Propuestas contra la desafección

Todos los sondeos coinciden: el gran ganador de las elecciones será el partido de la abstención. Ante este dato, los candidatos suelen encogerse de hombros. Luego, cuando se confirme, todos apuntarán la conveniencia de crear una subcomisión en el Parlament que encargue a un grupo de expertos independientes un estudio sobre qué reformas legales serían precisas para estimular, en un futuro indeterminado, la participación electoral. Es decir, nada de nada.

Es obvio que convencer a los votantes para que acudan a las urnas no es tarea de un día, ni de las dos semanas de campaña, ni de la larga precampaña que para algunos empezó hace ya una eternidad. Es la ejecutoria diaria de líderes, partidos e instituciones la que combate el nihilismo de aquellos ciudadanos que han decidido que la gestión de la cosa pública es algo que ya no va con ellos. Pero, ya que los candidatos tienen desde hoy una generosa reserva de espacio en los medios de comunicación, no estaría de más que la aprovecharan para apuntalar los pilares que legitiman el sistema democrático, que al fin y al cabo es su ecosistema.

La verdad por delante

Para combatir la desafección, los aspirantes podrían empezar por lanzar menos promesas sobre con quién pactarán y con quién no, que saben que romperán si el poder les va en ello. También podrían adquirir compromisos claros con los electores, con propuestas detalladas y comprensibles, en vez de formular declaraciones de principios que a nada les comprometen. De paso, podrían confrontar sus programas -por parejas, tríos o como sea- en debates televisados que merezcan tal nombre. Y, en suma, podrían tratar a los votantes como adultos y explicarles que si el tijeretazo hasta ahora infligido en las cuentas públicas ha sido pavoroso, el que se avecina será aún peor.