los socialistas en toda España. Lo paradójico es que ahora Chacón se expone a dos sanciones. La del PSC, por no votar a favor del derecho a decidir. Y la del PSOE, por no votar en contra.

PETICIONES DE RUPTURA / Las relaciones entre ambos partidos se han basado, hasta ahora, en que el primer partido representaba al segundo en Catalunya, mientras que el segundo representaba al primero en el resto de España. «Pero eso ya no se cumple. No nos representan», sostuvo un importante barón del PSOE. Para él, el paso lógico tras lo ocurrido en el hemiciclo consiste en romper con el PSC. También para otros históricos socialistas como Alfonso Guerra y Txiki Benegas. Y también, por último, para el líder de los socialistas extremeños. «Fue bonito mientras duró», dijo Guillermo Fernández-Vara justo antes de una conferencia de Rubalcaba en la que el líder socialista se esforzó en restar importancia a lo sucedido.

El líder socialista, muy molesto por la actitud del PSC y presionado por la parte más jacobina del PSOE para que tenga un gesto de autoridad, propuso una solución de compromiso para que ambos partidos sigan juntos. Rubalcaba descartó la ruptura, pero anunció una «revisión» de las relaciones. Sin concretar mucho, propuso que el PSC no hable de los asuntos de toda España sin consultar «antes» con el PSOE, y que el PSOE no hable de los asuntos específicos de Catalunya sin consultar «antes» con el PSC. Un pacto así habría evitado que Navarro pidiera la semana pasada la abdicación del Rey sin haberlo tratado antes con Rubalcaba. La consulta sobre la independencia es distinta, porque aunque también afecta al resto de España, la dirección socialista admite que se trata de una cuestión muy catalana, y también porque la discrepancia entre los dos partidos fue acordada, como adelantó este diario en su día.

«El PSOE y el PSC no van a cuestionar un modelo de relación que ha permitido que España y Catalunya se entiendan bien», zanjó el secretario general, que intenta ahora aplacar a los barones, incluido el todopoderoso José Antonio Griñán, presidente de Andalucía y el PSOE.