El plan secreto de Mas

Oriol Junqueras y Raül Romeva, el jueves, en un estudio de Catalunya Ràdio.

Oriol Junqueras y Raül Romeva, el jueves, en un estudio de Catalunya Ràdio.

FIDEL MASREAL / NEUS TOMÀS / BARCELONA

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«Es tan evidente que esto se va a hacer puñetas, que tienen que pasar cosas, solo hace falta ver el resultado de las municipales y ver que las del 27-S serán de atomización total, la victoria pasa por revisar las cosas». La frase la pronunció hace un par de meses un importante personaje vinculado a Convergència. Nadie dudaba de que Artur Mas reabriría la batalla por la lista conjunta tras las municipales. Pero la operación viene de lejos y ha sido tejida por el president con toda la intención desde hace meses y gracias un entorno no directamente vinculado a la cúpula convergente . El llamado «segundo círculo» al que Mas delegó la función. El encargo era claro: controlar a Carme Forcadell en la ANC e imponerse a la influencia notable de ERC en Òmnium. La Associació de Municipis per la Independència (AMI) no ha ofrecido nunca problemas, es mayoritariamente convergente.

El punto de inflexión fue el «president, posi les urnes», la exigencia más contundente que la ANC nunca había formulado públicamente a la primera autoridad institucional del país. La pronunció, contra todo pronóstico, la entonces líder de la Assemblea, en la plaza Catalunya de Barcelona. Forcadell reclamaba elecciones en tres meses a cambio de que la ANC se tragara otro sapo, el del sucedáneo de la consulta del 9-N.

OPERACIÓN LISTA ÚNICA

Esas palabras las escuchó en primera fila el número dos convergente, Josep Rull. Puso cara de circunstancias. Y entonces comenzó la operación lista única. Mas trabajó con ese entorno para forzar un cambio de rumbo en la ANC. La evidencia es que lo logró. Jordi Sànchez, nuevo líder de la entidad, ha aplicado una actitud mucho más constructiva. «Es un topo espléndido», afirma un veterano convergente con ironía.

La batalla interna en la Assemblea ha reproducido el combate sin tregua entre CDC y ERC. No faltan ni han faltado voces que han protestado por el sucedáneo de consulta del 9-N y que se han quejado de que no se mantuviera la exigencia de elecciones en un plazo de tres meses. También hay militantes de base exigiendo recuperar la autoridad. Además, tampoco se ha mantenido el rumbo trazado en Lleida, según el cual se mantenía la organización al margen de las listas electorales y solo se lo plantearía si los partidos se peleaban sin saber poner remedio.

El plan A, pues, fue el de doblegar a las entidades y de esta forma dejar a ERC sin colchón social en el que sustentar su rechazo a la lista conjunta. Pero existía también un plan B y hasta hace pocos días era el que Mas esperaba tener que aplicar: lucha sin cuartel contra ERC por la hegemonía en las urnas. Cargar contra los republicanos por falta de responsabilidad. Exhibir a Mas como el único capacitado para llegar a la independencia de forma sensata, con proyección internacional, frente a la rauxa de los republicanos. Una ERC de la que nunca se fió Jordi Pujol y que Mas también desdeñó en su primera legislatura, hasta que la aritmética por un lado y el conflicto con el Estado por otro, le llevaron a abrazar a los republicanos. Un pacto que los más moderados de CDC siguen sin ver con entusiasmo y que Unió desdeñó públicamente hasta acabar rompiendo la federación.

El plan B finalmente no ha sido necesario. En pocos días Sànchez se impuso a la decisión votada por la dirección de la ANC a favor de la lista sin políticos. Entonces cayeron otras piezas como Muriel Casals, quien públicamente había apostado por aparcar a los políticos, en nombre de Òmnium. CDC tiene también sus tentáculos en esta entidad cultural.

Toda esta operación de Mas ha sido ejecutada incluso al margen de su propio partido, CDC, cuya cúpula asistió atónita a la conferencia del president en Molins de Rei en la que trasladó toda la presión sobre las entidades. No, no fue una improvisación, sino el fruto de una estrategia, del plan A. Había agua en la piscina, la ANC había cambiado de presidente y de rumbo.  Y el líder convergente se guardaba otro as: amenazar con no convocar el 27-S. Esa  fue la última de las armas para acabar de partir el espinazo de Oriol Junqueras. Mas ha logrado un triunfo mayor incluso al que se propuso en la conferencia del pasado noviembre. Entonces se ofreció a cerrar la lista electoral, es decir, a no ser ni president. Ahora se ha garantizado no solo la lista única sino, en caso de ganar, la continuidad en el cargo. Sin debate alguno sobre porqué él ha de repetir y sin cuestionamiento a la gestión del el Govern La operación, discreta pero efectiva, ha triunfado. Esta vez no ha hecho falta ni la astucia del plan B como en el 9-N. «Antes de que el president pusiese en marcha esta operación, en el partido teníamos la sensación de que no lo lograríamos. Ir en listas separadas lo complicaba todo, costaba darle el carácter plebiscitario y el punto de épica que tiene ahora», resume un dirigente de CDC.

Viendo el resultado, la euforia convergente puede entenderse. Pero, ¿ERC, tiene tantos motivos para el entusiasmo? Sí, según sus dirigentes, aunque desde fuera parezca se ha logrado noquear a Junqueras. «Los votantes que podamos perder porque se van a la CUP los recuperamos con los que proceden del PSC». Según los republicanos, en la mayoría de las encuestas, sus electores reclamaban una lista unitaria.

En lo que coinciden tanto CDC como ERC es que con esta candidatura tienen que llegar como mínimo a los 60 diputados. La mayoría absoluta está en los 68 escaños.