Análisis

Premio a la fidelidad

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La fidelidad es la confianza erigida en norma, reza el catecismo orteguiano (el del filósofo, no confundir con el de la vicepresidenta del Govern).Artur Mas, sin amigos en el partido -salvo la excepción ya conocida deJordi Vilajoana-, no se mueve por amistades, pero sabe agradecer la lealtad y esa es la clave de este nuevo Ejecutivo. La confianza se ha erigido enconselleria. De ahí el premio aFrancesc Homs, que como ayer reconocía más de un dirigente de Convergència debe interpretarse también en clave sucesoria.

La legislatura se prevé convulsa, de puertas afuera, pero también dentro, sobre todo a medida que se acerque el crucial 2014. A nadie se le escapa que este es seguramente el último Gabinete que presidiráMas y de ahí que haya intentado contentar a todos los que podían plantearle alguna objeción. No era nada fácil, pero lo ha conseguido.

Con el corazón partido entreHomsyGermà Gordó, al final le ha dado al primero la cartera que le reclamaba y al segundo le ha dejado que sea él quien escoja entre varias opciones. Una solución con tintes salomónicos en la que elconsellerde Presidència sale ganador, al menos de momento.

Pensando también en los equilibrios internos, el líder de CiU ha encajado aFelip Puig,superviviente donde los haya, que hasta la noche del miércoles no recibió la llamada definitiva. Era el único relevo que Esquerra había exigido después de tener que silbar en la reciente polémica por el uso de las balas de goma.

Con la sustitución dePuigpor Ramon Espadaler,Maslogra otro de sus propósitos: restañar heridas con Unió tras las tensiones provocadas por la alianza conOriolJunqueras. Y, en parte, se ha salido con la suya (aunque recompensar a los democristianos con Interior parece un regalo algo envenenado).Espadaler es también un hombre fiel. De entrada se debe aJosep Antoni Duran Lleida,pero los democristianos aseguran queMaspuede estar seguro de que el presidente no tendrá otroconsellermás noble. Su entrada en el Ejecutivo deja el control absoluto del grupo parlamentario en manos de Convergència. «AhoraOriol [Pujol]yTurullpodrán campar a sus anchas», reconocía ayer un democristiano. El comentario no es baladí porque en esta legislatura muchas de las partidas se jugarán en el Parlament.

Los que repiten ya saben de qué va y los nuevos pronto aprenderán que la última palabra que vale es la deAndreu Mas-Colell.Masconfía plenamente en él y nadie discute su autoridad. Si habla él, habla elpresident, dicen en el Govern. Porque mientras unos estarán diseñando la transición, alguien deberá ir sufragando la deuda de la Generalitat y pelearse conCristóbal Montoropara pagar las nóminas de los funcionarios. Ese seráMas-Colell.